Ferran Garrido - Una pica en Flandes
No hay debate
«Cuando aparecen los extremos radicales, predicando con grandes palabras, pero huecas, la única garantía de futuro es el afianzamiento del sistema democrático que en España emana del consenso»
A fuerza de ser puñeteros acabamos por instalarnos en la disidencia. El espíritu crítico nos lleva hasta el final de todo lo que da el sacapuntas a la hora de afilar el lápiz y, el pensamiento libre, se nutre de esas virutas para ver las cosas de la vida de una manera diferente a lo que las corrientes y las tendencias de cada momento nos marcan como la doctrina oficial. Y, créanme, nos pasa a muchos que ya fuimos críticos en un sentido hace tiempo y ahora puede parecer que lo somos en el contrario. Pero no es verdad. Seguimos siendo críticos . Lo que yo les decía, disidentes frente a la doctrina oficial.
En este sentido, y miren que llevo meses viéndolo venir, no estoy muy por la labor de tragar con la pretendida «alarma social» de un debate que me parece no está en la sociedad si no sólo en parte de sus dirigentes políticos. Que no digo yo que no sea lícito, faltaría más, pero que no me resulta sincero al menos en sus formas.
A ver, el cuerpo me pide decir que no hay debate. Que hay agenda y que, un partido político se la está imponiendo a su socio de gobierno que hace lo que puede para adaptarse y adaptarla a la necesidad de gobernar. Por puro pragmatismo.
A estas alturas ya saben que estoy hablando de la Monarquía en España , un sistema que forma parte del consenso constitucional y que va mucho más allá del significado estricto de una u otra forma de gobierno.
Es lícito que un partido de inspiración comunista, con vocación republicana, plantee el debate. Pero que nos quiera vender la moto de que es el debate prioritario a estas alturas, como que no.
Entre otras cosas porque no es un debate presente en la sociedad. En todo caso es un debate inducido desde las filas de Podemos al que, seguramente de buena voluntad se están apuntando muchos socialistas una vez desaparecido en «Juancarlismo». Bueno, desaparecido no, que aún traerá cola mediática y tal vez judicial , para ocupar páginas de prensa y conversaciones de red social mientras giremos la mirada hacia otros paisajes que tal vez no interesen tanto a los dirigentes del pretendido debate.
Que oiga, se puede hablar de todo y no seré yo el que lo niegue. Pero vamos, que con la que nos ha caído, la que nos está cayendo y la que nos va a caer, creo que hay otras preferencias.
Lo que no acabo de entender es esta puñetera tendencia tan nuestra de estar siempre mirando al pasado para querer creer que, con ello, miramos al futuro. Nada más equivocado. Me van a permitir que acuñe un nuevo término tal vez, a la hora de referirme al discurso de algunos dirigentes de izquierda.
Se trata de la «mirada de futuro retrospectiva» , y perdónenme la retranca, pero en mi inmensa ignorancia yo lo veo así. Para consolidar un proyecto nuevo primero desenterramos al fiambre, que por mi cómo aquel, no hizo más que despertar muchos fantasmas del pasado para engordar aún más la bestia. Pero vale, era justo y necesario. Ahora resucitamos la república, que oiga, es un régimen como cualquier otro, pero que dentro de nuestro marco legal no es el nuestro y, en medio de tanta urgencia, me hago la pregunta de qué va a ser lo siguiente que vamos a resucitar cuando las cosas se compliquen de nuevo. No sé… ¿La semana Trágica? ¿Los sucesos de Casas Viejas? ¿La revolución de Asturias?
Qué bonito es estudiar historia . Especialmente si la manipulamos a nuestro antojo cada vez que nos hace falta y, de eso, en España, sabemos mucho por desgracia.
Pensaba yo anoche que no es casual el momento elegido para lanzar el pretendido debate a bombo y platillo. No lo es. Lo digo con la boca pequeña, pero me da que es de primer curso de cortina de humo . Llevo diciéndolo semanas. Mientras hablamos de lo superfluo no hablamos de lo fundamental. Y conste que las miserias que algunos intentan tapar con todo esto no son lo fundamental, aunque necesiten permanecer ocultas no vaya a ser que nos estropee la agenda.
Y es que aquí, no está en juego el poder, que es efímero. Está en juego el sistema. Y cuando aparecen los extremos radicales, predicando con grandes palabras, pero huecas , la única garantía de futuro es el afianzamiento del sistema democrático que en España emana del consenso y de la aceptación de todos los españoles en su momento.
A partir de ahí, las reformas constitucionales se hacen en el Parlamento y con la mayoría suficiente y necesaria para hacerlas. Lo demás son experimentos revolucionarios de mitin y de pancarta de políticos que se comportan mucho más como activistas que como mujeres y hombres de estado y de gobierno. Pero ya les digo, hay que llevar adelante la agenda. A cualquier precio, para entonces sí, cambiando el sistema, conseguir el poder.
En una cosa sí estoy de acuerdo con los inspiradores del debate. Pero yo amplio el campo y no solo me ciño a la monarquía. Me preocupan mucho los cargos y nombramientos en el seno de una de familia por lo que dicen de hereditario en la corona. Claro que hay que diferenciar entre el nepotismo y la tradición , aunque ahí estaremos todos de acuerdo, ambos nos pueden llevar al mismo sitio para perpetuar a los familiares en el cargo, sea trono sea escaño, sea humilde concejalía o flamante ministerio.
El problema del republicanismo español es que se empeña en resucitar la Segunda República y en patrimonializar los valores republicanos para la izquierda. Y es un error, como lo es en la derecha intentar patrimonializar los valores de una monarquía parlamentaria. Basta con hablar con esa gente de la que nos llenamos la boca hablando para darse cuenta que se puede ser republicano y de derechas y se puede ser socialdemócrata y de izquierdas . Les doy mi palabra. Se puede.
Otra cosa es que nos demos cuenta de quién y para qué intenta hacer brotar ese debate para precipitarlo y provocar un cambio de sistema y no su reforma.