Alicante
El mal de la Dana mata a los árboles un año después
La agricultora Marisol Fernández ha replantado ya 200 de sus 3.000 frutales en Almoradí y sigue sin ayudas a la espera de su seguro
«Es como el cáncer de las personas, pero en los árboles les viene de las raíces y se ahogan». Con estas palabras describe Marisol Fernández el mal que está matando a sus limoneros un año después de que la temible DANA causó inundaciones devastadoras en la comarca alicantina de la Vega Baja y territorios vecinos de Murcia. El aniversario se ha cumplido también con el lamento de todo el sector agrario porque aquel «chorro de millones» prometidos de ayudas del Gobierno y otras administraciones se ha quedado en una foto y un recuerdo amargo, tal como denuncia Jóvenes Agricultores- ASAJA Alicante.
En su modesta explotación de algo más de siete hectáreas, Marisol tiene 3.000 frutales entre limoneros y naranjos -por suerte plantó estos últimos un poco antes de la riada, porque esos aguantan sin enfermar- y lleva ya replantados 200 que se han secado ante sus ojos, con la impotencia de que no hay tratamiento para la « fitóftora », ese término que apenas consigue pronunciar. Ahora ni siquiera es temporada para plantar y tiene que esperar unos meses para seguir reponiendo el desastre. Una triste foto, la del árbol que ha mutado del verde al amarillo y, al lado, otro diminuto que le sustituirá y que mientras crece requiere de un riego individual, con cubas, al estar los muertos salteados y más elevados en el terreno, fuera de las conducciones del agua de los grandes. La productividad se desploma así: «No puedo contratar a nadie, vale más el trabajo de ir uno a uno que lo que van a rendir, hay que esperar cinco años para den sus primeros frutos», explica esta agricultora que ha vivido toda su vida del campo, igual que antes sus padres y sus abuelos.
Según la Confederación Hidrográfica del Segura , se han producido alrededor de 70 avenidas de agua en la Vega Baja durante los últimos 100 años, que han provocado numerosas víctimas mortales y millonarios daños. A pesar de esos antecedentes, «seguimos con un sistema de infraestructuras insuficiente, parcheado y construido a base de ‘palicos y cañicas’, como se dice coloquialmente aquí en la huerta», denuncia el presidente de ASAJA Alicante, Eladio Aniorte .
Inacción
De hecho, Marisol recalca que lo que ocurrió en Heredades, la pedanía de Almoradí donde ella vive y cultiva sus cítricos, «no fue por una DANA, el problema es que el río Segura se rompió y no hicieron nada, y estuvo saliendo agua cinco días». Culpa en especial a la alcaldesa que, a su juicio. solo parcheó el desbordamiento y la tromba se embalsó y anegó no solo los campos.
Tiempo después, sí se acometieron obras de más envergadura y hoy se puede ver un dique de grandes piedras para contener posibles avalanchas y una placa en recuerdo de la catástrofe, junto a un puente en la ribera del Segura.
«Aquí al lado hay un restaurante donde les entró el agua y les destrozó todo; ahora, además, con el coronavirus no les pueden venir muchos clientes, el colmo», relata Marisol, que también conoce algún caso más de una vecina en espera de recibir ayudas porque la inundación afectó a los cimientos de su casa.
«La simple afirmación de que si volviese a ocurrir otra DANA como la de hace un año volveríamos a sufrir los mismos daños y consecuencias que entonces, no solo da escalofríos, sino que da nota de lo lejos que estamos en la escala de prioridades del Gobierno de este país», señala Aniorte, con la visión más global de todo el sector. Su organización está mediando para sus asociados ante Agroseguro para conseguir compensaciones por las cuantiosas pérdidas del año pasado y las que se arrastran en el presente todavía. En definitiva, solo van estar cubiertos, de momento, por sus pólizas privadas, que bien pagan cada año, haya o no contingencias, con unas tarifas que han denunciado como abusivas en varias ocasiones. En el caso de esta productora alicantina, le cuesta 4.500 euros al año y ahora espera compensaciones con apenas un tercio de su cosecha de 2019 salvado de la catástrofe, además de los árboles que ha perdido y siguen muriendo.
Y eso, quienes tienen seguro, porque en el caso de los que cultivan hortalizas, la mayoría abrumadora (más del 95%) no pueden permitírselo porque no resulta rentable. «Para ellos no ha habido ayuda que valga, porque todas estaban vinculadas a la tenencia de la póliza con el Sistema Nacional de Seguros Agrarios. Muy triste , ya que era a través de este cultivo mediante el cual estábamos consiguiendo un relevo generacional importantísimo con la incorporación de jóvenes. Hoy, la mayoría de ellos se han visto obligados a buscarse la vida por otro lado para poder comer», subraya Aniorte, sobre las consecuencias a medio y largo plazo. Los daños globales se calcularon en más de 190 millones de euros con 30.000 afectados , sin contar este mal en diferido, un año después.
El requisito de vincular la concesión de fondos de emergencia a disponer de una póliza privada cayó en su día como una jarra de agua fría. Máxime, cuando en aquellas jornadas dramáticas de septiembre del año pasado, no faltaron los discursos desde todas las instancias administrativas asegurando que los damnificados no iban a quedar desamparados, sin distinciones, de forma universal.
«Yo no quiero el dinero de nadie, lo que quiero es mi trabajo», reivindica Marisol, que incide en que los «responsables» del desastre son los dirigentes de la Confederación Hidrográfica del Segura por no revisar ni poner en condiciones el río.
Sánchez, en helicóptero
«Un Gobierno que en su momento no escatimó en visitas, promesas, fotos en helicóptero para sobrevolar la zona y el anuncio a los medios de comunicación de un chorro de millones de euros en ayudas para los afectados que, 365 días después, no han llegado», es el resumen que hace ASAJA-Alicante.
Fue el propio presidente Pedro Sánchez quien recorrió desde el aire la zona, aunque luego se difundieron oficialmente fotos de terrenos inundados que, en realidad, correspondían a las Salinas, situadas en la misma provincia, pero que son humedales que nada tenían que ver con el cataclismo de las riadas de aquellas lluvias torrenciales que pulverizaron todos los récord con más de 500 litros por metro cuadrado en 48 horas en Orihuela.
«Volverá a ocurrir otra DANA y volverán a echar la culpa a la Naturaleza, cuando con acciones humanas adecuadas y responsables se puede minimizar el daño en un 90%», sentencia Aniorte, que no ignora que las infraestructuras hidráulicas que reclaman resultarían costosas , varios centenares de millones de euros, pero que «se verían compensadas con tan solo mitigar el próximo evento, que antes o después ocurrirá». No en vano, llevan desde 1987 alertando de estas deficiencias en una zona que en su día era una bahía, y que la mano del hombre ganó al mar para aprovechar su fertilidad y bonanza del clima, en la zona de España con más horas de sol al año.