José Luis Torró - Al punto
Los allegados del Gobierno de Pedro y Pablo
«Salvador Illa lo dijo porque el Gobierno de Pedro y Pablo necesitaba contar con la manga ancha que supone dar permiso de reunión a otros que no son familiares»
Se ha hecho un verdadero lío el ministro Salvador Illa con lo de allegados. Y creo que todavía anda dando vueltas dentro de su propio laberinto sin saber donde está la salida. Con lo fácil que le hubiese resultado acudir a las primeras de cambio al diccionario –que para eso está, para ser consultado—de la Real Academia de la Lengua.
Allí encontraremos una primera acepción del adjetivo que es «cercano o próximo en el espacio o en el tiempo». No parece que sea suficiente esa cercanía como para sentarlo en nuestra mesa por Navidad , salvo que se trate de un caradura que se nos cuela en casa. La segunda acepción sí que se compadece más con el embrollo provocado por el ministro filósofo: «Dicho de una persona: Cercana a otra en parentesco, amistad, trato o confianza».
A esa sí que se la puede invitar a cualquier celebración sea o no navideña. Y si anotamos una tercera acepción, que es la usada en Argentina, Puerto Rico, Chile y Uruguay, veremos que se trata de una persona «que vive transitoriamente en casa ajena, por lo común sin ser pariente del dueño». O sea, lo que en España vendría a ser en algunos pocos casos un gorrón y, por lo general, sería un okupa de esos que este Gobierno tanto quiere y defiende y por los que legisla para evitarles el desahucio de las viviendas de las que se han adueñado.
Dicho lo antedicho, que tampoco es mucho porque casi todo lo ha dicho la RAE, cabe preguntarse por lo que hace, o no hace, la ministra de Igualdad, señora de Iglesias , que después de su lloriqueo en sede ministerial parece que se agotó y su agenda se quedó en blanco arrasada por las lágrimas. Nada se le ha escuchado decir a propósito de los allegados, cuando ella debió ser la primera en reclamar al ministro el debido uso del lenguaje inclusivo y exigirle que si habla de allegados también se refiriera a las allegadas. Y más en su caso dada su condición.
Menos mal que la vicepresidenta Carmen Calvo he terciado en el asunto para darnos una clarificadora definición de quiénes son los allegados y son «las personas que están en tu vida», con lo que ha demostrado que ella también está donde está por su expertitud (sic), que es otro palabro de su invención y con el que quiso reconocer los méritos del pandémico portavoz del gobierno, Fernando Simón , del que afirmó «que lo nombró la ministra Mato. Fue la que lo nombró, el gobierno del Partido Popular, porque es un experto cualificado, tiene ese cargo en razón de su expertitud».
Bastarían esas dos aportaciones de la vicepresidenta Calvo Poyato para que la RAE la invitase con toda solemnidad a sentarse en el primer sillón de la Academia que quede vacante. Se lo tiene bien merecido.
Sacar a pasear a los allegados no ha sido una ocurrencia del ministro de Sanidad, ni un lapsus linguae, ni lo largó por culpa de un inoportuno flatus vocis. En absoluto.
Salvador Illa lo dijo porque el Gobierno de Pedro y Pablo , nutrido como está de parejas que no son matrimonio, ni siquiera uniones de hecho o de desecho, necesitaba contar con la manga ancha que supone dar permiso de reunión a otros que no son familiares y por ahí llegó lo de los allegados, para que así puedan desplazarse los miembros y miembras del gobierno de Pedro y Pablo por donde les pete, aprovechando los encuentros que propicia la fiesta cristiana de la Navidad.
Y sin que la pérfida prensa pueda acusar a esos ministros y ministras de no respetar las normas que ellos mismos y mismas promulgan, como se ha visto que hacen tan a menudo, en directa aplicación de la ley del embudo.