Sergi Doria - SPECTATOR IN BARCINO
Del pucherazo a los pucheros
«El corazón no es un órgano de la democracia. Cuando las emociones y los afectos dominan el discurso político, la propia democracia está en peligro», alerta Byung-Chul Han
Del pucherazo a los pucheros. El cénit y ocaso del proceso separatista. Hubo pucherazo en las urnas de cartón del 9-N y en las de plástico del 1-O que el CNI no localizó (¿espió poco?). Elsa Artadi aliñó con pucheros ambas efemérides en su despedida de la política: once años viviendo a costa de la fe de los suyos y de los impuestos de todos.
Nietzsche nos desafía sobre cuánta verdad somos capaces de soportar. El independentismo esquiva la interpelación nietzscheana porque se sustancia en la mentira. Lo suyo es cuánta mentira son capaces de propagar con la sonrisa o el lloriqueo ornando la jeta de cemento.
En 'Infocracia' (Taurus) el filósofo coreano Byung-Chul Han subraya el desprecio de Trump por los hechos: «Quien es ciego ante los hechos y la realidad es un peligro mayor para la verdad que el mentiroso», advierte. Con su historia alternativa, el nacionalismo catalán presenta rasgos en común con el trumpismo: por eso gustan a Putin.
Apadrinada por Andreu Mas-Colell, plumón Moncler de 1200 euros y currículum de Harvard, Artadi prosperó en un independentismo que pasa por progresista siendo (en verdad) rancio carlismo; y por revolucionario siendo (en verdad) frivolidad burguesa.
Para conocer a la dimisionaria recordemos algún momento estelar. ¿Dónde estaba hace una década? Veamos. Preparaba La Grossa que, como directora general de Tributos y Juegos, presentó a bombo y platillo en 2013 y hubo de retocar a la baja en 2015: de los cien mil números iniciales a ochenta mil.
La misión de La Grossa que caía en Nochevieja era, cómo no, competir con la Lotería Nacional de toda la vida: una estructura de Estado sustentada en la ludopatía patriótica. El invento no comenzó con buen pie. El 31 de diciembre de 2014, que había de ser el colofón del histérico Tricentenario de 1714, el número ganador no tenía propietario: sólo se vendió la mitad del tiraje. Los 50 millones de euros que la Generalitat calculaba recaudar quedaron en 26.
El 12 de marzo de 2019 nuestra 'oprimida' equiparó con el Holocausto la prohibición por la Junta Electoral Central de lazos y 'esteladas' en los edificios públicos. En un tuit puso lazo amarillo a los 69 años de la muerte de Ana Frank en el campo de exterminio de Bergen-Belsen con una cita del memorable Diario: «No se nos permite tener nuestra opinión. La gente quiere que tengamos la boca cerrada, pero eso no te impide tener tu propia opinión, todo el mundo ha de decir lo que piensa».
La morbosa ocurrencia provocó la indignación del ministro consejero de la Embajada de Israel: «Nada, pero nada, puede compararse con el Holocausto para promover una causa política. ¡Esta comparación es una vergüenza!», protestó Assaf Moran.
Los separatistas, mayormente de las zonas residenciales, altos cargos de carné, sociedad civil infiltrada y oligarcas del agro, reconvertidos en judíos del gueto. Ni siquiera la efeméride que esgrimía Artadi era cierta: Ana Frank pereció en 1945; en 2019 se cumplían 74 años. Tal vez las lágrimas le hicieron confundir los guarismos al consultar la Wikipedia.
A eso juega 'Junts per la Mentida': a hacerse los mártires que no son; el congreso del 4 de junio, donde habrá de todo menos la coherencia de disolverse será en Argelès, topónimo de playa-muladar y disentería donde acabó mi abuelo en 1939. Banalizan el exilio republicano con el mismo descaro de Puigdemont y Torra al fotografiarse junto a la tumba de Machado.
El independentismo es como la tómbola del «siempre toca, si no un pito una pelota». Las formaciones extractivas populistas funcionan mientras proporcionan réditos a sus promotores y compañeros de viaje. Cuando pierden votos, escaños y presencia institucional remunerada acontece la fractura… y la factura.
Junts hiede a descomposición. El fugitivo Puigdemont —para ellos, presidente legítimo— deja la presidencia por su pintoresco Consell per la República; Jordi Sànchez —otro captador de cargos— huye de la secretaría general. Les sustituye la imputada Laura Borràs y el indultado Jordi Turull. Jaume Giró, que trocó prosa bancaria por lírica separatista, espera la inmolación del potencial Dúo Pimpinela.
Once años, entre Convergència y Junts pasando por el PDECat fatigan —ojalá fuera fatiga moral— a cualquiera. Artadi surfeó de cargo en cargo para no estrellarse, como algunos conmilitones, contra las rocas de la ley: multas, inhabilitaciones, talego. ¿Se creía sus bravatas cuando arengaba a los catalanes a ser combativos? En la candidatura municipal que encabezaba iba a pasar en 2023 de cinco concejales a dos. Moraleja: sin cargos no hay paraíso.
La empanada emocional coarta toda autocrítica del secesionismo: «El corazón no es un órgano de la democracia. Cuando las emociones y los afectos dominan el discurso político, la propia democracia está en peligro», alerta Byung-Chul Han.
El «España nos roba», el 1-O, «mandato democrático» con «miles» de heridos, los presos políticos… Tanto mentir daña, ¿verdad?