Carlos Marzal - HOTEL DEL UNIVERSO
El derecho a coincidir
La ubicuidad debería ser un derecho fundamental, al menos de cierto número de españoles entre los que me encuentro
Me molestan mucho las limitaciones espacio-temporales. En especial las que afectan a mi persona. Las de los demás también, pero bastante menos, la verdad. Las mías son un incordio, y me parecen injustas. Me gustaría estar en muchos sitios y en muchos tiempos a la vez , y no veo una razón convincente para que no pueda suceder así. Sobre todo, si tenemos en cuenta quiénes ocupan esas situaciones en la que me gustaría estar. Tengo la impresión de que me están despojando de acontecimientos que me corresponden. Sucede desde hace siglos. El universo me roba.
La ubicuidad debería ser un derecho fundamental , al menos de cierto número de españoles, entre los que me encuentro, y no creo que fuese un sinsentido elaborar un artículo que la garantice, en esa hipotética reforma de la Constitución que muchos barruntan. Podríamos empezar el experimento por mi persona, porque acredito los suficientes rasgos identitarios, y después ir ampliando esa facultad a otros ciudadanos que la soliciten por escrito, en virtud de sus méritos. La ubicuidad, en términos político-sentimentales, se llamaría el “derecho a coincidir” . Coincidir en otros tiempos y espacios, claro está.
Me irrita no encontrarme en invierno cuando estoy en verano, y no poder desfilar en la procesión y repicar las campanas, en sentido literal y también metafórico; y no haber conocido a ciertos muertos ilustres, y no haber participado en la firma de algunos armisticios, y no haber formado parte de tantas otras aventuras en las que no he podido prestar mi experiencia docente y reflexiva, por el simple hecho de estar constreñido por dimensiones poco dialogantes.
Yo sería un ubicuo extraordinario, perdónenme la inmodestia . Creo que tendría una sonrisa para todos, y una cesta de Navidad con embutidos ibéricos, con latas de sardinas de Santoña, y con buenos vinos de la Rioja, tintos y blancos, porque los años me han enseñado que todos los inscritos en el censo electoral (e incluso los que no lo están todavía) aprecian los manjares con denominación de origen controlada. Estoy ubicuamente convencido. En cuanto alcanzase esa condición absoluta, diría en la cámara alta, para que me escuchasen todos los representantes del pueblo español: No te preguntes lo que las dimensiones del Espacio y el Tiempo pueden hacer por ti; pregúntate más bien lo que puedes hacer tú por las dimensiones del Tiempo y el Espacio, cuando las hayas abolido. Y después de pronunciar unas palabras semejantes no me quedará más remedio que derramar unas lágrimas en la tribuna, mientras, a la vez, estoy paseando, por ejemplo, a la sombra de las murallas de Cáceres.
Mi declaración de ubicuidad significaría una optimización máxima de recursos físicos y espirituales. De una vez por todas, se daría respuesta a los plantos de los poetas elegíacos, que no paran de dar la murga con el Ubi sunt desde el inicio de los tiempos. ¿Qué se hicieron los Infantes de Aragón? Yo os lo podría contar, porque habría estado allí , y a los Infantes les contaría, en justa correspondencia, las cuitas eternas de los vates acerca de los problemas de la antigua monarquía aragonesa. Y así todos contentos.