Salvador Sostres - Shambhala

Zelenski explicado a los catalanes

Los independentistas tendrían que reflexionar sobre qué les queda como tales que no hayan traicionado, pisoteado y humillado

Salvador Sostres

El presidente Zelenski aguanta en Ucrania y no ha aceptado el asilo que le han ofrecido Francia y los Estados Unidos. No hizo nada ilegal, no provocó a Rusia, ha sido brutalmente invadido y sabe que Putin va a asesinarle. Y ahí está, aguantando como el líder que es de su país porque sus conciudadanos le han votado. Nos hemos reído de él por cómico, por caricato, pero este momento de dignidad y entereza en las que probablemente sean las últimas horas de su vida es una insólita lección de democracia y de luz; un hombre asumiendo las consecuencias y pagando el precio, como hacen las personas verdaderamente libres.

En Cataluña, el presidente Puigdemont violentó la legalidad pese a las múltiples advertencias de todas las instancias judiciales, y desatendió el sincero ruego del presidente Rajoy -«no nos obligue a hacer lo que no queremos hacer»-. De un modo frívolo, casi involuntario, declaró la independencia cuando en realidad quería convocar elecciones autonómicas, y sin que el Gobierno tomara ninguna medida de fuerza, ni siquiera 'física', se fugó a Bélgica, abandonando a su gobierno, a los que había implicado en la comisión del delito, a sus partidarios y por supuesto a su propia declaración de independencia.

Zelenski está arriesgando su vida por defender a su pueblo de un ataque que no se ha buscado, y que ha tratado de evitar de todos los modos posibles. Puigdemont asomó a los catalanes al abismo y bastó una querella presentada por el fiscal general para que se escondiera y se fugara, y no se atreviera ni a ir al palco de Montilivi, donde le esperaba Florentino Pérez para ver el partido que enfrentaba al Girona con el Real Madrid.

Nadie quiere ni quiso nunca matar a Puigdemont, como mínimo nadie que no sea de Esquerra Republicana. Comparar la intervención de la Policía en el referendo ilegal del 1 de octubre con la agresión de Putin -como algunos dirigentes independentistas han hecho- es ofensivo para cualquier inteligencia. El presidente fugado declaró la independencia por motivos personales -para que Oriol Junqueras no le ganara las elecciones- y huyó por motivos igualmente personales, sin tener en cuenta las esperanzas que, aunque fuera falsamente, había insuflado a sus seguidores. Todo esto teniendo en cuenta que pasar tres años en una cárcel española es un balneario de lujo comparado con saber que Putin quiere asesinarte, por mucho que vivas bajo la protección de una democracia consolidada.

Si vivir en una Ucrania feliz, tranquila y libre es ya una desgracia, está absolutamente fuera de mi alcance ni siquiera pensar en resistir a un ataque de Putin cuando eres un Estado que se aguanta por los pelos. Sin embargo esto es lo que hacen súbditos y dirigentes ucranianos, aunque entiendan que no tienen otro destino que la derrota y la muerte. Y aunque vivir en Barcelona es increíblemente más agradable y afortunado, el independentismo sin ningún escrúpulo se jugó lo mucho que teníamos a cambio de un beneficio altamente incierto y que en cualquier caso no arriesgó nada por defenderlo. Dumas lo escribe en el 'Hombre de la máscara de hierro': «-Estúpido. Cómo si importara cómo cae un hombre. -Cuando todo lo que te queda es la caída, importa muchísimo».

Hay que decir que tampoco la parte constitucionalista de Cataluña, mayoritaria, ha brillado por su valentía, por su inteligencia ni por su capacidad estratégica. Gran parte del empresariado, contrario por motivos obvios a la sedición, ha especulado y ha intentado esquivar el conflicto. Pocos han fijado una posición clara y muchos menos la han defendido en público. En privado se han quejado, pero como Puigdemont, sin arriesgar nada, y si bien no se han fugado, han abandonado a una sociedad que desde luego se equivocó si alguna vez les tuvo de referentes por algo más que por ser ricos.

El pobre presidente Zelenski tiene las horas contadas. Espero de todo corazón equivocarme, pero Putin es un asesino despiadado, de vocación claramente acreditada en este particular, y como explica la exministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, en una entrevista que hoy publica ABC en la contraportada: «Es una decisión tomada que Occidente no va intervenir militarmente en esta guerra». Yo no estaría desde luego a la altura de la heroicidad de Zelenski. Por eso intento no hacer cosas que la exijan. Créanme si les digo que suelo tener ideas mucho más divertidas de lo que al final del día considero que me puedo permitir hacer o escribir. La libertad sin responsabilidad, sin precio, sin consecuencias, es una broma. La clase de broma en la que el presidente Puigdemont y el grueso del independentismo la han convertido. En la derrota asegurada, la desesperación y la devastación el pueblo ucraniano y su presidente resisten con su última medida de devoción a su país y al sentido de sus propias vidas. Es lo único que les queda, y por lo tanto importa muchísimo, como bien escribe Dumas. Los independentistas tendrían que reflexionar sobre qué les queda como tales que no hayan traicionado, pisoteado y humillado. No les pido que piensen en su última medida de devoción, me bastaría con que pudieran explicarme algo sobre la primera.

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