Ferran Garrido - Una pica en flandes

El viaje a ninguna parte de la izquierda

«Lo de meter la pata una y otra vez no solo es un deporte nacional si no que, además, parece que nos gusta»

No puedo evitarlo. No puedo. Tengo la sutil sensación de que este pueblo ya lo he visto. Lo de sutil lo digo por ser suave, porque en realidad cada vez que lo pienso, me pega una leche, de las que duelen, de las de bufanda, a mano abierta que me cruza la cara de lado a lado. Pero, con permiso, le pongo lo de sutil para suavizar.

No es la primera vez que les hablo de mi teoría del empecinamiento humano de la reiteración en el error. Vamos, que lo de meter la pata una y otra vez no solo es un deporte nacional si no que, además, parece que nos gusta. Los españoles no aprendemos ni del pasado ni del presente , por muchas oportunidades de construcción personal y aprendizaje que nos de la vida.

En este patio de vecindad que es la política española, esa corrala de vecinos mal avenidos y con mala leche, no solo no aprendemos de los fallos propios, si no que cuando la vida nos da la oportunidad de aprender de los del vecino de enfrente, pues tampoco.

Todo esto viene a cuento por la imposibilidad que ha demostrado la izquierda española de llegar a un acuerdo para la formación de un gobierno ante la necesidad de firmar un pacto de estabilidad que nunca llegó. Eso nos lleva a unas nuevas Elecciones Generales que, sinceramente creo, no nos van a llevar a un gran cambio del panorama de los resultados electorales en parámetros de bloques de derecha e izquierda.

Quiero pensar que los partidos de izquierda llegan a esta situación por un espíritu crítico que caracteriza su pensamiento, pero que les lleva a no ponerse de acuerdo ante lo fundamental, o sea, ante las necesidades de los ciudadanos. No quiero pensar en que la causa sea el personalismo, el mirarse el ombligo propio más que el ajeno y los intereses partidistas. De ser así, cosa que no descarto, vamos por mal camino .

Si los analistas coinciden en que la fragmentación de la derecha ha sido la causa de su derrota electoral en las pasadas elecciones, se hace difícil comprender el camino de división emprendido por la izquierda, primero con el desacuerdo, incluso el enfrentamiento bronco, para llegar a la misma confrontación y fragmentación que sus rivales políticos, sendero de destino incierto ante la próxima cita con las urnas.

Seguramente, a pesar de la reivindicación constante, casi un clamor social, de la política de pactos, los pactos no llegan a la política nacional . La aparición de una nueva fuerza política aún fragmenta más las opciones electorales a la izquierda del espectro político. Y no es la primera vez que esto pasa a lo largo de nuestra historia. De hecho es casi una tendencia histórica que se repite.

Frente a eso, la derecha tampoco parece ponerse muy de acuerdo a la hora de configurar candidaturas unitarias, y eso que la fragmentación del voto tampoco les ha llevado a ninguna parte . Bueno, sí, a alguna parte, alguna, sí les ha llevado, pero con pésimos resultados.

La irrupción en la política del partido de Errejón puede dar la puntilla a la formación política de la que se escinde, Podemos, con arrastre de votos, militantes, voluntades y posibilidades de actuación unitaria. Aunque, entre todos la mataron y ella sola se murió , ya demostraron su nula voluntad real de llegar a ningún tipo de pacto con el partido mayoritario de la izquierda. Tal vez Más Pais, venga para romper ese estéril derrotero. No lo sé, pero entiendo la decisión de partidos, mejor dicho coalición, como Compromís, de intentar mantener su cultura de pacto llegando a un acuerdo de sentido común con este nuevo movimiento.

Pero no puedo evitarlo. O mucho me equivoco o esto, visto en clave de política nacional, para la izquierda no va a ser más que un nuevo paso adelante en este viaje a ninguna parte de la fragmentación del voto que ha emprendido, como ya lo emprendió la derecha en su momento.

Menos mal que sigo confiando en los factores de corrección de la democracia y en el buen criterio de los ciudadanos a la hora de ejercer su derecho al voto. Los que voten, claro.

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