Ferran Garrido - Una pica en Flandes

Yolanda, yo sí te creo

«Me cuestiono su trágala posterior, porque no acabo de entender cómo, después de que le dijeran lo que según ella le dijeron en el seno del Consejo de Ministros, no dimitiera de inmediato»

Imagen de la vicepresidenta segunda del Gobierno de España, Yolanda Díaz JAIME GARCÍA

Así de simple y así de contundente. Yo sí creo a Yolanda . No tengo ningún motivo para no creer a una ministra y vicepresidenta del Gobierno de España . Es cierto que con el convencimiento en la veracidad de sus afirmaciones se tambalea mi fe en el resto del gobierno, pero de peores crisis de conciencia he salido.

Lo estoy diciendo con una seriedad digna de las ocasiones más solemnes. Es casi una profesión de fe, aunque sea el inicio de una crisis ideológica personal. O tal vez no. Tal vez sea una Fe de bautismo filosófico o, miren por dónde, una fe de erratas. Qué se yo… qué voy a saber yo, mísero de mí.

Escuchar de boca de Yolanda Díaz que el Gobierno de España sabía, mucho antes de lo que dijo que sabía, lo mucho que sabía de lo que sabía, me deja ojiplático y boquiabierto. Patidifuso a la par que convencido de que no debo fiarme ni de mi sombra, aunque me esté fiando de Yolanda. Es que soy un lerdo. O tal vez no.

Claro, ante una afirmación tan grave, tan contundente y tan terrible, me muevo entre el estupor y el convencimiento de que fuimos muchos los que siempre tuvimos razón , a pesar de que fuimos tratados como imbéciles, cuando no vilipendiados y acosados en redes. Insultados a diestra y siniestra, que aquí hubo para todos.

Cómo no voy a creer en la Vicepresidenta si es la lideresa de esa nueva izquierda, otra, una nueva, otra nueva más, que se abre camino a la izquierda del Partido Socialista . Cómo no creer a la ministra si se me ha convencido de que es la política española con mayor fiabilidad, la más emergente y la que más confianza ofrece al electorado. La más de la más. La más política entre las más políticas. Así que yo me creo lo que me dice porque me lo dice la guía y luz de la futura izquierda española.

Lo que me joroba de todo esto es que, en medio de toda esta ciénaga, está la manifestación del Día de la Mujer que se celebró pocos días antes de que con la declaración del Estado de Alarma estuviéramos oficialmente en plena pandemia . Antes no. Antes no estábamos en pandemia que estábamos de parranda. O era no estábamos muertos, que estábamos de parranda. No sé, no me acuerdo porque después me pasé meses contando muertos, hasta los 100.000 y ya me lio con estas cosas.

En fin, que yo sí estuve en aquella manifestación del 8M, como tantas veces, como tantos meses de marzo a lo largo de mi vida. Un poco asustado, no lo niego, porque me habían llegado los textos de la guía que Yolanda Díaz había presentado para ponerse en guardia contra la COVID . Una medida sensata que la ministra tomó un 4 de marzo. Pero claro quién iba a decir que no fuera una exagerada, una alarmista y una derrotista. Bueno de hecho se lo dijeron. Y se lo dijeron en la cara con un zasca que la obligó, si no a rectificar, al menos a comerse los folios de la guía de uno en uno.

Según las palabras de Yolanda Díaz, cito textualmente, «me acuerdo bien que Pablo (Iglesias) era vicepresidente y lo llamé desolada por lo que estaba pasando. Yo el 15 de febrero como la pandemia azotaba fuertemente a Italia convoqué a mi equipo porque tenía la convicción de que España es Italia y necesitábamos desplegar un montón de medidas porque veíamos lo que iba a pasar. Tanto fue así que el 4 de marzo presenté una guía enormemente polémica en el Gobierno, y también fuera se me acusó de alarmista. Esto fue en la antesala del 8M».

No digo más. Me cuestiono su trágala posterior, porque no acabo de entender cómo, después de que le dijeran lo que según ella le dijeron en el seno del Consejo de Ministros , no dimitiera de inmediato. Por pura coherencia, por dignidad. Pero no, siguió en su cargo hasta convertirse en vicepresidenta del gobierno de la nación.

También me cuestiono la oportunidad de sus declaraciones en esta ocasión. Sólo me las explico en el marco de un futuro, y cercano, horizonte electoral , y en la necesidad de desmarcarse. De salir del marco, vamos, si no de la foto, de sus compañeros de gobierno para mostrarse como la más lista, inteligente y eficaz de cuantas personas se sientan en la mesa del Consejo. Esto, en muchas culturas, sería considerado como una traición en toda regla al presidente del gobierno, a la sazón Pedro Sánchez. Si ella no dimitió entonces, no sé cómo ahora no la cesa el presidente por dejarle con el culo al aire, dicho esto con perdón y con todos mis respetos. Una vez más me planteo la necesidad de elegir bien a los compañeros de viaje más allá del utilitarismo de la inmediatez.

Por supuesto me cuestiono las explicaciones posteriores y las palabras de las horas posteriores a unas manifestaciones tan graves. Cuando algo ha de ser explicado tantas veces, algo se hizo mal desde el principio. Si la ministra se desdice, que se desdice, mi fe se vuelve a tambalear . No he tardado mucho en superar mi crisis de conciencia. Sigo firme en mis creencias. Mejor así.

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