Ferran Garrido - Una plica en Flandes

La Constitución en medio del huracán

«Ahora parece que la Carta Magna nació como por arte de magia y se pretende ignorar su legitimidad democrática para hacer creer que nació por generación espontánea, como las muñecas repollo»

Lo de que nada es para siempre lo aprendí con mi primer desengaño, pero después la vida me enseñó que lo de perpetuar las cosas es cuestión de voluntad , de habilidad y de buen hacer. Especialmente cuando las cosas que queremos prolongar en el tiempo son buenas, funcionan y nos hacen bien. Todo se puede adaptar a los tiempos, pero ajustando nuestros deseos a la realidad y a las posibilidades, no al revés, y siendo honestos, realistas y sinceros.

La democracia es imperfecta. Seguro. Por eso requiere de un sistema jurídico garantista que afiance la seguridad de los ciudadanos. Seguridad en el sistema y seguridad en las instituciones. Por eso, hace cuarentaiún años nació la Constitución Española .

Bueno, la Constitución no nació por generación espontánea, como las muñecas repollo, si no que fue fruto del acuerdo entre diferentes, del consenso de personas sensatas que, desde la derecha y la izquierda supieron superar obstáculos y diferencias para dotar a España de un marco legal democrático.

Los que vinimos después hemos de estar agradecidos a aquellos que consolidaron la democracia española. Muy agradecidos. Y si no que se lo pregunten a todos los que vivieron las convulsiones políticas de un país cuajado de cainismos , asonadas violentas y represalias políticas.

En definitiva, la Constitución Española del 78 nos trajo un marco de paz para convivir y vivir en democracia, un marco que fue aceptado y refrendado democráticamente por los ciudadanos españoles. Que no lo olvide nadie, porque ahora parece que la Constitución nació como por arte de magia y se pretende ignorar su legitimidad democrática para hacer creer que nació por generación espontánea, como las muñecas repollo. Pues va a ser que no.

Imagen del hemiciclo durante la sesión de constitución de las Cortes para la XIV Legislatura en el Congreso de los Diputados EP

La «Consti», como cariñosamente la llamaba mi admirado y querido Forges, cumple ahora 41 años en medio de un huracán que amenaza con llevársela por delante. Un drama. Una situación que no creo sea sobrevenida, si no provocada por un interés de cambiar las cosas al margen del sistema democrático. Porque el sistema democrático tiene sus mecanismos para reformar las leyes dentro de la democracia, pero, para eso, claro, hay que creer en la democracia y trabajar para conseguir los acuerdos necesarios para promover las reformas. Para poder hacerlo, insisto, hay que creer en el sistema democrático , ese que nos garantiza un marco de convivencia dentro del respeto a las diferencias y a la diversidad.

Este huracán «antisistema», que amenaza con arrastrarnos a todos, tiene mucho de reaccionario y totalitario, aunque se disfraza de una modernidad pretenciosa vestida de un tufillo trasnochado que recuerda a épocas pretéritas en las que se refleja para, mirando al pasado, intentar un futuro que pasa por postulados absolutos, pretendidas verdades irrefutables e ideologías caducas de otros tiempos, disfrazadas de «antisistema».

Basta con ver el comportamiento en público de muchos responsables políticos, con actitudes ridículamente infantiles, juramentos y promesas iconoclastas, y estrafalarios, irrespetuosos con las buenas formas del comportamiento democrático para rubor de los espectadores, ciudadanos que cumplen las normas con respeto y pagan sus impuestos con puntualidad. Y eso se ve a derecha e izquierda y, si no, denle un repaso a la sesión de constitución del Parlamento de la nueva legislatura.

No puedo evitar, con todo mi profundo y convencido respeto por la democracia, tener una agria sensación de tristeza y un viscoso sentimiento de ridículo después de ver y oír a muchas de sus señorías. Y no digo más. O sí, porque me vienen a la cabeza dos citas del filósofo José Ortega y Gasset. La primera forma parte de un discurso parlamentario que pasó a la historia: «Señorías, les recuerdo que aquí no hemos venido a hacer el payaso, ni el tenor, ni el jabalí» , en referencia a un triste espectáculo parlamentario en la Cortes Constituyentes de la Segunda República. La otra es su famoso artículo titulado «No es esto, no es esto» , lectura que recomiendo a todo bicho viviente con intención de vivir en democracia.

Que nadie olvide dos cosas. Una, que todo es reformable, también la Constitución, pero dentro de los cauces de la democracia. Otra que, en aquellas Cortes Generales de 1978, la Constitución Española fue aprobada con tan sólo 6 votos en contra. Aquellos hombres que supieron traernos la democracia merecen un respeto. La Constitución también. Pero sobre todo merecen ese respeto España y los españoles . Tomen nota sus señorías.

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