Ferran Garrido - Una pica en Flandes
Tras la tempestad
«Aquí no sabe llover, indiscutible, somos mucho más débiles de lo que creemos, incuestionable, y a pesar de que siempre ha habido temporales, el cambio climático es evidente»
Tengo el privilegio de vivir frente a la mar. Todo son ventajas, pero por encima de todas está la de disfrutar de un contacto directo con la naturaleza. Y a uno le cambia el carácter y, de paso, la percepción de las cosas y la forma de vivir la relación con la naturaleza.
Hoy contemplo desde mis ventanas los efectos del temporal sobre la playa. La línea de costa ha sido una de las principales damnificadas por esta borrasca, de nombre Gloria , que nos ha llevado de cabeza, con sus nieves , sus vientos , sus lluvias y sus olas gigantes . En fin, cosas de la naturaleza que, al final es la que manda.
Miles de peces muertos en la playa, veo la arena que ha sepultado parte del el Paseo Marítimo y veo a los servicios municipales que, en tiempo récord, se han puesto manos a la obra en mi pueblo para que las cosas vuelvan a la normalidad.
Hoy me ha dado por pensar en los destrozos que la mar, esa fuerza imparable, ha causado en la fachada litoral. La mar se ha llevado por delante playas enteras , ha anegado locales, ha arrasado con muros y ha inundado casas, restaurantes y algunas urbanizaciones. Y me ha dado por pensar si el problema no está en la mar, en las borrascas y en los temporales, o al menos no sólo en eso, si no en la presencia del ser humano donde no debería estar, con nuestras construcciones frente al mar, junto al mar… a veces casi dentro de la mar.
Me vino a la cabeza el otro día un poema de Nicanor Parra. O un antipoema, que ya sabemos como escribía el poeta, y que en unos versos limpios, directos y sencillos nos decía que “el error consistió en creer que la tierra era nuestra cuando la verdad de las cosas es que nosotros somos de la tierra”. Nada más ajustado a la realidad. Al final, la que manda es ella, que nos posee, por mucho que nos creamos que podemos dominarla. Y, además, la maltratamos.
Después de ver los efectos de la DANA aquella que casi se lleva por delante la Vega Baja , y de padecer el mal carácter que ha demostrado Gloria, me reafirmo en mi convencimiento acerca de varias cosas. Que aquí no sabe llover, indiscutible, que somos mucho más débiles de lo que creemos, incuestionable, y que a pesar de que siempre ha llovido y ha habido temporales, el cambio climático es tan evidente que, con sólo mirar la mar desde mi ventana tengo un argumento de peso para saber que esto no va bien.
Ahora pondremos parches y rehabilitaremos playas para que estén a punto de cara a las vacaciones de Semana Santa, a ser posible. Sin duda eso está bien. Pero pónganse a pensar conmigo en los efectos de una naturaleza desbocada, descontrolada bajo la influencia de un cambio climático que, como poco, ya ha hecho subir las temperaturas y, poco a poco, el nivel del mar. Denle una pensada que, para bien y para mal, vivimos muy cerca del Mediterráneo.
En fin, les dejo, me voy a dar un paseo por la playa. Tengo mucho en qué pensar.