Cristina Seguí - EL CSEGUÍ

Alguien voló sobre el nido de Puig

«La normalización cultural es, si cabe, mucho más golosa desde el punto de vista comercial»

Imagen de archivo del presidente de la Generalitat ABC

Un momento entre cinéfilo y epifánico me sobrevino la pasada noche tras otro atrevidísimo titular protagonizado por el Honorable president Puig, que volvía a abrir los medios a pesar de su paupérrimo resultado electoral: «La Comunidad Valenciana y Baleares lanzarán su normalización cultural y económica» . Les digo cinéfilo porque, al leerlo, me vino a la memoria esta gran joya de la pantalla de Milos Forman de mediados de los años setenta en la que dibujó de forma magistral el paso de un cuasi reo por un hospital psiquiátrico de dudosos métodos terapeúticos.

En ella, un magnífico Jack Nicholson encarnaba a Mc Murphy, un tipo pendenciero, lúcido e inteligente que nada tenía que ver con carne de cañón de frenopático. Muy al contrario, Mc Murphy llegó con la osadía de devolver el dominio y la autonomía a la vida de sus colegas, internados en una institución que penaba con lobotomías «purificantes» la espontaneidad, el recuerdo y todo lo relacionado con la iniciativa y la libertad personal ya que amenazaba la pretendida normalización destinada a convertirlos en copias mansas y autorreguladas de ellos mismos. La saludable algarabía contra la intervención auspiciada por una malévola enfermera jefe que tenía la misma vocación médica que yo de apóstol.

Comparativamente, y en lo que respecta a la intención de la «enfermera Puig» , la normalización cultural es la camisa de fuerza del nacionalismo catalán con la que pretende alienar culturalmente a la Comunidad Valenciana. La económica, por su parte, es aquella que pretende elevar el endeudamiento generacional a la categoría de «lo normal» gracias a terminología solidaria con la que acaba de rescatar a la empresa empresa que él presidía hasta junio de este año con 140.000 euros de fondos públicos . La solidaridad que de forma coactiva les ha convertido a ustedes y a mí en prestamistas a fondo perdido y que, sin embargo, y ya en fase enclenque no ha dado para pagar a sus trabajadores. La normalización cultural es, si cabe mucho más golosa desde el punto de vista comercial y cumple a la perfección con el argot nacionalista, ya que le pasa la bayeta amablemente a la palabra «usurpación», que tiene un cariz demasiado adusto para todo el universo de posibilidad clientelar nacionalista que ante ella se extiende. No pretendo ser cínica, pero hace mucho que la izquierda valenciana en general y la «enfermera Puig» en particular han descubierto que la compra de votos al nacionalismo les garantiza al menos el 20% de apoyo electoral y que en justiprecio este merece los cargos en los feudos pancatalanistas cuya principal consigna es la «normalización». De todos estos feudos, el mayor es el remanso clientelar que disfruta del protectorado socialista en la Comunidad Valenciana. Hablo, cómo no, de «Acció Cultural del País Valenciá» , que es el homólogo del Omnium cultural catalán y que, salvo hecatombe en Cataluña, seguirá recibiendo un millón de euros al año desde el despacho de la Generalitat para «normalizarnos» y decirnos como a Mc Murphy: «Cuando salgas de aquí estarás tan viejo que no servirás para nada. Vas a quedarte ahí hasta que te dejemos marchar».

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