Un centenar de excolaboradores afganos huyen a Irán para saltar a España
Las embajadas en Teherán o Islamabad están siendo claves para la evacuación del personal afgano
Un excolaborador afgano escondido: «Por escasos minutos no escapé con mi familia»
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«Salí de Afganistán el pasado 10 de junio. Fui por carretera hasta la frontera con Irán por uno de los sitios más peligrosos del país. Había 'check points' de los talibanes cada pocos kilómetros. Íbamos ocho personas en el coche, entre ellas mi ... hija de nueve meses y mi madre de 75 años. Finalmente, conseguimos salir del país». Así comienza Abdul la historia de su huida del país que le vio nacer y donde formó una familia, pero del que tuvo que escapar para poder sobrevivir.
Abdul es un joven afgano, natural de la provincia de Badghis, que durante años colaboró con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, la Aecid, desplegada en el país. Junto a su pequeña, su mujer, sus dos hermanos y su madre, el pasado 13 de julio consiguieron lo que desde hacía un año estaban esperando: llegar a España.
No fue fácil. Incluso para pasar desapercibido, Abdul se dejó crecer la barba. Pero ni la travesía en coche desde Herat hasta la capital de Irán, Teherán,–con más de 1.500 kilómetros de distancia–, sumado a viajar con ocho personas ni mucho menos la espera de un año para poder salir, hicieron decaer a este excolaborador con la misión española en su intento por poner a salvo a su familia.
«Este año en Afganistán ha sido el peor de nuestras vidas. He pasado mucho miedo, pánico», cuenta a través del teléfono. Como en una cárcel, recluidos en sótanos, cambiando constantemente de lugar, escondiéndose de todos y no apareciendo en público, más allá de lo necesario para conseguir algo de comida y bebida. Así ha sido la vida de Abdul y su familia, y la de tantos otros que saben que si los talibanes daban con ellos, los acabarían matando.
Al fin, el pasado junio consiguieron pasar a Irán donde en la capital, Teherán, la embajada española está ayudando a los excolaboradores afganos. Como él están unas 17 familias (cerca del centenar de personas dado que hay unidades familiares que cuentan con hasta doce miembros) que siguen esperando a la visa que les permita viajar a España. Desde la Embajada española en Teherán, y según miembros del equipo que están llevando a cabo un seguimiento de la evacuación de estas personas, todos estos excolaboradores ya han pasado la entrevista con la embajada y están esperando el visto bueno para viajar.
Colaboración entre estados
Países como la República Islámica, Pakistán y en menor medida, Kazajistán, Turquía y Emiratos Árabes Unidos están funcionando como puente entre Afganistán y España. Las delegaciones diplomáticas han estado colaborado en las labores de evacuación y traslado de todos ellos, y continúan gestionando las solicitudes de otros ciudadanos afganos. Sin embargo, no está siendo nada fácil la estancia en estos países para los refugiados afganos.
Una vez fuera de Afganistán cualquier preocupación por la integridad física del propio Abdul o de su familia desapareció. «Ya nos sentíamos seguros, después de tanto tiempo», señala. Sin embargo comenzaron otros problemas. La obtención de pasaportes y visados lleva su tiempo y la Embajada en Teherán se vio colapsada ante tantas solicitudes. «El tiempo corría y el dinero se iba acabando. El año pasado, estábamos escondidos y no podía trabajar para llevar dinero a casa. Los ahorros se iban acabando y mientras llegaban los documentos, los ocho estábamos en un hostal de Teherán. Es un país muy caro donde el alojamiento, el transporte y la comida tienen un precio desorbitado», cuenta Abdul.
Él y su familia han sido afortunados. En menos de un mes consiguieron el visado y pusieron rumbo a Madrid. Sin embargo, su hermano sigue esperando en Irán. «Llegamos a Madrid el 13 de julio, yo fui la persona más afortunada que consiguió su visado en menos de un mes, hay compañeros que llevan más de tres meses esperando sus visados», cuenta.
En el punto de mira
Durante los años donde la coalición internacional liderada por EE. UU. estuvo en Afganistán, miles de personas afganas trabajaron codo con codo con las misiones internacionales. Bien con las Fuerzas Armadas o con organizaciones internacionales para la cooperación, en labores de traducción e interpretación, limpieza o cualquier servicio que necesitaran. Pero este trabajo, y esta colaboración con las fuerzas extranjeras les puso en los primeros puestos de las listas negras de los talibanes. Para los fundamentalistas, eran unos traidores y por ello, tenían que pagar. Es por eso que cuando los talibanes entraron en Kabul el pasado 15 de agosto, estos excolaboradores sabían que o salían del país o tenían los días contados. Ellos y sus familias, porque los fundamentalistas tenían bien localizados los vínculos de estos excolaboradores. Algunos fueron evacuados por las naciones occidentales. Sin embargo, aún son muchos, unas 800 personas las que esperan poder salir del país.
En números, casi 3.900 personas han sido evacuadas por el Gobierno español. Entre ellas se encuentran además de antiguos colaboradores directos de nuestra presencia en Afganistán, también civiles colaboradores de países de la UE y la OTAN y personal diplomático, cuyas vidas se encontraban en riesgo tras la reinstauración del régimen talibán. La mayoría de estas personas llegaron a través de tres operaciones de evacuación (Antígona I, II y III), puestas en marcha el 15 de agosto del año pasado.
Una vez en España, Abdul y su familia esperan empezar una nueva vida. «Estoy agradecido al Gobierno español, pero nuestra situación en el país tampoco es muy agradable. Estamos compartiendo una habitación con otra familia y estamos más de diez personas hacinadas», se queja. El proceso de adaptación y de integración no es fácil y el sistema de ayuda a los refugiados está saturado. Su atención se estructura en dos fases. La primera, de acogida que prevé su residencia en plazas del sistema y, la segunda, de preparación para la autonomía que se encarga de proporcionarles ayudas para cubrir las necesidades básicas.
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