Francesc Nogales - Píldoras de educación

¿Cómo evaluar a los docentes?

«La evaluación debe evitar calificaciones numéricas y debe ofrecer áreas de mejora personal»

Imagen de archivo de un centro educativo de Valencia EP

Una de las 24 propuestas del Ministerio de Educación dirigido por Pilar Alegría habla de «impulsar los procedimientos de evaluación del desempeño de la función docente». ¿Significa esa propuesta número 23 que van a examinar lo que hacemos los profes? Es innegable que la mejora está vinculada a la valoración de lo que se hace. Sin una evaluación correcta es muy complejo detectar áreas de mejora, y cualquier docente que realmente conozca la importancia de la evaluación educativa debe saber que al igual que se evalúa al alumno también debemos valorar nuestra propia práctica educativa. La cuestión es ¿cómo lo hacemos?

La propuesta del gobierno ofrece algunas pistas: «Esta evaluación debe partir de un informe de autoevaluación». Tiene toda la lógica pensar que esa evaluación debe reflejar la propia opinión del maestro, aunque debemos reconocer que la mayoría de las personas suelen ver con buenos ojos lo que hacen. ¿Podemos ser juez y parte a la vez?

Esa autoevaluación debe ser una oportunidad para conocer la opinión de los docentes, las horas de trabajo que realizan fuera del centro, las dificultades que superan gracias a su trabajo y debemos evitar reducir las cosas a números, una autoevaluación sintetizada en «me pongo un 8» sería totalmente inútil, pero a su vez se debe crear un formulario online no muy largo, sencillo de contestar y con respuesta abierta para recoger realidades.

Además de esa autoevaluación surge una duda a tener en cuenta, ¿sería conveniente que el alumno y/o familias también valorasen ese desempeño docente? Muchos maestros considerarán que no es justo, que los alumnos y familias ofrecerán valoraciones subjetivas, y que al final depende mucho de si eres un profe que suspende a mucha gente o no. Creo sinceramente que las familias no son tan simples, creo que las familias y los alumnos saben quién está delante, y debemos ser honestos y darles la oportunidad de valorarnos como maestros.

En el documento del Ministerio se habla de la necesidad de «valorar los aspectos específicos de la función docente en el marco de la autonomía del centro, contar con la participación de diversos órganos de gobierno y coordinación docente del centro y con la del servicio de inspección y compaginar su solicitud voluntaria –vinculada a determinados puestos- con la obligatoriedad de participar en aquellas actuaciones formativas que deben superarse para acceder al desempeño de la función directiva o la superación de la fase de prácticas, entre otros puestos».

Es muy interesante que se valoren la coordinación entre diversos órganos del colegio, y apuntar a la inspección y la dirección del centro es algo lógico. ¿Debería recoger esa evaluación del docente la opinión de la dirección del centro y de la inspección? La respuesta parece evidente, pero me parece complejo que la inspectora acabe conociendo a todos los docentes.

¿Y si el equipo directivo es valorado por docentes e inspección? ¿Y si el docente es valorado por el equipo directivo? Sería conveniente que el docente ofrezca una valoración del equipo directivo y viceversa. Esta valoración debe tener mecanismos de control contra el mobbing , recogiendo datos de todo el claustro y no sólo de determinadas personas. El cuerpo de inspectores deberá ser incrementado, al final son ellos los que deberán actuar y valorar los resultados y contrastarlos con la realidad percibida en el centro. Sabemos que los inspectores viven ahogados en el papeleo administrativo y debemos evitar que esta valoración se convierta en mayor carga de papeleo.

Otro tema importante es «para qué se evalúa al docente» , y este aspecto es el que ha generado mayores discrepancias entre los implicados. La propuesta del Ministerio es muy clara: «Su finalidad debe ser primordialmente formativa y acreditativa y debe también permitir el reconocimiento de la complejidad de las tareas desempeñadas, más allá de la valoración de la formación permanente superada. Además, debe servir para identificar necesidades del profesorado a la hora de programar la formación permanente».

Parece que esta evaluación se vaya a utilizar para conocer nuevas áreas de formación necesarias, y es cierto que es una necesidad real, pero las necesidades de los docentes son muchas y también debe enfocarse hacia la mejora y el cambio de aquellos aspectos que no acaban de ejecutarse correctamente. No debemos limitarnos a la formación.

¿Qué deberíamos evaluar en el desempeño docente? Este es el aspecto que quizás más incertidumbre despierta. En primer lugar un docente debe conocer la materia que imparte, y este es un aspecto sencillo de evaluar. El segundo ámbito es evaluar el conocimiento que posee de sus alumnos , tanto a nivel evolutivo como a nivel personal, conociendo sus intereses y gustos para motivar de cara al aprendizaje.

Un tercer aspecto que esa evaluación del desempeño debe contener es el conocimiento sobre metodologías del docente. Un buen maestro debe conocer qué es ABP, APS, gamificación, ABJ, APS… Y dominar esas técnicas para poder pasar de unas a otras de manera rápida y eficaz para dar respuesta a todos sus alumnos. Una manera de valorar estos aspectos es mediante la realización de propuestas de innovación educativa.

De igual manera es conveniente, como cuarto ámbito, valorar el clima del aula que genera ese docente, y su manera de afrontar situaciones de bullying, la educación en valores y propuestas solidarias, por ejemplo. Junto a esa gestión social del aula es importante valorar el desempeño en la comunicación, el cual sería un quinto elemento de evaluación importante, y esto se puede valorar a partir de la acción tutorial, de los medios de comunicación con las familias y evidentemente participando las familias en esa evaluación. Hoy en día las empresas ofrecen múltiples canales de comunicación con los clientes, y la escuela y el docente debe actualizarse en ese sentido.

El sexto elemento de evaluación debe ser la formación , pero no sólo la recibida sino la impartida y proyectada mediante artículos académicos. Un buen docente debe formarse y aplicar esa formación recibida, y de igual manera debe compartir sus avances pedagógicos y didácticos. Por ello se debería valorar los cursos recibidos, cursos impartidos, y participación en artículos académicos, investigaciones, libros, etc.

Existen muchos riesgos a la hora de evaluar a los docentes. El primer riesgo es el de comparar, y sabemos que las comparaciones son odiosas, por lo que esa valoración debe ser individual y personal. La evaluación debe evitar calificaciones numéricas , y debe ofrecer áreas de mejora personal. De esta forma sería conveniente que el centro reciba un informe (sin nombres) indicando aspectos formativos a revisar, metodologías a potenciar, mejoras propuestas, etc. Y por otro lado un informe personal para los docentes, en los que obtengan esa información pero propia y de ellos mismos. ¿Qué logramos con ello? Si conseguimos que en vez de verse como un elemento de crítica se vea como una herramienta de crecimiento lograremos una mejora educativa de forma garantizada.

Otro riesgo es el del «papeleo», y sería una lástima caer en este error simplista. Hoy en día ese papeleo no es papel físico, ya que sería muy sencillo hacer esa valoración online, pero sería terrible luego no recibir feedback desde la administración pública, o que esa valoración no llegase a traducirse en una mejora real en el aula. ¿Lograremos tener una herramienta para valorar la acción docente y el desempeño personal que sea eficaz y evite ser utilizada como arma de destrucción educativa? Yo creo que podemos lograrlo, pero dependerá del buen uso de las administraciones y también de los docentes.

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