José Luis Torró - Al punto

43.000 muertos, 0 responsables

Imagen de una banderra a media asta tomada este jueves en Alicante JUAN CARLOS SOLER

Será difícil encontrar a un valenciano que no recuerde la razón de ser de una frase que fue impresa en camisetas, comentada en tertulias, leída en periódicos, escuchada en radios, escrita en más de un libro. Era el lema de la Asociación de Víctimas del Metro de Valencia. «43 muertos + 47 heridos, 0 responsables» . Era el grito de rabia y dolor de familiares y amigos por las vidas segadas en un dramático accidente ocurrido el 3 de julio de 2006, tres días antes de la visita del Papa Benedicto XVI a Valencia.

Familiares y amigos que no cejaron en su empeño de conseguir que se hiciese justicia, por más que el pronunciamiento de los tribunales tardaría casi catorce años en producirse. Cuatro exdirectivos de los Ferrocarriles Valencianos resultaron condenados a un año y cuatro meses de prisión, sentencia que puso fin a las concentraciones y actos que la Asociación convocó durante meses y años para que el accidente no cayese en el olvido. Algunos partidos de izquierdas se implicaron a fondo en la reclamación de castigo para cargos del Consell y de Ferrocarriles de la Generalitat señalándoles como culpables, lo que al final no corroboró la justicia. De modo especial y vehemente se implicó Compromís, muy en su papel de fiscal, cuando vio que podía sacar provecho del dolor ajeno.

A ninguno de esos partidos, pero sobre todo al desnaturalizado y sanchizado PSOE, los veremos demandando responsabilidades por la hecatombe cotidiana que suponen tantos miles y miles de muertos por el covid-19. Cabe pensar que con el mismo derecho y empeño con que lo hicieron familiares y amigos de las víctimas del Metro de Valencia, han nacido ya y nacerán asociaciones en todas y cada una de las autonomías españolas con el propósito de exigir la depuración de responsabilidades civiles y penales por la brutal y devastadora letalidad de una pandemia como la que todavía nos tiene acogotados. Ya se ha presentado una querella en el Tribunal Supremo apuntando la directa responsabilidad del Gobierno por no haber tomado, con la urgencia que el caso requería, las medidas necesarias para tratar de frenar la expansión de un virus que ya había proclamado su mortífera capacidad de contagio. Como tampoco se dotó al personal sanitario de los medios y equipos con los que poder efectuar su labor, lo que se ha traducido en más de cincuenta mil sanitarios infectados, de los cuales más de sesenta han muerto en lo que es un muy concreto accidente de trabajo.

Los datos que a diario venía facilitando el Ministerio de Sanidad del número de fallecidos por coronavirus han dado para toda suerte de especulaciones. La pasada semana, por arte de don Simón , dejaron de estar muertos a efectos del cómputo vírico casi dos mil fallecidos. En el baile macabro de cifras, que ahora está por encima de 28.000 muertos, entran en pista los pensionistas: 38.508 han fallecido, lo que desvirtúa de modo considerable el número oficial de muertos. Y en eso que intervino el Instituto Carlos III , dependiente del Ministerio de Sanidad, para dar cuenta de que los fallecidos en el tiempo de pandemia inscritos en los registros civiles son 43.034 .

Imagen de una banderra a media asta tomada este jueves en Alicante JUAN CARLOS SOLER

Cualquiera cifra que se quiera tomar como más ajustada a la verdad es de suyo terrible, espeluznante y brutal, pero llama la atención que no haya despertado en el conjunto de la ciudadanía española el pasmo ni la sensación de devastación que otros accidentes con unas decenas de muertos sí causaron en su ánimo. Bien se han cuidado los monclovitas de desactivar emocionalmente a la población y por otra parte incentivándola al aplauso de las veinte horas, poniéndole una venda en los ojos a falta de mascarillas que no las había a su disposición.

La deliberada ocultación de la muerte en los medios de comunicación, que salvo muy contadas excepciones no han mostrado la alineación de féretros en morgues improvisadas para acoger tantas víctimas, ha conseguido el efecto pretendido por quienes no hicieron los deberes a tiempo para evitar la propagación y, después, se han puesto de perfil con la mirada perdida en el infinito. Prueba complementaria de toda ausencia de sentido de culpa o responsabilidad por parte del gobierno de Sanchezglesias ha sido siendo su hasta ahora contumaz negativa a la declaración de luto nacional. Muy a regañadientes, forzado por exigencias de la oposición el todavía presidente Pedro Sánchez decretó a los setenta días de iniciado el confinamiento el duelo nacional en el que nos hallamos.

¿Cómo no iba a costarle tanto decretar ese duelo quien considera que su gobierno se otorga nada menos que un notable a su gestión? Pudiéndose auto conceder un cum laude como ya logró con su fraudulento doctorado, la modestia del presidente le hace renunciar al sobresaliente . Confiemos –por ingenua que sea la pretensión—que la Justicia haga su trabajo y que por muchas trabas que le pongan, como ya se está viendo, la casilla de responsables no quede a 0.

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