Miquel Porta Perales - El oasis catalán
Perdón
Que nadie albergue la más mínima esperanza. El independentismo catalán, como el padre severo, persevera
En una Cataluña normal -es decir, que se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano-, el independentismo catalán aprovecharía el 11 de Septiembre, octavo aniversario del inicio del «proceso», para pedir perdón por los daños causados. Por convertir Cataluña en una región irrelevante, por desprestigiar hasta el ridículo las instituciones catalanas, por perseguir la desestabilización de Cataluña y España, por tergiversar la legalidad nacional e internacional, por transgredir la legalidad democrática catalana y española, por quebrantar sistemáticamente la ley, por no respetar a las minorías políticas, por intoxicar a la ciudadanía a través de los medios públicos y privados afines a la causa, por construir una red clientelar, por engañar al ciudadano con promesas inviables, por despreciar cualquier disidencia, por propiciar la fractura social, por generar odio, por desatar la fuga de empresas e inversiones, por prescribir la realidad por nacionalista decreto.
Que nadie albergue la más mínima esperanza. El independentismo catalán, como el padre severo, persevera. A lo sumo, concederá una tregua para acumular fuerzas y volverlo a hacer. El independentismo -inasequible al desaliento, por utilizar terminología franquista-, insiste y persiste. Que si los «presos», los «exiliados», la «represión del Estado», la «autodeterminación» o el «derecho a ser independientes». Y el recochineo inscrito en la camiseta -a 15 euros la pieza: tejido técnico 100 % poliéster- de la ANC del 11-S 2020: «el deber de construir un futuro mejor». Y lo dicen ellos, que han llevado a Cataluña y los catalanes al borde del precipicio. ¿Para qué los 15 euros? Para «ayudarnos a continuar trabajando para conseguir la independencia de Cataluña». Un ERTE, por favor. Urge un ERTE que posibilite que el nacionalismo catalán reflexione críticamente -¿tiene capacidad para ello?- y, previo acto de contrición o arrepentimiento de la culpa cometida, acabe pidiendo perdón por el mal ocasionado. No es necesario que se arrodille.