Ferran Garrido - Una pica en Flandes

Una «nueva izquierda» descompuesta

«El caso es que hoy tengo un regusto de tiempos antiguos y de palabras rancias»

Imagen de Irene Montero tomada este domingo en Alicante EFE

Siempre pensé que el enemigo natural de la izquierda es la derecha. Bueno, en realidad dejé de pensarlo cuando empecé a estudiar historia y, sobre todo, cuando leí el “Homenaje a Cataluña” de George Orwell, pero de ese libro ya hablaremos otro día.

Cuando vi que, a lo largo del tiempo, el principal enemigo de la izquierda española ha sido ella misma, fragmentada siempre en grupos y partidos de intereses diversos y, muchas veces contrapuestos, con el único nexo del enemigo común de la derecha, siempre me quedó durante algún tiempo el refugio de la lectura de las Memorias y Diarios de Manuel Azaña, pero ahora, debe ser la edad, aún me reafirman aún más en esa idea de la autodestrucción de la izquierda en nuestro país.

Iba a decir que estamos en precampaña electoral, pero en realidad estamos en una campaña permanente desde ya no sé ni cuánto tiempo hace, que ya he perdido la cuenta, un estado que nos lleva a los periodistas a la cobertura informativa de un mitin perpetuo, uno tras otro, como si del Día de la Marmota de “Atrapado en el tiempo” se tratara.

El caso es que hoy tengo un regusto de tiempos antiguos y de palabras rancias. Lenguaje de otros tiempos que plaga los discursos de los líderes de la nueva izquierda envejecida por el desgaste acelerado de su propio cansancio y de sus errores de bulto. Un lenguaje que desilusiona cuando se enfrenta a esa izquierda que, con los pies en el suelo, se esté o no de acuerdo con ella, se presenta con vocación de gobierno y sentido de estado (al menos eso espero).

En fin, que el mitin de Irene Montero en Alicante me llenó de palabras huecas, sonoras sí, pero huecas. Y es que, cuando escucho los furibundos ataques que los dirigentes podemitas dedican al PSOE, tengo la sensación de que todo está perdido, una vez más, en la unidad de acción de la izquierda y que, para la “nueva izquierda” su viaje a ninguna parte está lleno de estaciones y paradas populistas que se disuelven en discursos con aroma de ambición por un reparto del poder ante el que no supieron estar a la altura de las circunstancias para llegar a pactos de gobierno.

Imagen de Irene Montero tomada este domingo en Alicante EFE

Encima, en sus discursos, los ataques al presidente del Gobierno en funciones pasan por amenazas de movilizaciones y conflicto social. Y de verdad, somos muchos los que ya no queremos más conflictos. Con lo de Cataluña ya llevamos dos tazas de caldo. Queremos avances sociales, por supuesto, pero desde el respeto a los que supieron traer el cambio a la sociedad española sin olvidar nuestro pasado y pensando en el futuro de España.

Respeto todas las posturas políticas y todas las ideas que respeten la libertad desde mi convencimiento democrático, pero me gusta poner nombre a las cosas, soy muy ordenadito, y aunque detesto las etiquetas, me gusta clasificarlo todo por su nombre.

Cuando los dirigentes de Podemos tildan de derechista al Partido Socialista me da como urticaria y echo mano del diccionario de términos políticos. El PSOE es, o era, socialdemócrata desde que abandonó el marxismo. Pero no, de derechas no es, se lo digo yo. Y Podemos, Unidas Podemos, es comunista. Y no pasa nada. Ni uno ni otro término es peyorativo, pero conviene situar las cosas en su sitio y por su nombre.

Una joven líder de Podemos le pregunta durante un mitin al PSOE que “qué quiere ser de mayor”… ¡Toma del frasco! Miren, el PSOE ya es mayor de edad y arrastra una historia que se puede compartir o no, admirar o no, pero que supera un poquito a la de la “nueva izquierda española”. En fin…

Así que vistos los ataques verbales incesantes, empiezo a entender que Pedro Sánchez no llegara a un acuerdo de gobierno con Pablo Iglesias al que un día definió como su socio preferente o prioritario, que no recuerdo bien con tanto mitin.

Con todo esto no puedo evitar volver a sentir la vieja sensación de la izquierda descompuesta que se fagocita a sí misma y para la que, todo aquello que quiere denostar, es de derechas, usando ese calificativo, esta vez sí, de forma peyorativa.

Espero que se lo piense bien el PSOE y que lo medite bien la derecha, a la hora de pensar en el día siguiente a las Elecciones Generales y en los pactos para la gobernabilidad de España después de que volvamos a pasar por las urnas.

Y, ustedes, perdonen la chapa que les acabo de soltar, pero padezco ya el síndrome del análisis político de precampaña.

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