Ferran Garrido - Una pica en Flandes
La mascarilla
«Este tapabocas que llevamos desde hace 500 días me ha ayudado a cobrar otra dimensión de la belleza»
No me lo tomen a mal, ni piensen que soy un poco raro. Bueno, un poco raro sí que soy, pero fácil de llevar con mis rarezas o, al menos, eso dicen mis amigos porque lo que digan mis enemigos, si es que los tengo, que los tengo, me la trae al pairo. En fin, cosas mías, que ya me estoy dispersando, porque en realidad hoy les quiero hablar de mascarillas que, digo yo, qué tendrá que ver con todo esto. Bueno, tiene que ver con lo de no me lo tomen a mal y con lo de que piensen que soy rarito. Aunque con estos razonamientos contribuyo fehacientemente a ello.
Les iba a decir que he descubierto que me encantan sus ojos cuando lleva puesta la mascarilla. Este tapabocas que llevamos desde hace 500 días me ha ayudado a cobrar otra dimensión de la belleza . Una percepción que va desde la mirada hasta lo más profundo de los significados del alma. No se me despisten, que no estoy hablando de sus ojos, no los de ustedes, sino de los de ella, una persona en concreto, aunque por extrapolación se pueden mirar al espejo con la mascarilla puesta y ya me dirán si no se ven muy guapos cuando se miran a los ojos…
Ella está preciosa con o sin mascarilla, pero al resaltar la profundidad de la mirada , la expresividad de los ojos crece de forma superlativa hasta conseguir hacer realidad aquello de entendernos con una mirada. Claro, que ella es una persona tan especial…
Siempre he intentado ver la parte positiva de las cosas malas. Lo de tener que llevar 500 días la mascarilla puesta para casi todo no tiene ninguna gracia y, seguramente, pensarán que ya estoy con una de esas gilipolleces mías de poeta, pero siempre intento ver la parte de belleza que me ofrece la vida y, sin duda, ella es lo más bello del mundo.
Este fin de semana ya podemos salir a la calle sin mascarilla . Eso es bueno, sin lugar a ninguna duda. Entiendo perfectamente que a muchas personas les dé un poquito de cosa, pero tampoco hay que dramatizar con síndromes raros ni fomentar el pánico a eso de «la cara vacía» o no sé cómo le quieren llamar ahora. Las cosas, con normalidad, se llevan mejor.
Esta mañana, al salir a la calle, he visto a muchas personas con la mascarilla puesta y me parece muy bien. La prudencia ante todo y esta es una costumbre que podríamos mantener para evitar contagios, no solo del Covid-19 si no de cualquier otra cosa como el resfriado común, pero no me negarán que aquellos que nos la hemos quitado, guardando las distancias y las medidas de seguridad, no hemos experimentado una grata sensación de libertad. Yo, al menos, sí.
De todos modos, me preocupa el incremento en el número de contagios de estos últimos días. No por esperados, lógicos con el aumento de la movilidad, dejan de preocuparme. De lo del brote de los viajes fin de curso a Mallorca mejor no hablamos, que me pongo de mala leche, pero es una razón más para que sigamos manteniendo la prudencia. No debemos olvidar que seguimos en medio de una pandemia. Tal vez en la recta final. Tal vez.
Lo que es realmente cierto es que no puedo dejar de pensar en sus ojos, en los de Bea, y de mirarme en la profundidad de su mirada . Tal vez en esas aguas nazcan nuevos versos. Tal vez…