Ferran Garrido - Una pica en Flandes

Bares, qué lugares...

«Hay bares que nos cautivan por su atmósfera. Otros por su significado y, otros, porque nos arrastran de la mano hacia un universo de recuerdos con imágenes evocadoras»

Terraza de una cafetería JUAN CARLOS SOLER

Algunos de los mejores versos de la historia se han escrito en la mesa de un bar . O en la barra de una cafetería. En una servilleta o en cualquier papel susceptible de abrazar el calor de unas cuantas palabras escritas al calor del amor, en un bar. Muchos de mis versos se han escrito así. Seguramente no serán ni históricos ni de los mejores, pero las páginas de muchos de mis libros han nacido en un bar.

La verdad es que hay bares que nos cautivan por su atmósfera . Otros por su significado y, otros, porque nos arrastran de la mano hacia un universo de recuerdos con imágenes evocadoras.

En un bar de mi pueblo está la presencia permanente de mi padre. Él no era de bares, pero me gustaba compartir el almuerzo allí con él. Ante un buen bocadillo, sentados frente a frente, mantuvimos algunas de las conversaciones más íntimas y sinceras de nuestra vida y, desde que falleció, nunca más he vuelto a entrar. Pero ese bar forma parte de mi vida y de su memoria.

Bueno, lo que les decía, que a veces me disipo… Yo, que soy de escribir en silencio, sin embargo, disfruto mucho cuando se me desboca la hemorragia de palabras y tengo la irrefrenable necesidad de ponerme a escribir en medio de un bar. Por muy ruidoso que sea. Me pasa, ya lo creo que me pasa . Y no es de ahora, no, que no es nuevo.

Terraza de una cafetería JUAN CARLOS SOLER

Esa costumbre empezó en mi juventud madrileña , cuando nací a las tertulias literarias de la capital y me sentaba en las mesas de piedra de los grandes cafés. Esas mismas mesas donde se sentaron los grandes escritores, a ver si se me pegaba algo de ellos al tocar las tapas de mármol de esas mesas. Como por ósmosis.

Bares, qué lugares tan gratos para conversar. No me digan que no han mantenido charlas quilométricas con los amigos en torno a la mesa de su bar favorito. Nosotros siempre quedábamos en el mismo. Y a la misma hora. Javi siempre llegaba tarde… Cómo le echo de menos desde que murió.

No me negarán que esos desayunos de chocolate con churros , apenas salido el sol después de una noche larga y llena de emoción, le devolvían a uno la vida a las carnes, castigado el cuerpo por los excesos nocturnos, antes de seguir un nuevo día con torería y valor o antes de ir a dormir toda la mañana.

El que me diga que no le gusta ir a una cafetería es que ha olvidado el aroma de la plancha caliente, repleta de tostadas con mantequilla antes de que emprendieran su viaje a la barra acompañadas de su cuchillito y su tenedor. Y su mermelada. Aunque mi amigo Pedro Ignacio era más de pedir una bayonesa y un café, yo en lo del café le he acompañado siempre, soy mucho más de la sencilla, caliente y popular tostada.

La poesía , a veces, nace cuando uno no está ya ni muy entero ni muy en sus cabales y emprende la senda de convertirse en un verso suelto. Bueno, no en los cabales convencionales, pero sí en sus cabales literarios que con frecuencia no casan con el convencionalismo de lo que se considera normal. Y un bar es un buen sitio para apurar las horas a la espera de la inspiración. Claro, que mientras esa infiel amiga aparece, uno se consuela mirando las rosas que en su honor se nos ofrecen desde dentro de un vaso de vidrio. Cuatro o cinco rosas, que eso va a gustos y a resistencias…

Bares, qué lugares… a mí era fácil verme en el de mis queridos Carmen y Paco. Me refugiaba en la mesa del fondo, ponía mi cara de estar en la Taberna, y me dejaba llevar por las musas y por las letras.

A partir de este lunes igual ya me da tiempo para volver a disfrutar allí de una copa de buen vino en esa mesa del rincón. Y tal vez vuelva a escribir allí algunos de mis versos mientras en la gramola alguien ha puesto música, igual hasta alguna canción de Gabinete Caligari , mientras Paco vuelve a sonreír al verme escribir allí de nuevo aunque le ocupe una mesa, mozo no se me queje, y sobre todo al poder abrir su bar hasta las 10 de la noche con esto de que las restricciones se suavizan después de que la culpa fuera del cha cha cha.

Por cierto, mi querido Jaime Urrutia , a ver si es verdad y se produce esa oferta cojonuda y por fin llega el momento de que volváis a cantar juntos. Después de tanto tiempo con los bares cerrados, o a medio abrir, nos hacéis mucha falta.

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