Carlos Marzal - HOTEL DEL UNIVERSO

Habla, nevera

«Aquellos sí eran tiempos viriles, y no estos siglos decadentes en que nos ha tocado vivir»

Imagen de archivo de una nevera ABC

CARLOS MARZAL

Cuando los santos y los eremitas de alta gama sufrían una crisis espiritual y se veían carcomidos por las dudas , se marchaban al desierto y se subían encima de una columna, o se encerraban en una cueva mugrienta, en compañía de una calavera y un león, y se tundían las carnes con un látigo, con cilicios, y ayunaban hasta quedarse como una modelo de Victoria´s Secret . Por obra del esfuerzo, la meditación y la gracia, la fe regresaba y los santos salían de la experiencia fortalecidos, además de hechos un pincel. Aquellos sí eran tiempos viriles, y no estos siglos decadentes en que nos ha tocado vivir.

En la actualidad, tengo entendido que los grandes escritores y filósofos televisivos , cuando se encuentran tristes, cuando padecen algún desengaño amoroso, cuando pasan por un período de infertilidad creadora, se marchan quince días a Marbella y se encierran en la clínica Incosol , o en la Buchinguer. Allí pasean en albornoz blanco por los pasillos minimalistas y blancos, y mantienen en el desayuno conversaciones acerca de la esencia del ser con otros huéspedes internacionales también vestidos con albornoces blancos impolutos. Intercambian, en animadas charlas plurilingües, información sobre su régimen de calorías, sobre la frecuencia e intensidad de sus deposiciones, sobre los procedimientos de talasoterapia, helioterapia y aeroterapia con que adelgazarán no menos de ochocientos gramos al día . En las clínicas marbellíes se han fraguado algunas de las obras más insignes de finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI, igual que en el XIX cristalizaban en los grandes balnearios centroeuropeos. Cuando pase el tiempo, estoy seguro de que los historiadores de la cultura harán justicia con Marbella, y se sabrá que el pueblo malagueño contribuyó más que ningún otro lugar a la forja de la imagen que hoy en día tenemos del universo. Marbella es el equivalente andalusí, cosmopolita y bronceado, a la Escuela de Traductores de Toledo, de Alfonso el Sabio, o a la Viena de Freüd . Y de paso, los grandes creadores pierden un par de tallas y regresan bellezones al mundo, sin necesidad de que en el Vogue o en el Vanity les den un chorreo de PhotoShop.

Mi espacio de reclusión monástica es la cocina; y mi “objeto pregnante” de espiritualidad, la nevera . Me gustaría poder permitirme alguna excursión marbellí, pero con lo que cobro por artículos y derechos de autor tendré que esperar aún muchos años. La nevera constituye mi instrumento confesional, mi aparato ontológico para altas especulaciones. Mi mujer me ha comprado una nueva . España vive un momento de profundos cambios, y mi mujer cree que debemos estar a la altura de tan especiales circunstancias. Me dice mi mujer que el aparato, de la marca Beko, es vagamente turco. Tengo la impresión de que con esta compra quiere que contribuyamos a la alianza de civilizaciones y al fortalecimiento de las relaciones multidisplinares en el ámbito del marco mediterráneo. A mí, todo lo que redunde en beneficio del diálogo entre los pueblos me parece positivo. Si se puede contribuir al sostenimiento y la ampliación del estado del bienestar, debemos hacerlo.

El caso es que me paso las horas sentado delante del aparato, meditando . Habla, nevera, le digo. Y ella me habla. Pero el problema es que la abro y picoteo entre horas. Al paso que voy, engordaré.

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