Ferran Garrido - Una pica en Flandes
Por un puñado de euros
«Desde que esa casa abriera sus puertas, en España abrió sus puertas la Casa de la Poesía»
Dicen que los poetas, los escritores, los artistas nunca mueren. No se lo crean, no es verdad. Ojalá lo fuera, por la pequeña parte que me tocaría. Pero no, no es verdad. Mueren. Y dejan un rastro de cosas que, a veces, no son fáciles de gestionar y muy complejas de digerir.
Solemos conformarnos con la creencia de que su obra, como de forma etérea, casi mágica, permanece para siempre . Pero tampoco es verdad. Les espantaría saber cuánta gente no ha leído jamás un poema de Federico García Lorca o de Miguel Hernández .
Siempre me ha espantado la idea de perder la memoria. La historia no tiene memoria , es más, suele heredar la memoria de quien la escribe, pero propia no tiene. Por eso hay que anclarla a lo que queda de sus restos. Al patrimonio que nos queda cuando el tiempo ha convertido en humo y en cenizas los recuerdos. Lo bueno, o lo malo, es que nosotros sí tenemos memoria.
Pegados a las piedras están escritos los grandes capítulos del tiempo. Es las paredes de ladrillo conservamos los vestigios del tiempo que fue y, si me permiten al arrebato romántico, en las habitaciones vacías de los edificios antiguos veo, cuando cierro los ojos, el alma de los que allí vivieron , de los que allí amaron, de los que allí escribieron, de los que allí murieron.
Hace poco, mi capacidad de resistencia al escándalo estuvo a punto de rozar el límite máximo. La polémica sobre si la Administración compraba en subasta, o lo dejaba correr, un archivo con centenares de documentos de Vicente Blasco Ibáñez me sumió en la tristeza. Es que no soy de enfadarme. Soy de ponerme triste, muy triste, cuando la injusticia y la estupidez se imponen. Siempre digo, además, que la injusticia suele ser muy estúpida y la estupidez, muy injusta.
Hoy les quiero hablar de otro Vicente. El poeta más grande de la lengua española del siglo XX. Vicente Aleixandre, Premio Nobel de Literatura en 1977 .
Bueno, en realidad no les voy a hablar de él si no de su legado. Y lo quiero hacer porque estoy seguro que desconocen por completo lo que les voy a contar. En poco tiempo, y por resumir, les diré que, desde hace 36 años, un grupo de locos enamorados de la belleza de sus palabras, intentan salvar su legado . Sin ningún éxito, por cierto, hasta el momento.
El objeto de litigio en cuestión es su casa de Madrid. Todos la conocemos como Velintonia , era el nombre de la calle hasta que la calle cambió su nombre por el nombre del poeta. Por Velintonia 3 pasó toda la poesía española de siglo XX . Y todos los poetas. Esa casa era un lugar que siempre tenía las puertas abiertas a quien quisiera pasar por allí para hablar de poesía. De poesía y de amistad.
De los años 20 y de los años 30 del siglo pasado, y de sus convulsiones, Velintonia fue escenario de la gran amistad de Lorca y Miguel Hernández con Aleixandre . Solo por eso habría que salvarla. Velintonia 3 sobrevivió a un bombardeo y, aunque parcialmente destruida, Aleixandre la salvó para pasar en ella toda su vida. Solo por eso habría que salvarla. Esas paredes fueron testigo de las conversaciones de Aleixandre con Luis Cernuda. Solo por eso habría que salvarla…
No les quiero abrumar con más nombres, o tal vez sí, porque desde que esa casa abriera sus puertas, en España abrió sus puertas la Casa de la Poesía . Y no es que lo diga yo, lo dijo Leopoldo de Luis en una obra inolvidable sobre la vida de Aleixandre.
La vida. La vida se acaba y, a veces vienen los problemas. Una herencia sin resolver está a punto de condenar esa casa , después de 37 años, a la subasta y al derribo.
A estas alturas se estarán preguntando por el motivo de lo que les estoy contando. Verán, tengo roto el corazón. Nadie, salvo estos locos deliciosos de la Asociación de amigos de Vicente Aleixandre , nadie ha movido un dedo por salvar la casa. Nosotros queremos convertirla en la Casa de la Poesía Española, los herederos del poeta quieren venderla , la Administración, las Administraciones, podrían comprarla. Nadie ha puesto un solo duro de los de antes ni un euro de los de ahora, por adquirir el inmueble para salvar la memoria y el legado del poeta.
No me extiendo más. Busquen por internet y no pierdan de vista la cuestión. Algunos estamos empecinados en que esta casa vuelva a ser actualidad. Sigan la noticia.
Una cosa, cuando se pierde el patrimonio cultural, se pierde un poquito la memoria y, en estos tiempos en que la estamos refrescando no conviene dejar caer ni un solo muro de los que contienen nuestros recuerdos .
Qué pena que, llegado a este punto, esté a punto de perderse la casa de Vicente Aleixandre , la casa del poeta del amor, la casa de nuestro Premio Nobel, esa casa que se llama Velintonia, que no se ha salvado hasta ahora por desidia y por mala leche. Y solo por un puñado de euros.