José Luis Torró - Al punto

El disputado voto del señor Casero… y el de Baldoví

«La cara pasmada de Sánchez y sus vicepresidentas son escenas de un vodevil que resultaría de lo más cómico si no reflejase las miserias de una clase política»

Imagen del diputado de Compromís, Joan Baldoví, y la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz EFE

Hasta hace poco más de cuarenta y ocho horas pocos españoles, a excepción hecha de sus compañeros del PP y unos pocos periodistas que se dedican a informar de la actividad parlamentaria, sabían de la existencia de un diputado por Cáceres de nombre Alberto Casero Ávila. Y eso, a pesar de que habían sido varias las responsabilidades públicas en las que el diputado extremeño se ha venido ocupando desde muy temprana edad. Como la alcaldía de Trujillo a la que accedió en 2011 después de conseguir más del sesenta por ciento de los votos de sus paisanos. Y antes que alcalde ya había sido diputado, el más joven, en la Asamblea de Extremadura .

Por ninguno de esos cargos será recordado Casero el día de mañana, y sí por haber sido el protagonista del más disputado voto (un sí telemático pero no presencial) de la presente legislatura. La fama del señor Cayo, cuyo disputado voto es el argumento de una de las novelas llevada al cine del recordado Miguel Delibes , decaerá en favor de este Casero por razones bien distintas. Ya nunca más se verá libre del sambenito de haber salvado a Pedro Sánchez de una dura derrota a la hora de convalidar el decreto de la reforma laboral de Yolanda Díaz de la reforma laboral de Rajoy de cuya derogación todos los que forman parte o apoyan al gobierno de Sánchez se habían comprometido a derogar.

La alternancia del sentido del voto casero (por su apellido y el lugar desde donde lo emitió) y el método empleado para emitirlo; la oposición de la presidenta del Congreso a que el metepatas pudiese corregir su pifia; el sorprendente voto mutante de los navarros de UPN ; la cara pasmada de Sánchez y sus vicepresidentas son escenas de un vodevil que resultaría de lo más cómico si no reflejase las miserias de una clase política que día a día se esfuerza más y más en agrandar la alopecia de sus ideas; incrementar el nivel de crispación ciudadana dentro y fuera de las cámaras; trabajar en contra del buen hacer que no otra cosa debería ser esforzarse por conseguir el bien común.

Especulan los colegas y columnistas que creen estar en el meollo de lo ocurrido (y tratan de escribir, cada uno pro domo sua), su particular relato para acomodarlo a su parecer e interés. Ora para condenar a la presidenta Batet y su estentórea parcialidad, ora para hundir a Casero y de paso a Casado, ora para darle aire a un Sánchez que por momentos se quedó sin él.

Como suele ser habitual cuando se produce un rifirrafe de tantos decibelios la izquierda, siempre bien atrincherada mediáticamente, arremete contra el Partido Popular cuya dirigencia se ha visto tan sobrepasada como sorprendida por lo sucedido. ¡Y qué desparpajo el de Adriana Lastra, tan erudita ella, saliendo al paso para acusar al PP de haber comprado el voto de los dos diputados de UPN!

¿Y qué decir del voto del único diputado de Compromís, Joan Baldoví ? ¿Qué beneficios ha conseguido arrancar en momentos en que el gobierno de Sánchez se habría visto abocado a ser generoso hasta prevaricar y complaciente para asegurarse su voto? ¿Por qué dijo sí a la reforma de una ley que la izquierda, todo la izquierda incluido el mendaz Sánchez, se había comprometido a derogar? ¿Por qué no hizo caso a la recomendación de las bases de Compromís que se posicionaron en el no a la reforma de la reforma de la reforma laboral mientras observaba atónita y disgustada que su único diputado entregaba su voto gratis et amore a un necesitadísimo Pedro Sánchez?

Otra ocasión perdida por el diputado que se proclama valenciano para haber sacado una buena tajada, tal como presumen que hacen aquellos otros grupos minoritarios que tienen cogido al presidente por sus partes. ¿Qué me das por mi voto? Y Sánchez afloja la pasta. Baldoví, sin embargo, se ha dado por pagado con una carantoña de Yolanda Díaz.

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