Ferran Garrido - Una pica en Flandes
La manada, asco y rabia
«Con la violación, el calvario no ha hecho más que empezar: llegarán los que se atreverán a culpabilizar a la víctima y revivir los hechos con pruebas periciales que prolongan la agonía del horror»
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Hay pocas cosas en este mundo que me produzcan tanta rabia, tanto cabreo y tanto asco como la violencia sobre las mujeres . La verdad es que siento ese rechazo sobre la violencia en general, pero la violencia machista me subleva.
Comparto a menudo mis reflexiones con ustedes con el fin de intentar remover conciencias en medio de una sociedad que hace mucho me decepcionó y que, carente de valores, viaja desnortada en una travesía a ninguna parte, vacía y sin conciencia.
He tardado unos días en madurar lo que iba a salir de mi boca, del teclado de mi ordenador, al respecto de la violación grupal que hace unos días destrozaba , en un pueblo valenciano, la vida de una niña de catorce años , posiblemente para siempre.
Miren, los periodistas no somos de piedra. Al menos algunos. Debemos ejercer la profesión con la frialdad de un cirujano, pero aunque la profesión va por fuera, la procesión va por dentro.
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Seguramente algunos sabemos más detalles de esta historia de lo que se ha publicado y de lo que se puede publicar por respeto a la víctima, que es una menor, una niña que ha vivido una de las peores experiencias que puede vivir una mujer. Yo, con lo que sé, siento asco. Y rabia. Y vergüenza. Con lo que no sé, siento pavor.
No puedo dejar de pensar en que, a pesar de los esfuerzos que llevamos haciendo durante años, de la lucha por la igualdad que muchos hemos mantenido sin descanso, del trabajo de concienciación de un problema que parece irresoluble, de los esfuerzos para la visibilización de la desigualdad, de la lucha de muchas para conseguir unos derechos que son elementales, básicos y evidentes, aún siga habiendo bestias que pasen por este mundo como si no hubieran aprendido nada de respeto, de civismo y de comportamiento humano.
Yo estoy harto . Cansado de ver como la violencia machista se ejerce sin pudor, como cada día surgen noticias de todo tipo entorno a esto, fatigado ante la impotencia que demostramos como sociedad a la hora de impedir los golpes, el maltrato , los abusos , los asesinatos , las violaciones …
No sé si mi criterio es acertado, pero no puedo parar de pensar que, después de la muerte, la violación es la peor agresión que puede sufrir el ser humano. La violación a una mujer demuestra que el atavismo medieval de la pretendida superioridad del hombre no se ha olvidado y que algunas bestias lo llevan tatuado en el ADN, como la violencia, como ese sentimiento de que su satisfacción personal está por encima de toda la creación.
Cuántas veces he pensado, al cubrir noticias como esta, que una cosa así me la podría haber ahorrado. Pero luego lo pienso más y siempre llego a la misma conclusión. Quién no debería pasar por esto es la víctima. Jamás. Por eso me armo de valor, pongo cara de póquer y me lanzo a la cobertura informativa con todo el asco y la rabia que me llena el estómago y me come, cada vez, las entrañas.
Deben saber que, con la violación, para la mujer, el calvario no ha hecho más que empezar. Que llegarán los que se atreverán a culpabilizar a la víctima, que llegará el revivir los hechos con pruebas periciales que prolongan la agonía del horror y que habrá de pasar por el proceso de una Justicia que no siempre es todo lo rápida, todo lo efectiva y todo lo eficaz que debería ser.
Cinco de los miembros de esta manada salvaje de l’Ollería ya están en prisión. Dos están en libertad con cargos y un tercero ha sido detenido este martes. Seguramente habrá más detenciones, pero no me puedo quitar de la cabeza que este sólo será un capítulo más de esta larga novela de terror por entregas.
Y no me importa la nacionalidad de los culpables, ni el origen de la víctima. No me importa la clase social ni la procedencia. Sólo me importa que este es un caso más de violencia machista, de la más execrable y vil de las violencias que se ejercen sobre las mujeres. Y me da asco. Y mucha rabia.