Cultura

La artista Rosana Antolí analiza la dimensión absurda de nuestros gestos cotidianos

La creadora alcoyana expone estos días en la galería Espai Tactel de Valencia

Imagen de una de las obras ABC

MARTA MOREIRA

Observados muy de cerca, los actos repetitivos y automáticos que conforman nuestras rutinas adquieren una dimensión absurda. Salir de la cama, entrar en la ducha, poner la cafetera, buscar las llaves, abrir la puerta, cerrar la puerta… basta con encoger el tiempo y admirar con ojos de entomólogo el loop de estas coreografías de lo cotidiano para darnos cuenta de que pierden su valor funcional. Se ve bien en el videoclip “Rock it!” (1983) de Herbie Hancock que da título a la exposición que hasta el 17 de febrero puede visitarse en la galería valenciana Espai Tactel.

El análisis de los gestos anodinos que definen el ritmo de nuestros días ocupa el centro de las obsesiones de Rosana Antolí (Alcoi, 1981) , seleccionada por el jurado de los premios Generación 2017 entre los diez jóvenes artistas españoles de mayor proyección en la actualidad. Es también, junto con Fito Conesa (Cartagena, 1980), la gran apuesta de Espai Tactel de Valencia para su debut en ARCO. En el stand que están preparando los galeristas Ismael Chappaz y Juanma Menero se incluirán varias de las piezas de la exposición monográfica que presenta Antolí hasta el 17 de febrero en la galería de la calle Denia. Le seguirá otra importante muestra en La Casa Encendida de Madrid y más proyectos individuales en Londres, la ciudad donde su trayectoria en el arte contemporáneo despegó definitivamente.

La exposición en Espai Tactel arranca con la escultura-instalación “Chaos dancing cosmos” , construida con mangueras de plástico y un motor eléctrico giratorio que las acciona. El juego simbólico se produce cuando el movimiento continuo y repetitivo del motor contrasta con el retorcimiento imprevisible de los tubos, que van dibujando distintas figuras en el aire, en función de cómo colisionan unas con otras. Detrás encontramos la idea de la “poética de la resistencia” a la que la artista vuelve en obras performativas como “Everything is circular until is not”, donde pide a varias personas que jueguen al hula hoop con un aro excesivamente grande. El reto de mantenerlo varios minutos está abocado al fracaso, pero siempre hay un segundo en el que consiguen que el aro no toque el suelo. “Es como tocar por un segundo la realización de la utopía”, cuenta la autora.

El recurso de la descontextualización y l a mirada aséptica del espectador ayudan a Antolí en su tarea . Un buen ejemplo de ello es la videoproyección “Las sirenas escupen Foxtrots de amor” (2016), en la que vemos una pantalla con el rostro de diversas personas gesticulando de modo absurdo. La artista les ha pedido que sigan paso a paso las instrucciones, carentes de emoción, de una computadora. Se les guía en el acto afectivo de besar en los labios, pero sin ningún compañero con quien que hacerlo. La intención de la artista se cumple: la supuesta gestualidad íntima del amor se vacía de contenido, y todo lo que queda es un montón de muecas.

Detalle de una de las obras ABC

Una de las principales fuentes de inspiración de Antolí es la música de compositores como Steve Reich, que trabajaron a fondo los conceptos de linealidad, repetición y variación. Ella también busca fisuras en los patrones de repetición de nuestros actos cotidianos. En la serie “Sisyphus”, se marca un reto: realizar nueve dibujos iguales en los que intenta capturar los movimientos que ella observa todos los días desde la ventana de su estudio: hojas que se caen, un perro que sube y baja las escaleras, etc. La artista trata de reproducir los mismos trazos en todos los dibujos, pero fracasa una y otra vez. Y es que siempre pasa lo mismo, pero no exactamente de la misma forma , de modo que las microvariaciones dentro de la pauta cotidiana ofrecerán necesariamente como resultado nueve dibujos distintos.

Tan enfrascados estamos en nuestros quehaceres cotidianos –esa especie de uróboros que nos devuelve una y otra vez al mismo punto de partida- que olvidamos con frecuencia el verdadero propósito de nuestra existencia. O, como nos recuerda Antolí, lo que hay de absurdo en ella.

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