José Luis Torró - Al punto

Coronavirus gubernamental

«Han tenido que darse cien muertos en suelo patrio para declarar el estado de alarma»

Coronavirus: España en estado de alarma | Última hora en directo

Imagen del consejo de ministros celebrado este sábado EFE

Primeras horas del 20 de enero de 2015. Los pocos peatones que caminan por las proximidades del Palau de les Arts de Valencia se sorprenden por la numerosa presencia de coches policiales. Un helicóptero, que sobrevuela el singular edificio de Santiago Calatrava , se hace sentir con su potente toc-toc-toc. Unos viandantes comentan que se trata del rodaje de una película. Otros dicen que no, que están haciendo un anuncio. Sólo los agentes de la Udef (la unidad de la Policía Nacional contra los delitos económicos y financieros) saben de qué va la espectacular operación. Ellos, y los periodistas a los que se les ha filtrado previa e interesadamente el motivo del despliegue. Que no es otro que el de proceder a la detención de quien era intendente general del Palau de les Arts, Helga Schmidt .

Después de más de once horas de registro policial, Helga Schmidt, a la que habían sorprendido en camisón por la mañana, en la habitación del hotel en que se hospedaba, es conducida a comisaria en un furgón manejado por agentes de la Udef. Para no hacer largo el relato . La pasada semana se dio a conocer la sentencia del juicio seguido en la Audiencia Provincial de Valencia no contra Helga Schmidt , que había fallecido en el mes de septiembre del pasado año, y si contra los cuatro que se vieron igualmente afectados por el espectacular y peliculero montaje comentado. Las contundentes acusaciones que contra todos ellos se vertieron en medios de comunicación y redes sociales, fraude, prevaricación, malversación de fondos, delitos societarios, inflación de costos…quedaron en nada. Los cuatro acusados fueron absueltos del delito de desvío de fondos, el único que finalmente fue objeto de juicio.

Alguien podrá establecer paralelismos con otros casos en los que también hubo destacada exhibición de medios para proceder a algunas detenciones, inspiradas todas ellas por el que fuera fiscal anti corrupción, Vicente Torres , ahora convertido en magistrado del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana. Al respecto, recomiendo la lectura del artículo «La última víctima de Eliot Ness» que firma Julián Quirós , director del diario Las Provincias , en la edición del pasado domingo. Vale la pena, tanto por lo que dice como por cómo lo dice.

Sorprende que vayan siendo tantos los casos (el que se llegó a tildar de Saqueo de la ópera, con Helga Schmidt como obligada figura, es el último de los conocidos), a los que los tribunales han eximido de toda culpa. Por mucha que fuese la parafernalia exhibida por la policía, a instancias de la fiscalía dirigida por Vicente Torres , el resultado penal ha sido de forment ni un gra. Vernácula descripción de insustancialidad si no fuese por el coste anímico, social, económico que ha supuesto para quienes en un pésimo momento de sus vidas se vieron en el punto de mira del polémico fiscal.

Comentando el caso con compañeros de la profesión, sale a colación otro caso, el sufrido por el que fuera alcalde de Casinos, José Miguel Espinosa , al que la Udef acusó de haberse enriquecido por haberse embolsado el sobrecoste detectado en una factura abonada por el Ayuntamiento que presidía. El asunto llegó hasta un juzgado de instrucción que a la hora de estudiar los informes aportados descubrió que el brutal sobrecosto, que los sabuesos policiales habían olisqueado en sus pesquisas, no era sino el IVA abonado por el consistorio. Otro ejemplo paradigmático que con el tiempo también podría servir de referencia a otras obtusas intervenciones policiales si el asunto termina, como pudiera ocurrir, con un final parecido a alguno de los dos casos a los que he hecho referencia.

Imagen del consejo de ministros celebrado este sábado EFE

Podría haber dedicado las anteriores líneas a hablar de algo que desconozco tanto como quienes nos gobiernan. O quienes aparentan gobernarnos: el coronavirus . Yo no tengo obligación de saber algo, poco o nada del maldito virus. Quienes mandan y cobran por ello, si. Y hasta ahora han dado pruebas de estar en la inopia y de un tancredismo sonrojante. Cuando el ébola, con solo un muerto y una semana de por medio, Pedro Sánchez corrió a culpar al Gobierno de Mariano Rajoy de inacción y apatía. Ahora ha sido él quien ha quedado retratado por su apática inanidad. Han tenido que darse cien muertos en suelo patrio para declarar el estado de alarma. Y alarmarnos, todavía más, por el retraso sabatino en comparecer el presidente, después de un consejo de mas de siete horas, durante el que eclosionaron las discrepancias entre sanchistas y podemitas.

Si Sánchez dijo tener motivos en campaña electoral para no encamarse con Podemos , porque ello le provocaría como al resto de los españoles grave insomnio, ahora, tras pasarse por el forro de sus caprichos su propia palabra, y de haber dado las responsabilidades que le ha dado a Pablo Iglesias , éste se le ha rebotado. El vacuo presidente del Gobierno tiene motivos más que sobrados para no pegar ojo. Y los españoles muchísimos más para estar desvelados.

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