Enfermedades
«Cuando consigas llegar al centro de salud te atenderemos»: el drama de la agorafobia en la sanidad pública
María Rocher, una joven valenciana de 32 años que sufre este tipo de trastorno de ansiedad, denuncia la invisibilidad de la salud mental en la sociedad
«Toqué fondo, terminé en una esquina de mi habitación sentada y llorando sin saber por qué me estaba pasando esto». Así describe María Rocher , una joven valenciana de 32 años, uno de los peores momentos provocados por la agorafobia , enfermedad que sufre desde diciembre de 2016. Un tipo de trastorno de ansiedad que genera miedo a lugares públicos y a situaciones que pueden causar pánico e indefensión, por el que intentó pedir ayuda a un centro público especializado, cuya respuesta fue: «Cuando consigas llegar aquí, te atenderemos».
La agorafobia, que etimológicamente procede de las palabras griegas «ágora» (plaza) y «fobia» (temor), se define como un trastorno que causa un alto grado de ansiedad y miedo en lugares donde generalmente se producen multitudes. La mayoría de las personas que la padecen han experimentado ataques de pánico, que terminan por dificultar su presencia en espacios públicos. En algunos casos, sienten la necesidad de estar acompañados por un familiar o amigo en todo momento, mientras que en otros ni siquiera pueden salir de su propia casa.
Este es el caso de María Rocher, una profesora de bailes de salón de Valencia, que se enfrenta a esta enfermedad mental desde hace cinco años con la ayuda de su madre y su abuelo. «No me dejo caer tan fácil, tengo la suerte de que soy muy cabezona y pienso que lo voy a superar, porque si no te lo planteas así acabas hundiéndote», explica a ABC .
María compara la agorafobia con «un edificio mal construido», que «termina cayendo porque su base no está bien cimentada». «Es como una cadena, se puede definir como el miedo a tener miedo a algo . Cada uno lo vive de forma diferente, pero en mi caso no puedo salir de casa , no tengo la seguridad aunque vaya acompañada de un pariente o un amigo», detalla.
«En mi infancia había una pieza mal colocada que ha terminado por caer. Fui notando un mayor cansancio y lo asocié al trabajo y a otros motivos personales, pero el problema es que se fue ampliando hasta un día que tras varias semanas encontrándome mal, salí a la calle y sentí que había llegado mi límite», narra la joven profesora. «Volví a casa haciendo eses con el coche, no conseguí aparcarlo y cuando subí corriendo me metí en mi habitación y ya no puse el pie en la calle en mucho tiempo», relata a este periódico.
Sanidad no le atendió
Cuando María decidió llamar al médico para conocer el alcance de su afección y si existía algún tratamiento específico para tratarla, se encontró con una dura y contundente respuesta de una enfermera del centro de salud: «Cuando consigas llegar aquí te atenderemos» . Incrédula e indignada con esta contestación, su réplica fue que «cuando pudiera ir les invitaría a salir de fiesta, ya que no tendría ningún problema que curar».
Desde hace tres años, acude a una psicóloga privada que le está ayudando a conocer las razones por la que sufre esta enfermedad, con el objetivo de «construir una nueva vida como si no viviera únicamente el día a día, centrada en la confianza de poder superar este tiempo acotado como el de cualquier otra dolencia». « A mi abuelo fue a quien más le costó creer que esto era real . No entendía por qué rechazaba trabajos y planes, hasta que se dio cuenta que esto no se podía solucionar dando un puñetazo en la mesa y que yo no estaba así porque quería», comenta.
«La salud mental es tan importante como la física, la diferencia es que una se ve y otra no», subraya María, que focaliza otro gran problema en la trascendencia del entorno y el «qué dirán». «Las personas que estamos pasando por este tipo de enfermedades no nos debemos dejar influenciar por quien juzga, critica o quien nos dice que no lo vamos a superar. Solo así será más fácil averiguar qué nos pasa, vencer y tener una vida lo más normal posible», afirma a este diario.
Actualmente, María estudia un Grado Superior de Administración y Finanzas, para el que necesitó la ayuda del director de su antiguo colegio para inscribirse. Cabe recordar que en la formación no obligatoria, como el caso de este curso, no es imprescindible su adaptación para las personas que no puedan asistir presencialmente, pero la pandemia del coronavirus ha posibilitado que las clases y los exámenes sean virtuales.
Una cuarentena paralela por el Covid-19
«Si yo no hubiera puesto en conocimiento del centro mi caso, ni se hubieran enterado con este modelo telemático y semipresencial de clases», explica esta valenciana que vivió el aislamiento domiciliario por el Covid-19 como una «cuarentena paralela». «No noté en exceso el confinamiento porque me pilló en una etapa de encierro total en la que no podía estar fuera de mi habitación, no sentí el miedo a contagiarme que sienten otras personas», aclara.
«El problema de la agorafobia es que siempre la miramos desde un punto de vista físico. De hecho, la terapia más famosa es la cognitiva-conductual , que consiste en exponerse al miedo, vivirlo, pasarlo mal y superarlo. La cuestión es que los estados de ansiedad van ligados a un motivo que hay que conocer primero para conseguir superarlo», explica María.
Según el informe sobre salud mental del Ministerio de Sanidad, con fecha de diciembre de 2020, la incidencia anual de prevalencia global de diagnóstico de fobia se sitúa en torno al 0,35% , mientras que es más frecuente en mujeres (2,4%) que en hombres (1,4%). Una diferencia que se acrecienta entre los cincuenta y los 54 años, franja en la que las mujeres reportan un 3,3%.