Sergi Doria - SPECTATOR IN BARCINO
¡Antifascistas todos! (¡y todas!)
Es la Barcelona en «alarma antifascista»: la magia de Borràs, cuperos y 'cedeeres' incendiarios y estos aprendices de Rousseau que adoquinan de buenas intenciones el camino hacia el infierno. Recordemos, una vez más, a Oriana Fallaci. Hay dos tipos de fascismo: el fascismo y el antifascismo.
En Cataluña no existe la derecha . A quien se proclama de centroderecha, se le acusa de connivencia con los 'fascistas' de Vox. «El primer país del planeta en que ningún partido se reconoce de derechas» , ironizaba Ernest Folch en 'El Periódico'. La burguesía convergente, camuflada en el nacional-populismo de Junts, abandona a los mossos cuando la ultraizquierda quema Barcelona.
Colau dice que Ayuso «representa el neofascismo» . Cabría preguntarse qué representa el bolchevique del moño, o los cuperos. Si está feo banalizar el fascismo, debiera estarlo blanquear el comunismo . Así lo vieron Orwell o Grossman… El primero debe sonarle a la alcaldesa por la plaza; del segundo, ni 'flowers'.
Los comunes han tenido una mala semana. El comité de ética municipal r eprobó a Gala Pin por trabajar en la Fundación Goteo , a la que concedió tres subvenciones en su etapa de concejal. Y Abogados Catalanes por la Constitución denuncia ante la Fiscalía al equipo comunero : prevaricación, fraude en la contratación, malversación de caudales públicos y tráfico de influencias por la concesión de 3,4 millones al Observatorio Desc, Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), Alianza contra la Pobreza Energética (APE) e Ingenieros sin Fronteras (ESF), entidades afines a Colau.
En 2016 Joaquim Roglán retrató en 'Excelentísima activista' (Península) a la alcaldesa. Su universidad, advertía, fue ese Observatorio de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Barcelona (Desc) que impulsó Jordi Borja, psuquero que transitó de Bandera Roja a la burocracia municipal: «Ada Colau, su pareja y personas afines y amigas que contrata en el Ayuntamiento provienen de ese Observatorio subvencionado por el propio Ayuntamiento desde mucho antes de ser alcaldesa », señalaba el periodista. Al decir «personas afines» se refería a Gerardo Pisarello, Jaume Asens, Gala Pin, Vanesa Valiño (esposa de Pisarello) y Águeda Bañón. Colau, Asens y Pisarello trabajaron en el Desc (los dos últimos sin remuneración). Además de Colau, Pin y Valiño, la acusación incluye a Irene Escorihuela, Laura Pérez y Laia Ortíz.
Mientras la 'excelentísima activista' desprestigiaba la denuncia, su edil de Urbanismo, Janet Sanz, acudía al juzgado como investigada por la expropiación de Casa Buenos Aires . Los propietarios de esta finca okupada le acusan de prevaricación, omisión del deber de perseguir delitos, obstrucción a la justicia y coacciones.
Si la economía productiva crea viveros de empresas, el colectivismo comunero prefiere los viveros de antifascistas (léase vividores). Esta peña, concluía Roglán, es « la generación de los viajes de bajo coste que jamás soñaron ni han vivido sus padres , de las becas Erasmus, del turismo a cargo de las ONG que, a escala global, removían millones de dólares y euros… Promociones más educadas en derechos que en deberes ». Muchos derechos, pocos deberes: el ADN del activismo populista.
En su segundo mandato con minoría absoluta, Colau ha aprovechado la pandemia y la inacción de un socio pagafantas para culminar su proyecto colectivista.
En 'Miradas sobre la ciudad' (Acantilado), Manuel de Solà-Morales elogia el Ensanche : «Es un trazado insólito, al menos por el dimensionado de las calles, la solución de los chaflanes, la riqueza del arbolado y la pendiente hacia el mar. ¡Cuán difícil es hoy en día imaginar Barcelona sin este sentido geográfico que ya los romanos, y sobre todo el Ensanche, confirmarían!». La Gran Vía, añade, «como gran eje territorial del Llobregat al Besós, paralelo al mar y tangente al núcleo antiguo, sería la pieza maestra de un plan, el de Cerdà, que hoy, en todo el mundo, es admirado por su coherencia teórica y su radicalidad formal».
En todo el mundo menos en plaza San Jaime. «Barcelona no merece un paraurbanismo tan cutre» , escribía Josep Acebillo en 'La Vanguardia'. El arquitecto jefe de la Barcelona 92 compara el urbanismo táctico con la Ciudad Verde del Moscú estalinista: «¡Los intentos de naturalizar la ciudad mediante soluciones estrambóticas ajenas a su cultura (huertos urbanos, jardines verticales, plantas en los alcorques, decoración verde…) solo contribuyen a la desnaturalización y a su degradación ecológica!». Y argumenta: «El verde urbano, ¡no los árboles!, suele producir un balance ecológicamente negativo , porque su mantenimiento casi siempre implica una producción de CO2 superior al que es capaz de absorber». Óscar Tusquets o Dani Mòdol comparten, con sus respectivos matices, tan crítico diagnóstico.
Este populismo demagógico proyecta «una sociedad altamente subvencionada que a medio plazo generará una proletarización de las clases medias» , concluye.
Mientras se planean nuevas supermanzanas, la del Pueblo Nuevo se degrada. La Barcelona histórica no interesa a Colau : la Rambla aguarda su rehabilitación, todavía sin calendario; y el Consistorio distrae a la opinión pública con chapuzas en el deteriorado paseo.
Es la Barcelona en «alarma antifascista»: la magia Borràs, cuperos y 'cedeerres' incendiarios y estos aprendices de Rousseau que adoquinan de buenas intenciones el camino hacia el infierno.
Recordemos, una vez más, a Oriana Fallaci. Hay dos tipos de fascismo: el fascismo y el antifascismo.