Guillem Bertomeu - Lletraferit

La política del dedazo

«De aquellos tiempos de Rita Barberá y de Alfonso Rus, donde ganaban en volandas y al toque de batería, ya no queda nada más que recuerdos y añoranza»

Última hora del coronavirus y las fases de la desescalada en la Comunidad Valenciana

Imagen de Teodoro García Egea y Pablo Casado tomada este lunes en Madrid EFE

Los populares valencianos llevan ocho años sin la celebración de congresos internos, ni en el Cap i Casal ni en la provincia de Valencia. De aquellos tiempos de Rita Barberá y de Alfonso Rus , donde ganaban en volandas y al toque de batería, ya no queda nada más que recuerdos y añoranza.

Ocho años aciagos, con infinidad de desgracias personales y un derrumbe del poder orgánico y político sin precedentes, para estudiar cómo caso práctico en las aulas de Ciencias Políticas. Un partido valenciano que era la viva imagen del poder a Génova . En triunfos y en número de votos, pero que nunca, ni en los mejores momentos, se traducía en poder valenciano a nivel nacional ni en gestos, ni mucho menos en ministerios. A día de hoy seguimos llorando por una deficiente financiación y pasan los años, y las legislaturas, y nunca se culmina el Corredor Mediterráneo , gobierne el color que gobierne. Meninfotisme sui generis.

La gestión de esta crisis existencial interna desde las derrotas de 2015 ha sido más que deficiente. Los populares valencianos pasaron de ser el ojito derecho de Génova, yo pienso que realmente nunca se les consideró así, a mandarlos al cuartito de pensar, a base de gestoras impuestas y controladas desde la Villa y Corte. Encima de haber sido unas gestoras abandonadas de cualquier tipo de apoyo orgánico. Ni Juan Ramón Adsuara a nivel provincial, ni Luis Santamaría a nivel local gozaron de un respaldo en la propia estructura regional, y se ha visto después que ninguno va a continuar por ese camino trazado. Génova impuso a Maria José Catalá , que se empadronó en Valencia en diciembre de 2018, y Adsuara amagó con la dimisión en diferentes ocasiones incluso posteriormente de revalidar con mayoría absoluta el Ayuntamiento de Alfafar, el municipio más importante de los populares en la provincia de Valencia.

Imagen de Teodoro García Egea y Pablo Casado tomada este lunes en Madrid EFE

Ahora, y parece ser que desde los aires sureños de Alicante , se ha puesto el acelerador de los congresos, los provinciales de Alicante y Valencia, además del Cap i Casal. Históricamente, siempre Alicante ha mantenido más influencia que Valencia dentro de la estructura nacional de los de la gaviota.

Al final estas citas congresuales van a servir para cumplir el trámite orgánico , poco más, porque ya se sabemos cómo van a terminar, antes incluso de haberse celebrado. Lo que de toda la vida se ha llamado el «dedazo». A mi humilde entender, y con todo el respeto del mundo para los agraciados , el papel del debate interno y de la libertad de acción y pensamiento de la militancia está más que diluido, una vez más. Candidato impuesto y las familias dominantes repartiéndose el poder orgánico. Más de lo mismo. Para eso no hacía falta esperar tantos años.

Lo de tener autonomía, independencia, discurso propio y una fortaleza propia para que no te teledirija el personaje de Génova de turno vuelve a ser una quimera para los dirigentes actuales del PPCV. Ese «sueño» de una UPN a la valenciana, que en su día propuso Isabel Bonig , se quedó en eso. En un sueño.

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