Carina Mejías - Tribuna Abierta
El uso político del sufrimiento
«Desde hace unas semanas el sufrimiento ajeno se ha convertido en espectáculo político»
Hace más de un año que sigo con interés las acciones de rescate de refugiados de las fragatas españolas en el Estrecho. Solo dos de ellas, la fragata Canarias y la fragata Navarra, participantes en la «operación Sophia», cuya misión es la de luchar contra las mafias que trafican con personas, han rescatado desde el año 2015 a más de 15.000 personas en el Mediterráneo. Y no he visto que cada vez que una de ellas se acerca a un puerto, haya una comitiva de políticos celebrando actos de bienvenida. Únicamente los voluntarios de Cruz Roja y Cáritas y los vecinos conmovidos por la solidaridad, acuden en su ayuda para poder reconfortar a los recién llegados.
Desde hace unas semanas el sufrimiento ajeno se ha convertido en espectáculo político. Si el gesto de Pedro Sánchez de acoger al Aquarius en el puerto de Valencia tuvo algo de humanitario, el espectáculo de la comitiva política de recepción buscando la foto acabó por arruinarlo. Estos días se ha visto el mismo espectáculo en Barcelona con la alcaldesa Ada Colau, que lleva años dando la bienvenida a los refugiados a Barcelona, pero cuando llegan es incapaz de ofrecerles unas condiciones de vida dignas.
Todos y cada uno de los manteros que ocupan las calles de Barcelona vinieron huyendo de situaciones difíciles, de conflictos bélicos, de la pobreza o de la guerra o simplemente buscan una vida mejor. A ninguno de ellos ha sido capaz de ofrecerle una alternativa de vida digna y permite con pasividad que sigan siendo explotados por las mafias que los utilizan para enriquecerse.
Nunca la hemos visto visitar a quienes viven en los 70 asentamientos ilegales que han ido creciendo en Barcelona, ni hacerse fotos con ellos. Ni con aquellos que recurren al tristemente llamado «mercado de la miseria» para poder malvender algo encontrado en la basura y así conseguir algo de dinero con el que alimentarse aunque sea solo una vez al día. A la alcaldesa, no le interesan, ni sabe dónde están.
Pero ayer llegó el momento del protagonismo político ante el sufrimiento ajeno y Colau aprovechó para salir en la foto. Vender imágenes que calan hondo en una sociedad que ha demostrado con creces que su solidaridad, cuando se la requiere, no tiene límites. La solidaridad y la responsabilidad deben ir de la mano. Me quedo con la labor callada de los tripulantes de nuestras fragatas y de las ONG que demuestran a diario y con discreción la gran dimensión de su labor humanitaria. No necesitan foto.