Salvador Sostres - Todo irá bien

El escote

Me molestan los héroes de la denuncia, los justicieros, la piedra en la mano. Pienso que podemos y merecemos vivir mejor y que esta dinámica es diabólica y que nos estamos haciendo mucho daño

Salvador Sostres

Lo que se ha vendido como una censura de TV3 fue una cortesía de la realizadora del programa, que vio a la portavoz del Govern ajustarse un par de veces el escote e interpretó que estaba incómoda. En una breve pausa le pusieron unas pinzas creyendo que la ayudaban. La portavoz no se quejó y fueron las peluqueras y las maquilladoras de la casa las que montaron un absurdo escándalo de gritos y consignas feministas que nada tenían que ver con lo sucedido, pero que confundieron a una colaboradora que intervenía a continuación y que para hacerse la salvadora de no se sabe muy bien qué dijo que la cadena había «censurado» el escote. Lo mismo dijeron otras feministas -no necesariamente peluqueras- en las redes sociales.

Me gustan los escotes y la civilización se basa en saber mirarlos. Si una mujer se pone un escote es porque le gusta que se lo miren, como si un hombre se pone un pañuelo o una corbata o un pantalón ceñido; y la mirada tiene que guardar proporción con lo que se ofrece sin llegar a ser el espejo de lo que en aquel momento te pasa por la cabeza que podrías hacer. A nadie en TV3 se le ocurriría censurar un escote y si me brillara la calva también una maquilladora correría a ponerme polvos en una pausa. Pensar siempre lo peor lo hacen los resentidos y los amargados. Las personas felices y aseadas vivimos en la prerrogativa benigna y es nuestro modo de relacionarnos con los demás.

Falsas broncas como la de este escote reducen cualquier buen propósito a cháchara de peluquería. Es realmente contraproducente para cualquier causa que se pretenda noble armar estos líos que todo el mundo puede entender que no tienen ningún sentido. Acusar a la pobre realizadora -que todo cuanto quiso fue ayudar- de menoscabar a las mujeres es de un catetismo y una crueldad que tendría que hacer reflexionar a las gritonas y a las supuestas feministas que las secundaron en Twitter.

Me gustan los escotes y cuando lo digo me llaman machista. Me gustan un poco más pronunciados que los de la señora portavoz, y esto cuando lo digo, además de machista me llaman fascista. Me gustan los cuerpos. Me gustan los cerebros. Me gusta todo y lo celebro. Me gusta la vida. También me gusta la alegría y me molestan las amargadas, la incultura del agravio, el resquemor casi siempre infundado, el linchamiento del otro para poderte afirmar tú en algo.

Me molestan los héroes de la denuncia, los justicieros, la piedra en la mano. Pienso que podemos y merecemos vivir mejor y que esta dinámica es diabólica y que nos estamos haciendo mucho daño. Me causa una gran pena ver a mujeres humillándose en este tipo de espectáculos. Se está creando la sensación de que lo mejor es siempre no hacer nada porque ni la buena fe te salva de que te arrastren por cualquier cosa y del modo más salvaje. En nombre de la falsa pulcritud, del falso respeto y de la todavía más falsa igualdad, las amargadas están imponiendo su odio y nos estamos quedando cada vez más a la intemperie y cada vez más solos. Yo sé que los amargados siempre serán unos amargados, y que cuesta mucho curarlos. Tendríamos que procurar no ampliar el club, conocer a la realizadora del programa y decirle «no te preocupes, ya está», y darle un gran abrazo.

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