Ángel José Adán García - Tribuna abierta

España necesita una «gran estrategia»

«Si una gran estrategia está bien construida existe espacio suficiente para los vaivenes políticos intrínsecos al sistema democrático»

Una de las consecuencias del mundo multipolar en el que vivimos es que los Estados se ven forzados a hacer frente a una serie de amenazas sistémicas procedentes de otros Estados y de otros actores no estatales. Y son sistémicas porque afectan a todos los ámbitos de nuestra vida: el económico, el político, el de seguridad o el de los valores sobre los que se asientan nuestras sociedades.

La seguridad no es el único ámbito o herramienta para hacer frente a estas amenazas que ponen en peligro el nivel de vida de los ciudadanos y los valores sobre los que se asienta la sociedad. La clave está en el empleo coordinado de todos los instrumentos de poder del Estado : político, diplomático, militar, económico, etc. Y cuando se emplean todos de manera coordinada y a largo plazo esa Nación tiene una herramienta fundamental para diseñar su futuro: una “gran estrategia”.

Su definición requiere una reflexión pausada, alejada de prejuicios, requiere también comprender cómo funciona el mundo, entender la Historia, que nos ha hecho lo que somos , y preparar los mecanismos que permitan explotar las oportunidades.

La gran estrategia de un Estado estará limitada por la capacidad política de sus líderes, la falta de recursos críticos para potenciar y coordinar los instrumentos de poder, las autolimitaciones y complejos culturales y los miedos inherentes al cambio.

Una gran estrategia debería estar dotada de ciertas características. La primera y fundamental es que tiene que durar décadas y, para ello, se requiere un mínimo de consenso. El cortoplacismo es incompatible con un pensamiento estratégico. Si una gran estrategia está bien construida existe espacio suficiente para los vaivenes políticos intrínsecos al sistema democrático.

Una segunda característica es que no puede ser prisionera de lo que se escriba en un documento. Una gran estrategia ha de ser adaptable a los cambios geopolíticos para explorar oportunidades y prevenir amenazas.

La existencia de una gran estrategia proporciona predictibilidad. Y esta predictibilidad es fundamental para tener socios duraderos

La tercera es que no puede estar centrada solo en los Ejércitos, en la seguridad. Vivimos en un estado permanente de no-paz o de no-guerra o como indica Sean McFate de “desorden duradero”. Por lo tanto, necesita una aproximación holística a todos los instrumentos de poder del Estado y empapar verticalmente todos los estratos de la sociedad.

Los países occidentales deben ser capaces de poner en valor los principios éticos que regulan las sociedades democráticas y dejar bien visibles las debilidades e injusticias del autoritarismo.

Y la cuarta característica es que no puede ser permanentemente defensiva. Al igual que en el ámbito militar se asume que una continua actitud defensiva no conduce a la victoria, una actitud pasiva en el ámbito internacional no permitirá la consecución de los objetivos políticos que sitúan al país donde se considera que debe estar en la esfera internacional.

Hay que llegar a las sociedades no democráticas para hacerles entender el valor de adoptar la democracia , donde existen unas reglas de juego emanadas del imperio de la ley y de la libertad individual. Hacer entender que es la sociedad la que marca la hoja de ruta del gobierno y no al revés. Cuanto más legitimada esté la democracia menos lo estarán los regímenes totalitarios.

Las autocracias usan los medios de comunicación para hacer creer a sus propias poblaciones que escuchan sus problemas para, simultáneamente, influir en ellos y controlarlos. Las democracias deben defender el valor de la transparencia y del libre flujo de información , aunque también deben educar a su población sobre las manipulaciones de las narrativas y cómo identificarlas.

La existencia de una gran estrategia proporciona predictibilidad. Y esta predictibilidad es fundamental para tener socios duraderos , pues la volatilidad ahuyenta a potenciales aliados.

El término gran estrategia podría llevar al engaño de creer que solo es patrimonio de las grandes potencias, pero no es así. El impacto en la comunidad internacional obviamente dependerá del peso de ese Estado en la esfera internacional, pero su impacto en la sociedad propia es independiente de su tamaño.

Las autocracias usan los medios de comunicación para hacer creer a sus propias poblaciones que escuchan sus problemas para, simultáneamente, influir en ellos y controlarlos

España ha sabido definir su gran estrategia en diferentes ocasiones a lo largo de la Historia. Tal vez, la última vez se fraguó con motivo de la Transición y durante las tres décadas siguientes: constituyó un régimen político nuevo y moderno, se integró política y económicamente en Europa (UE) y también en el ámbito de la seguridad internacional (OTAN); volvió su vista a la Historia y redescubrió Hispanoamérica; fomentó la cultura, el idioma y los valores españoles; supo tejer una red de aliados internacionales; apoyó a las grandes empresas españolas convirtiéndolas muchas de ellas en multinacionales, etc. Y lo hizo independientemente de los vaivenes de la política nacional . Si se logró en el pasado se puede lograr en el futuro.

Una gran estrategia solo existirá si se consigue la coordinación efectiva de todos y cada uno de los instrumentos de poder del estado. Como decía Ortega y Gasset , “las naciones se forman y viven de tener un programa para mañana”.

Ángel José Adán García

Instituto de Estudios Estratégicos e Internacionales

Universidad Católica de Valencia

@aadanagar

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