Ferran Garrido - Una pica en Flandes
Días de radio
«La radio ha vertebrado nuestras vidas como un hilo conductor que va desde el corazón a los recuerdos»
En casa éramos de escuchar la radio . Mi madre era de escuchar la radio. Mi infancia es un recuerdo construido con sonidos de la radio , de aquel aparato grande, un Vanguard, que presidía nuestras vidas desde un mueble de la cocina. No recuerdo nada de aquella época sin esa radio. Sin la radio.
Mi madre era de Radio Madrid. Desde que se levantaba hasta que se acostaba. Me crié con aquellas voces de la SER, ya míticas, que nos acompañaban noche y día mientras ella se ocupaba de todo en casa y organizaba las cosas de su trabajo fuera de casa, yo creo que inventó el teletrabajo, mientras escuchaba la radio. En realidad, creo que le marcó tanto la radio que, cuando se jubiló y se instaló definitivamente en Valencia, ella seguía llamando Radio Madrid a todo lo que fuera la SER. Me perdonen los queridos amigos de Radio Valencia, pero ella era así…
Mi padre era más de Radio Nacional, y a ratos de la COPE. Y de Radio Exterior que, tal vez por costumbre, seguía oyendo en un transistor de onda corta cuando estaba en casa. Es que estaba poco en casa. Tal vez por eso yo también me enganché a la radio . A mi hermano le debió pasar algo parecido. Ha consagrado su vida a la radio. Su profesión y su vida, dedicadas al periodismo. Y eso que iba para economista.
A mí me pasó algo parecido. Mi vida cambió el día que entré por la puerta de Radiocadena Española. Fue el principio de un amor eterno que luego me llevó a Radio Nacional y después a Televisión Española y, también, a las páginas de este periódico. Yo también me dedicaba a otra cosa, pero el veneno de la radio cambió mi vida .
La radio. Siempre la radio. En casa escuchábamos la radio. En el colegio escuchábamos la radio. En la Academia escuchábamos la radio. Yo me levantaba pronto y ponía, muy bajito, Radio Hora, muy bajito para no despertar al personal, no fuera a ser que me lazaran una bota a la cabeza. Esa emisora, que me introdujo en el mundo del estrés y de las prisas, me enseñó a ser puntual . Bueno, Radio Hora y mi padre, que eso si era un ejemplo de puntualidad. Luego vino Radio Minuto, allí trabajó mi hermano, pero no sé, ya no era lo mismo, y me pasé en cuerpo y alma a los informativos matinales.
Me hice mayor y me salió el primer bigote, bigotillo de adolescente, con las voces de Luis del Olmo y de Iñaki Gabilondo . Descubrí los seriales con La Saga de los Porretas y me aficioné al teatro hablado con el Cuadro de Actores de Radio Nacional… y me están entrando escalofríos solo de recordarlo. De emoción. Radiofónica carne de gallina con lágrima incluida. Menos mal que la jarana que llevan los Fósforos en la radio me alegra la mañana mientras escribo estas líneas. A veces, la nostalgia me arrastra un poquito a la tristeza. Pero pongo la radio y pienso en aquella vieja Vanguard de cuando niño y se me pasa todo al recordar la sonrisa y la mirada inteligente de mi madre.
Aún hoy me despierto con la radio. Soy de los de radio reloj despertador en la mesita de noche. Y sigo teniendo un transistor en el cuarto de baño. El mismo que durante años escuchó mi padre. Si lo piensan bien, la radio ha vertebrado nuestras vidas como un hilo conductor que va desde el corazón a los recuerdos y desde la realidad a ese mundo sonoro que nos pinta de colores, cada día, las voces de la radio, para poner imagen a los sonidos de la vida.
Mientras pasan las horas del Día Mundial de la Radio , repaso las noticias de la jornada y comparto con Bea mis recuerdos. Ella también es de escuchar la radio.