CULTURA

Una exposición explora la huella de la melancolía en el arte del Siglo de Oro

La muestra reúne en el San Pío V sesenta obras de grandes maestros como El Greco, Durero y Ribera

Un hombre observa el autorretrato de Velázquez, una de las obra que forma parte de la exposición inédita «Tiempos de Melancolía», EFE

M. MOREIRA

En nuestra mentalidad contemporánea, la melancolía es un estado de ánimo más o menos leve y transitorio de tristeza. Pero para nuestros antepasados de la Antigüedad griega, y especialmente para la sociedad española de los siglos XVI y XVII, la melancolía era un trastorno de origen físico que afectaba a las almas más sensibles y elevadas. Una enfermedad de genios, grandes damas, príncipes y poetas, sometidos al influjo de Saturno.

Este gran mito de la cultura occidental, que hasta ahora no había sido abordado desde el punto de vista expositivo, ha quedado plasmado de forma trasversal en todo tipo de obras de arte, novelas, tratados médicos y piezas musicales. Una representación de ellas ha sido reunida en el Museo de Bellas Artes de Valencia con motivo de la exposición «Melancolía. Creación y desengaño en la España del Siglo de Oro», que podrá visitarse hasta el 7 de febrero.

La «joya» de la exposición es un lienzo anónimo, «Soldado muerto», prestado por la National Gallery de Londres

El recorrido discurre entre paredes color gris plomizo y una iluminación en semipenumbra que sirve para poner en situación al espectador. A su paso encuentra instrumentos musicales de época; ediciones originales de tratados médicos y morales; pinturas de grandes maestros como Durero, Juan de Juanes, El Greco, Murillo, Ribalta; esculturas de Alonso Cano, Pedro Mena … aunque precisamente la «joya» de la exposición es un lienzo anónimo, «Soldado muerto», prestado por la National Gallery de Londres.

Se nos muestran personajes en actitudes contemplativas, expresando gestos de tristeza o dejadez, o presas de la desesperación y la locura. El rosario de síntomas de la melancolía era muy extenso, e incluía la atribución de dotes visionarias ; de ahí que la muestra cuente por ejemplo con varias sibilas, como la pintada por José de Ribera y otra tallada en madera por Alonso Berruguete. Abundan asimismo las vanitas (con sus característicos símbolos alusivos a la brevedad de la vida) y las representaciones de personajes como San Agustín (meditabundo y angustiado ante la inaccesibilidad de Dios) o Heráclito, el filósofo que llora la desgracia del mundo.

Una mujer observa la escultura «Santa María Egipciana» de Luis Salvador Carmona, EFE

María Bolaños, directora del Museo Nacional de Escultura de Valladolid y comisaria de esta muestra, subraya la importancia del contexto para entender la propagación de este fenómeno. La España de los siglos XVI y XVII sufrió cuatro epidemias y varias guerras, que diezmaron la población y resquebrajaron los sueños imperiales. Se sucedieron fracasos políticos, derrotas militares y bancarrotas económicas. De ahí la representación taciturna de Felipe II o la aparición del príncipe melancólico o errante en las obras de teatro de Lope de Vega o Tirso de Molina. Fue además una sociedad muy violenta, por lo que se vivía con intensidad las problemáticas del tiempo y de la muerte. Paradójicamente –o precisamente por ello-, el Siglo de Oro fue un periodo extremadamente fértil en la producción artística.

La idea de melancolía, por otra parte, tiene su origen en los cuatro humores aislados por los médicos antiguos Hipócrates y Galeno para representar los temperamentos humanos: bilis amarilla, sangre, flema y bilis negra. Se creía que esta última era un líquido segregado por el bazo, que producía síntomas orgánicos (insomnio, negrura en la piel..) y los psíquicos ya comentados. Durante el Renacimiento, la teoría de origen griego cobró un auge sin precedentes. Además, con la aparición de varios tratados de moralistas y médicos españoles como Alonso de Santa Cruz, la melancolía comenzó a asociar al genio y la sensibilidad espiritual y creativa. El mito cayó definitivamente a finales del siglo XVII, cuando se demostró la inexistencia del negro fluido.

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