Ferran Garrido - Una pica en Flandes

Coronavirus: repensar el futuro

«Cuando llegan los momentos difíciles del combate, siempre hay quien distorsiona la situación en beneficio propio. Y no, eso no»

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Si de algo disponemos en estos días de reclusión necesaria, obligatoria y eficaz en la lucha contra el enemigo invisible, es de tiempo. De mucho tiempo. Debemos intentar aprovecharlo .

No es solo ocupar el tiempo. Si no aprovecharlo. Ya saben lo de «mente sana en cuerpo sano», y no seré yo el que corrija al autor de tan sabia frase, pero siempre me ha gustado darle la vuelta y pensar que el cuerpo está más saludable cuando la mente goza de buena salud . Así que, además de hacer largos en la bañera, carreras por el pasillo y tablas de gimnasia en el comedor, vamos a proponernos todos un poquito de gimnasia mental para reinventar nuestras vidas.

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Se trata de un ejercicio muy necesario, siempre, pero más ahora ya que no paramos de bombardear nuestro cerebro con todo lo que nos llega por internet. Sin pensar. En muchas ocasiones sin filtro, con mala leche, desinformando y manipulando un montón de conceptos, datos e ideas.

Desde que todo esto empezó me prometí a mi mismo no hablarles de política. Como he dicho una y otra vez, ya llegará el momento. Que llegará, como el día de San Martín, para todos aquellos a los que tenga que llegar y estén intentando rentabilizar políticamente todo esto . De momento solo hablo de realidades, de sentimientos y del pragmático día a día de esta crisis. Hoy, a lo mejor, se me va un poco la pinza a cuenta de las nauseas que me provocan algunas de las cosas que leo y veo en redes sociales. Y es que cuando llegan los momentos difíciles del combate, siempre hay quien distorsiona la situación en beneficio propio . Y no, eso no.

No me gusta la cultura de la cacerola. Por ejemplo. Porque quien destapó ese bote no tiene ningún derecho a quejarse de que la cacerola siga sonando. No me gusta el bulo, porque sólo es fuente de desánimo y baja a moral de la tropa. Y detesto los intentos torticeros de aquellos que empiezan a sacar las uñitas para, de forma oculta, conducir una corriente de pensamiento de cara al futuro. Y eso está pasando. Y lo están haciendo desde los extremos para hacernos confundir sus intenciones y deseos con lo que sería la realidad de los días venideros.

Es verdad. Hemos de repensar el futuro. Crisis significa cambio . Y hemos de cambiar. Hemos de reinventar el futuro. Pero no con el adanismo que borra la memoria, si no aprendiendo de lo sucedido para proyectar nuestras vidas y nuestro modelo de sociedad hacia adelante en aras del bien común.

Imagen de un hombre caminando por la plaza de la Virgen de Valencia totalmente desierta ROBER SOLSONA

No me valen los gurús de la cacerola y de la sempiterna revolución pendiente. Suelen tener una tendencia de tufillo totalitario que me revienta. No se dejen engañar. Y tampoco me valen los falsos profetas del retroceso social, disfrazados de liberalizadores de la economía, con sus recetas de fácil consumo, mensajes populistas disfrazados de ciencia económica, e i ntentos de criminalizar al Estado para seguir desmontando sus estructuras. Hablo del Estado, no de un gobierno u otro.

Es estos días de gimnasia mental les invito a reconfigurar su propio pensamiento. Yo me estoy reafirmando en mi vieja idea de que, a la hora de repensar el futuro, sigo creyendo en la tercera vía . En esa que no vive del casposo enfrentamiento de las dos Españas cacerola en mano, ni del rancio tufillo de las ideologías totalitarias del siglo pasado. Repienso un mundo donde el bien común vuelva a estar por encima del individuo. Donde, sin perder de vista la libertad individual, el Estado social sea capaz de dotarse para prestar los servicios necesarios a la ciudadanía sin recortes y sin derroches , pero con una estructura firme, sólida y solidaria, capaz de atender a la sociedad en situaciones como esta, respondiendo a las necesidades del Sistema Sanitario y de sus profesionales.

Unas necesidades que van en beneficio de todos. Respondiendo a las necesidades de salud pública, abastecimientos, seguridad, educación, justicia… sin ir en detrimento de que, desde la iniciativa privada se lleven a cabo grandes proyectos. Para esto, solo hay que creer en el futuro. Y en una sociedad capaz de salir de esta sin caer en la trampa de los predicadores de la cacerola ni de los gurús de la economía que ya van clamando por internet los recortes para los empleados públicos, como si los enfermeros, doctoras, bomberos, policías, militares vivieran del aire. Frente a todos estos ángeles del infierno, prefiero desde los balcones y desde las tribunas a los apóstoles solidarios del aplauso.

Aunque parezca lo contrario, no les he hablado de política. Les hablo de filosofía y ahora, en estos días de quedarse en casa, tiene tiempo para pensar. Insisto, no es fácil hacer opinión en tiempos de guerra . Esto es sólo pensamiento y ya llegará el momento de pedir la rendición de cuentas. Ahora no.

Cuídense y quédense en casa. Por el bien de todos.

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