Joaquín Guzmán - CRÍTICA
Aida: pocas luces y demasiadas sombras
«Cuando se hace larga la representación de una ópera como Aida, es que hay algo que no funciona»
A pesar de la buena noticia de que se haya vendido todo el papel para las representaciones, debo reconocer que en esta ocasión no fue una Aida de esas que quedarán indelebles en mi memoria. Cuando se hace larga la representación de una ópera como Aida, es que hay algo que no funciona. La ópera es un espectáculo simbiótico: en términos generales hay cuatro patas que coadyuvan a sostener el andamio: la dirección musical, los cuerpos estables, las voces y la dirección escénica. Puede no estar a la altura una de estas y ser una aceptable velada pero si son dos, la arquitectura, sino colapsa, al menos se tambalea peligrosamente.
La escena de Mc Vickar no me convence la mire por dónde la mire. Un pastiche de tintes postnucleares en medio de una permanente oscuridad en el que se dan cita sin que uno deje de ruborizarse, hasta Samurais. No se qué hay en la cabeza de un director de escena que introduce elementos del lejano oriente en las riberas del Nilo, ni quiero saberlo. Ni siquiera la dirección de actores es algo que destaque en esta producción. A olvidar rápido, si no lo he empezado a hacer ya.
La dirección musical es técnicamente irreprochable por parte de Tebar , pero puedo entender que haya quienes no vean en este Verdi su ideal. Yo prefiero otra visión más intensa y de tempos más ligeros, pero la del director valenciano ya sólo por la personalidad y madurez que demuestra, es digna de tener muy en cuenta. Deja claras sus intenciones ya en la obertura musical muy controlada desde el punto de vista de las dinámicas y buscando la belleza del fraseo y del sonido más que la tensión. ¿Quiere decir que renuncia a ella?. En absoluto. Hay pasajes en los que está esta presente, sin duda, porque además la partitura la demanda sin discusión . A pesar de que Tebar, en general, las riendas del volumen las agarra con fuerza -emplea únicamente cuatro contrabajos y reduce el resto de la cuerda- dentro de ese rango empleado hay una gran variedad dinámica entre el pianissimo y el forte. La orquesta excelente no sólo en las prestaciones técnicas sino también en la capacidad para adaptarse a una dirección musical tan diferente, en este repertorio, a la del director titular Roberto Abbado. Sobre el Cor de la Generalitat, resulta un tanto absurdo y aburrido buscar calificativos superlativos en el diccionario. Uno llega al convencimiento de que ahora no es cuestión de llegar sino de mantenerse en el Olimpo de los mejores coros de Europa. Por mencionar un momento, me quedo con el bellísimo coro de mujeres del segundo acto.
A pesar del “favor” que reciben las voces de esta dirección pausada y de volúmenes moderados estas no alcanzaron el nivel al que estamos acostumbrados. Dávila no transmite y da la sensación de venirle grande vocal y actoralmente el rol. Celeste Aida se queda a medio camino y pasado ese momento un tanto embarazoso, su participación pasa más bien desapercibida. Aprobado raspado. María José Siri canta bien pero a su voz le falta peso, densidad. Una voz demasiado clara. Prudenskaya , más de lo mismo: unos graves tan discretos que a poco que suene la orquesta se tornan inaudibles. Lo mejor del plantel es Gabriele Viviani con una voz hermosa, bien colocada y excelente fraseo. En general ha sido una Aida con voces bastante pequeñas y cabría la posibilidad de que la sabia opción de Tebar de controlar férreamente los volúmenes haya sido una decisión ad hoc. Una pena con el éxito tan memorable de público.
Ficha
Palau de les Arts , 2 marzo
Aida , ópera en cuatro actos de G. Verdi
María José Siri , Rafael Dávila, Marina Prudenskaya, Gabriele Viviani, Fabian Lara
Cor de la Generalitat
Orquesta de la Comunitat Valenciana
Dirección musical : Ramón Tebar
Dirección de escena : David Mc Vickar