Sergi Doria - Spectator in Barcino

Entre escamots y CDR

«De tanto manipular la Historia se han creído sus propias mentiras»

Francesc Macià, con abrigo claro, en una imagen de archivo BRANGULI

Sergi Doria

Consejería de Agricultura que rige, por decir algo, Teresa Jordà, la consejera de la leche cruda, la cerveza Fuck Spain y el ninguneo a los payeses del Ebro. El magro balance de la consejería -en la línea inane del No Govern-, contrasta con su pertinaz propagandismo: un gigantesco lazo amarillo en la entrada y una pancarta del Tsunami Democràtic con el lema Tornarem als carrers.

La Generalitat y su trama civil - ANC, Òmnium - conjugan los verbos «confrontar», «desbordar», «apretar» y añaden la coletilla «de forma cívica y pacífica». Pero tanta apelación a ley de la calle, la rebelión de la masa, la absolutización del Pueblo acaba, más pronto o más tarde, en guerrilla urbana, kale borroka, sabotaje, lucha armada o… terrorismo. La cacareada «revuelta de las sonrisas» chapotea ahora en la violenta charca de los CDR . «Para hacer tortilla habrá que romper huevos», advirtió aquel edil de las CUP.

En las concentraciones separatistas el descenso de participación contrasta con el incremento de banderas siniestras como la enseña de la URSS que ondeó en la Diada . La enseña con la hoz y el martillo -decenas de millones de muertos- no molestaba a los «cívicos y pacíficos» de la performance; y nadie se preguntaba, más bien aplaudía el aumento de banderas negras con la estrella y el aspa; popularizada en la guerra de los Segadors, es la simbología de matar o morir. Verbigracia: menos independentistas, más radicalizados.

A los nueve CDR se les interviene material explosivo, planos de cuarteles y se les graba en una cantera probando sus peligrosas sustancias: dos de ellos confiesan. Según el juez, «tenencia de explosivos», «conspiración para delito de estragos, integración en grupo u organización criminal de naturaleza terrorista». Pero Quim Torra no tolera que se asocie terrorismo con independentismo: «Ha sido, es y será cívico y pacífico».

Pacífico desde 1991, cuando Terra Lliure se autodisolvió, porque todo lo anterior es una crónica de violencia. Vayamos a la Historia que tanto gusta a Torra. En 1919, el coronel Macià organiza el nacionalismo radical en la Federació Nacionalista y Daniel Cardona y Miquel Pagés se encargan de la sección mamporerra.

El independentismo catalán es coetáneo del bolchevismo, fascismo y el IRA, cuyo estilo de atentar, subraya Enric Ucelay-Da Cal en Breve historia del separatismo catalán, «no parecía lejano y generaba simpatías católicas, incluso entre la gente de orden de la Lliga».

En 1922, Macià funda Estat Català: «Bajo mano, preparó un ejército clandestino de Cataluña, más ruidoso que eficaz», apunta el historiador. La estrategia terrorista culmina en el atentado del Garraf de 1925: un escamot -adaptación catalana de las escuadras fascistas- puso una bomba, que no llegó a estallar, en la vía por donde había de pasar el tren de Primo de Rivera y Alfonso XIII . Miquel Badia y Jaume Compte optaron por el terrorismo con Bandera Negra, explica Ucelay da Cal. Esa «secreta hermandad catalana» nació en un piso de la calle Bertrallans, camuflada bajo el grupo excursionista La Serra del Cadí.

Una facción radical de Acció Catalana se unió a la Societat d’Estudis Militars (SEM), que luego Josep Maria Batista i Roca reconvirtió en la ORMICA (Organización Militar Catalana). El complot del Garraf fracasó, el fichero del SEM fue descubierto y cayó el grupo separatista.

Tras el fiasco de Prats de Molló, el separatismo no renunció a la violencia durante la República. Los Badia, Dencàs, Companys, Batista i Roca, la Guardia Cívica, Palestra, Cardona y Nosaltres Sols rubrican esa pulsión paramilitar.

Mientras Companys retozaba con Carme Ballester -examante de Badia-, este y Dencàs se iban de excursión a probar revólveres. Así lo cuenta el entonces consejero Puig i Ferrater: «A pegar tiros a los troncos de los árboles, o a los palos de las carreteras que tomaban como blanco y así se ejercitaban para un golpe de fuerza tan vago, ilusorio, y hasta grotesco como el 6 de octubre. Y llegaban a las parodias, a las simulaciones, como aquel supuesto atentado contra el coche de Dencàs que ellos mismos perforaron a tiros».

Batista i Roca, inspirador en los años sesenta del grupo terrorista EPOCA (Ejército Popular Catalán) -asesinos de Bultó y Viola-, falleció en 1978 y Terra Lliure se integró en la Esquerra de Àngel Colom. La crónica naif nacionalista minimiza a esta banda porque atentaban con más voluntad que acierto. Pero la falta de acierto no excusa la clara voluntad de matar. En 1987, el independentismo catalán dio 40.000 votos a la proetarra Herri Batasuna, poco antes del atentado de Hipercor.

Hoy, el mantra «cívico y pacífico» blanquea una historia de violencia. El independentismo con bolso Armani y generosa nómina del erario dice que los CDR preparaban «focs de festa major» y que la Guardia Civil se vaya de Cataluña para no molestarlos.

De tanto manipular la Historia se han creído sus propias mentiras.

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