Desamor

Ya hemos conseguido ser líderes en algo, en divorcios. Una vez más, los valencianos somos los que menos nos queremos de España . Y no es que empecemos las relaciones con menos ilusión, que va, es que nos queremos menos.

Entregamos nuestro amor con intensidad, con la misma intensidad con la que nos hartamos de nuestras parejas. Y ni niños ni leches, nos divorciamos más que nadie. Porque nos queremos menos que nadie.

No es más que un ejemplo más de lo de siempre . De cómo esta sociedad valenciana se embarca con devoción e incendia las naves antes de llegar al puerto. Sin más.

Durante el primer trimestre de este año, treinta parejas valencianas se han divorciado cada día . Y uno empieza a pensar que esa costumbre tan valenciana de no apreciar lo que se tiene y denostarlo sin recato llega hasta lo más profundo de nuestra vida personal.

Probablemente lo uno explique lo otro. Seguramente, nuestra tendencia al divorcio permita explicar porqué los valencianos somos tan propensos a explicar a los cuatro vientos nuestras miserias como sociedad, potenciar nuestro desprestigio, intentar sacar partido de toda esa miseria y después llenarnos la boca con la maldita “hipoteca reputacional” .

Todos conocemos algún que otro divorciado. Y su hipoteca reputacional también. Porque los divorcios, una parte importante de ellos al menos, acarrean graves hipotecas reputacionales para los ex cónyuges.

Son las cosas del desamor . Que es tan intenso como el amor, pero exactamente en sentido contrario.

Lo llamativo es que con todos estos datos, los valencianos sigamos siendo tan profundamente fieles a nuestras convicciones políticas. Al menos en lo que a los resultados de las urnas se refiere. Bueno, lo cierto es que estamos a apenas horas de las re-elecciones. Habrá que ver como vamos este domingo de desamor.