Fernando Llopis - El último liberal

La rebelión de los consellers malfaeners

«Nadie entiende que, cuando más falta hacen los empleados públicos, Compromís prefiera que se queden en casa, ante la desesperación de muchos ciudadanos»

«El problema no es que un funcionario sea poco trabajador, el verdadero cáncer son los responsables malfaeners ». Con esa mezcla de castellano y valencià me contaba Vicente, hace ya muchos años, su visión de la Administración Pública. Me hacía especial gracia cómo introducía el vocablo valenciano malfaener , que sería algo así como «mal trabajador» , pero, a veces, pienso que es intraducible con un cien por cien de acierto.

Vicente era un funcionario ya veterano, siempre el primero en su puesto de trabajo y de los últimos en abandonar la Conselleria al final del día. Creo recordar que, todavía en aquellos tiempos, no estaban instaurados los sistemas de fichaje, aunque a Vicente tampoco le habrían sido necesarios, si bien es cierto que algunos compañeros comentaban con algo de maldad que «estaba tanto tiempo en el trabajo porque se aburría en casa». Él achacaba los males del sistema público a que los jefes habían dejado de ser diligentes a la hora de gestionar el tiempo de sus empleados , que, aseguraba, es lo más valioso que tiene la Administración.

Existen pocas dudas de que la Administración autonómica, hoy, requiere de un plan estratégico que permita su modernización y reestructuración para abordar su principal objetivo, que no es la contratación de personal, sino ofrecer un servicio público de calidad a los ciudadanos que con el pago de sus impuestos contribuyen al sostenimiento de esa administración.

La crisis de la COVID19 ha demostrado varias cosas y una de ellas es el esfuerzo titánico de un puñado de empleados públicos para mantener el servicio que se debía dar a los ciudadanos, mientras las estructuras en las que se asienta este servicio público se tambaleaban debido a su ineficacia.

Imagen de archivo de la vicepresidenta de la Generalitat, Mónica Oltra ROBER SOLSONA

Mientras, muchas empresas procuraban que el obligado confinamiento les perjudicara lo menos posible y activaban el teletrabajo entre sus empleados, con tal éxito que, en muchos casos, ahora se plantean mantenerlo como opción de futuro. En la Administración autonómica, el concepto de «diligencia» recuerda más a la película de John Ford que al concepto que indica la RAE de «prontitud, agilidad, prisa». Además, el Botànic no solo ha fallado en la organización del trabajo a distancia, como demuestran los números, sino que también ha errado estrepitosamente en la planificación de la vuelta al trabajo presencial de sus empleados con todas las medidas de seguridad.

Para mayor escarnio, en algunas Conselleries, fundamentalmente las gestionadas por Compromís, han iniciado una pequeña revuelta contra la orden de la consellera y responsable del tema, Gabriela Bravo, sobre la vuelta al trabajo presencial. Nadie entiende que, cuando más falta hacen los empleados públicos, Compromís prefiera que se queden en casa, ante la desesperación de muchos ciudadanos. Y, cuando es mejor estar callado y evitar poner en duda tu escasa capacidad de gestión , aparece la vicepresidenta, Oltra, diciendo que el servicio ha sido el mismo, a distancia o presencial, y, por tanto, la vuelta a los puestos de manera física no es lo más oportuno. O sea que, si con menos de un cincuenta por ciento de horas trabajadas en la distancia, el resultado es el mismo, queda invalidado el argumento de que se necesita más personal.

Seguro que Vicente repetiría, como solía decir, que no hay nada más nocivo que un conseller malfaener . Bueno sí, es peor tener varios consellers y secretarios autonómicos malfaeners .

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