Ferran Garrido - Una pica en Flandes

Libertad responsable

«Mucha gente no se pone la mascarilla nada más que cuando no hay más remedio»

Imagen de una pareja paseando por el centro de Valencia EFE

He de confesar que pierdo la fe en el género humano con cierta facilidad. No es de ahora. Es desde que hace muchos años descubrí nuestra capacidad de autodestrucción y nuestra irredenta tendencia a la estupidez y a la reiteración sin límites en el error y en la irresponsabilidad.

También les digo que no me gusta criminalizar a todo el colectivo por el comportamiento incorrecto de unos pocos. No es justo . Pero cada vez son más los que entran en el capítulo de los injustos. Una pena.

Durante los meses de confinamiento, en un arrebato de bonhomía impropio de mi resabio de veterano descreído , pensé que cuando saliéramos del confinamiento y de la crisis generada por la pandemia íbamos a ser mejores personas y un poquito más buena gente. Oh mísero de mí. Infeliz. Mucho me temo que va a ser que no.

A partir de hoy les propongo, en esta relación epistolar que mantenemos ustedes y yo en lás páginas de ABC , un repasito a las tontunas, gilipolleces, errores de bulto cuando no maldades, e irresponsabilidades que estamos convirtiendo en comportamiento cotidiano. Y lo voy a hacer por orden, poco a poco, artículo a artículo, según me las vaya encontrando.

Con permiso del respetable voy a comenzar por el uso de la mascarilla. Mejor dicho, por el NO uso de la mascarilla. Que sí, que ya sé que es un latazo llevarla, pero miren, salva vidas y evita contagios. Así de sencillo. Esto, que parece obvio, se traduce en una fiebre de irresponsabilidad que se puede comprobar, sin ir mucho más lejos, en la puerta de casa, en los paseos marítimos, en muchas avenidas, en las terrazas, en cualquier sitio. Mucha gente no se pone la mascarilla nada más que cuando no hay más remedio . Como si la obligación fuera un castigo y su uso un tanto de aquello tan nuestro del usted disimule. Patético, es patético, porque cuando llegue el rebrote gordo, ese que seguro va a llegar, y volvamos a la alerta y el confinamiento, habremos perdido todo derecho moral al pataleo, cuando no al de la manifestación de nuestros irrefrenables deseos de defensa de la libertad… y ustedes me entienden.

En el colmo de los colmos, si nos pareció irresponsable lo de los titubeos, los errores y las indecisiones a la hora de decidir la obligatoriedad del uso de la mascarilla por parte de las autoridades, ahora surge un movimiento anti uso de las mascarillas, a las que llaman bozales , apoyado en argumentarios de corte pseudocientífico. Lo dicho, lamentable.

Me van a permitir que califique esa actitud en el capítulo de las gilipolleces, para que quede como tal, como una gilipollez irresponsable, además de insolidaria, en los anales de la historia de la pandemia, de esta pandemia que no ha acabado y que, por lo tanto, no nos permite bajar la guardia para que no tengamos que volver al estado de alarma y al confinamiento , por el bien de todos, y de paso seguir disfrutando de esa libertad con la que nos llenamos la boca cuando vienen mal dadas.

Recuerden que el ejercicio de la libertad es, de forma indiscutible, el de la responsabilidad.

Imagen de una pareja paseando por el centro de Valencia EFE

También es verdad que recupero esa fe perdida en el género humano muy a menudo. Por un simple gesto, una buena obra , un acto solidario o un comportamiento decente y coherente con la situación, sea cual sea, un momento de esos en los que el buen hacer reivindica a una persona para dignificar a toda la sociedad en la que vive. Pero esas veces, les doy mi palabra, cada día son las menos.

En fin, les dejo, voy a ponerme la mascarilla , que me voy a hacer la compra.

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