Ferran Garrido - Una pica en Flandes
El año de Berlanga
«Estos últimos años están llenos de circunstancias berlanguianas»
Tal vez me inicié demasiado joven en muchas cosas. Tal vez. Claro que eso me ha dado muchas ventajas en la vida, mucha ventaja, sobre los que han vivido con los ojos cerrados y las mentes más cerradas aún. Tal vez esté equivocado y mi forma de ver la vida sea un poco estrafalaria. Ya saben los habituales de mis letras que siempre me he considerado un 'outsider' de esos que se leen hasta el diccionario de la RAE de vez en cuando que, oiga, hay que leerlo para estar al día en esto del oficio del escribir y del hablar bien. O, al menos, de intentarlo, para saber que en lugar de con ese anglicismo debería definirme como un alternativo cuando no un fuera de lugar. Tal vez empecé a ver demasiado pronto las películas de Luis García-Berlanga . O, tal vez, no.
En una de esas, diccionario de la Real Academia de la Lengua en ristre, me encontré con el término ' berlanguiano ', entendido por la RAE como perteneciente a la obra de Luis García-Berlanga , pero también como algo que tiene rasgos característicos de su cine. Y el hallazgo me llenó de ilusión porque descubrí que mi forma de ver la vida ya tenía su adjetivo.
Estos últimos años están llenos de circunstancias berlanguianas . No sé si a don Luis le haría mucha ilusión todo lo que estamos viviendo, seguramente no, pero tal vez habría sabido sacarle punta, con ese humor tan suyo , tan mediterráneo, tan nuestro, a muchas de las rocambolescas historias que estamos viendo a cargo del coronavirus y de la política. Y no necesariamente por ese orden.
Acaba de comenzar el Año de Berlanga. El inicio no es como muchos piensan la ceremonia de los Goya , con su merecido homenaje al genial cineasta valenciano , una ceremonia que muchos creemos debería haberse celebrado en Valencia. El comienzo del año de Berlanga lo marcaba esta semana la inauguración de una exposición del MUVIM que me atrevo a calificar de excelente. Y no es casual que esta celebración, de carácter nacional, dedicada a uno de los más universales cineastas españoles, haya comenzado en Valencia. No lo es. Es casi un acto de justicia para y desde la tierra que le vio nacer. Además, una actriz valenciana, mi querida Rosana Pastor , es la comisionada de este año dedicado a García-Berlanga.
Paseando con ella por las salas de la exposición me di cuenta de que mi desmesurada afición por el cine de Berlanga afloraba de forma imparable durante nuestra conversación. Tal vez no sea su cine, que sí, si no su forma de ver la vida la que explica mi forma de hacerlo . Y creo que somos muchos, y seríamos muchos más si se volvieran a ver sus películas, los que nos protegemos de la realidad con esa cobertura de socarronería corrosiva, esperpento crítico y humor que caracterizó toda su obra. No me quiero imaginar una película sobre estos tiempos dirigida por Berlanga. O tal vez sí me la quiero imaginar incluso, si cierro un poco los ojos, hasta puedo verla y poner nombre a muchos de los personajes que la protagonizarían.
El caso es que entre 'Esa pareja feliz' y 'París-Tombuctú' hay todo un universo berlanguiano que se condensa en 17 películas que retratan, con la particular mirada irónica de Berlanga, la sociedad española de la segunda mitad del siglo XX.
A don Luis había que conocerle para entender muchas de sus cosas y muchas de las historias que llevó al cine. Recomiendo encarecidamente una visita a los archivos de TVE donde podemos ver páginas y páginas de reportajes, documentales, testimonios, entrevistas y películas, para entender mejor su vida y su obra, el trabajo de un artista crítico que se enfrentó a la dictadura pero que también fue crítico con todo lo que no le gustó de los primeros años de la entonces joven democracia española.
Lo que más me sorprende fue su capacidad para pasar la censura . Parece impensable que títulos como 'Bienvenido Mr. Marshall' o 'El Verdugo' fueran proyectados en la España de aquella época. Eso por no hablar de 'Los jueves, milagro', 'Plácido' o 'Tamaño natural'. Tiempo después, tras dirigir su escopeta y su patrimonio nacional, fue capaz, en un alarde de coherencia surrealista, enviando a 'Todos a la cárcel'. Qué grande era.
Tal vez yo esté equivocado, pero tras enamorarme de la ternura agridulce de 'Calabuch', he llegado a la conclusión de que su obra maestra fue 'La vaquilla', una película que se debería pasar cada semana en las escuelas para ver si, de una vez, asimilamos la absurda realidad cainita que los españoles llevamos dentro.
En fin, Luis García-Berlanga dejó de hacer cine en 1999. Fue el año de su última película, 'París-Tombuctú', un canto a la libertad artística de un creador que selló su legado de forma rotunda y definitiva, más vigente que nunca en estos tiempos de debate a ladrillazos sobre la libertad de expresión.
Ahora que Antonio Banderas presenta la gala de los Goya que homenajea a Berlanga, me vienen a la cabeza sus declaraciones de 2017 cuando dijo que «lo de Cataluña, a veces, parece una película de Berlanga». Me va a permitir el actor malagueño el atrevimiento de la corrección, pero creo que lo de España, casi siempre, parece una película de Berlanga.
Don Luis, esté donde esté, feliz año maestro.