Juan Zumalde - VERLAS VENIR

La agonía

«Hemos llegado a un punto en el que solo la regeneración democrática más profunda nos puede sacar de este hoyo»

Imagen de los profesionales de los medios frente a la Ciudad de la Justicia de Valencia tomada este miércoles ROBER SOLSONA

JUAN ZUMALDE

«La muerte en si no existe. ¿Acaso borra lo que un hombre ha hecho en su vida? ¿Borra sus méritos, su legado? No. Así que, muerte, no vales nada. Te gustaría ser tan importante como la vida. Pero la vida dura una vida y tu, muerte, solo duras un instante». La frase, de la película Macheroni , la reproducía el cineasta Fernando León de Aranoa en un reciente artículo de prensa recordando la figura del director del film, Etore Scola , fallecido hace un par de semanas.

Siempre he pensado que la muerte no es lo peor. Incluso supongo –he creído verlo en personas muy cercanas- que llegado un punto en la vida, la muerte es lo natural, lo deseable, lo correcto, lo que debe ser, lo único pendiente…

Lo peor, sin duda, es la agonía. Saber que la muerte está ahí, que la vida ya se ha acabado, pero no ser capaz de terminar el tránsito . Y, además, sufrir. Dolor, pérdida de la dignidad, vergüenza…

Pues ahí estamos. Los valencianos estamos exactamente ahí. Supongo que en estas fechas, castellonenses y alicantinos estarán contentos con que la comunidad se llame como una provincia para ver si así pueden desvincularse de la miseria con la que ahora se identifica a Valencia. Si, a Valencia.

El n uevo episodio de registros, detenciones, bloqueo de cuentas , embargos de coches de lujo que estamos viviendo desde este martes no hace más que abundar en esa agonía que Valencia viene sufriendo durante años. Ojo, la sufre, seguro, como consecuencia de sus actos. Pero no por eso no deja de ser una auténtica mierda.

No creo que nadie sienta la más mínima satisfacción con lo que está ocurriendo. Ni siquiera los que camuflan bajo su petición de justicia su deseo de revancha. Incluso esos, estoy seguro, saben que estos episodios no hacen más que dañar aún más la ya destrozada imagen de la ciudad.

Nos lo hemos ganado a pulso. Es verdad. Y hemos llegado a un punto en el que solo la regeneración democrática más profunda nos puede sacar de este hoyo. Porque, como decía el protagonista de Mascheroni, ni siquiera la muerte borra nuestro legado. Maldita agonía.

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