Sergi Doria - SPECTATOR IN BARCINO

Servidores de la «desjudicialización»

«Si nos ponemos estupendos, podemos ''desjudicializar'' lo que nos plazca. Carteristas y lateros podrían exigir que sus delitos se ''desjudicialicen'' y se aborden como una supuesta consecuencia de la exclusión social»

Iglesias y Montero, de Unidas Podemos, en el Congreso el día de la investidura de Sánchez REUTERS

Desjudicialización es un neo palabro. Tan forzado y cacofónico, que la pantalla lo subraya en rojo. El nacionalpopulismo -PSOE, comunistas, separatistas y un señor de Teruel- lo saca a pasear cada minuto. Hay que desjudicializar el proceso independentista catalán. Volver a la política, al diálogo, dicen.

El diálogo permitió a España transitar de la dictadura a la democracia. Lo sabe bien un marxista de verdad -esto es, no nacionalista- como Nicolás Sartorius. En La manipulación del lenguaje (Espasa) advierte de la trampa «dialogista» -cada uno habla solamente para afianzar sus argumentos- que banaliza el dia logos platónico.

En la cháchara nacionalpopulista, advierte Sartorius, el diálogo se confunde con dialogismo «pues se apartan o se excluyen de la plática los momentos decisivos de la transacción y el convenio». Dialogar con el independentismo supone comulgar con el derecho de autodeterminación y la «desjudicialización»: léase indulto o amnistía para los sediciosos.

La pulsión peronista de la ultraizquierda española se ve reforzada por la «desjudicialización» en Argentina con Cristina Fernández de Kirchner. Al minuto uno de la presidencia de Alberto Fernández, un tribunal revocó la prisión preventiva de la actual vicepresidenta por su encubrimiento del atentado terrorista -atribuido a Hizbulá y diplomáticos iraníes- contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994 que arrojó 84 muertos.

La causa la abrió el fiscal Alberto Nisman, asesinado de un tiro en la cabeza la madrugada del domingo 18 de enero de 2015. Al día siguiente, lunes, iba a presentar las pruebas contra Fernández de Kirchner. Esta semana se cumplirán cinco años. Con la Evita delincuente de nuevo en la poltrona, el peronismo «desjudicializa» y vuelve a «desjudicializar»: su vicepresidenta pecha con trece procesamientos, siete órdenes de detención y más de dos mil causas por la corrupción de su gobierno y acólitos.

El presidente Fernández clama por una «justicia independiente»: debe ser la misma «justicia» que impulsaban los sediciosos catalanes con sus leyes de transitoriedad del 6 y 7 de septiembre de 2017: jueces elegidos desde la Generalitat. En la Cataluña secesionista, «justicia independiente» significa desconexión con España y con la separación de poderes.

Y si nos ponemos estupendos, podemos «desjudicializar» lo que nos plazca. Carteristas y lateros podrían exigir que sus delitos se «desjudicialicen» y se aborden como una supuesta consecuencia de la exclusión social. Tomados en sentido amplio, la «desjudicialización» y el «derecho a decidir», que pretenden combatir las que consideran «leyes injustas», nos llevan directamente al caos.

Otro de los embelecos que el nacionalpopulismo pondrá sobre la mesa de diálogo será el referéndum «legal y pactado» sobre la independencia de Cataluña (al que seguiría otro, más pronto que tarde, en el País Vasco).

En su imprescindible diccionario de engaños, Sartorius desvela el verdadero significado de la aparentemente inocua propuesta: «Estamos ante el ejercicio del derecho a la autodeterminación… Si esto es lo que se está proponiendo, con insistencia digna de mejor causa, ni es legal ni es pactado». Y si el Gobierno pretendiera convocarlo, añade, «exigiría, en cualquier caso, no ya una reforma de la Constitución, sobre la que debería votar el conjunto de la ciudadanía española, sino otra Constitución, puesto que se está modificando el sujeto de la soberanía nacional. Y tampoco sería pactado, por cuanto la pregunta ya vendría dada y no habría nada que pactar. ¿O es que se aceptaría otra pregunta que no fuese independencia o no?».

Pero las cuitas del cofundador de Comisiones Obreras -seis años en la cárcel por oponerse al franquismo cuando Franco existía de verdad- y diputado el PCE e Izquierda Unida no parecen preocupar a quienes hoy malversan esas siglas. Pablo e Irene lloriqueaban de emoción: él, vicepresidente y su parienta, ministra de Igualdad: dos subidones de sueldo para sufragar con más desahogo el casoplón de Galapagar… Aunque no sabemos si Irene Igualdad seguirá tratando a sus escoltas como criados.

La relación de estos apóstoles de la sociedad sin clases con sus clases subalternas -recordemos a Echenique y su cuidador- es tan paradójica como la de la Izquierda Exquisita (Radical Chic) que denunció Tom Wolfe en sus impagables crónicas: (Anagrama).

El 25 de agosto de 1966, Leonard Bernstein, compositor de West Side Story , invita a su fiesta a los Panteras Negras, muchos de ellos encausados por terrorismo. Como alguien ha de servirles, y no pueden ser criados negros, Lenny y Felicia Bernstein optan por criados blancos sudamericanos… «Algún alma bienintencionada preguntará: ¿Por qué no prescindir totalmente de los criados, si el asunto crea una tensión tan intolerable y se cree realmente en la igualdad?», acota Wolfe. Pero en la Izquierda Exquisita, Radical Chic, Gauche Caviar, «existe una profunda y fundamental necesidad de… tener criados. ¿Está claro?», remata.

El Gobierno Sánchez ahorma el Estado a gusto del nacionalpopulismo y sus Panteras separatistas.

La Boétie lo llamó servidumbre voluntaria.

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