Juan Milián Querol - TRIBUNA ABIERTA
Procesismo es decadencia
«La gigantesca administración nacionalista no sale gratis. Ahora nos añaden tres tributos nuevos para así alcanzar los 22 impuestos propios, cuatro de ellos inconstitucionales»
Los presupuestos de la Generalitat de Cataluña serán el fruto de una coalición malavenida de populismos: el derroche nacionalista y la fiscalidad socialista. Así, los catalanes seguiremos sufriendo un triple castigo: la pandemia del coronavirus, la mala gestión del gobierno Sánchez y la mala gestión del govern Aragonés. Las prioridades no pueden ser más equivocadas. Son puro procesismo.
Gastarán más en acción exterior que, por ejemplo, en desarrollo empresarial, apoyo a la industria o promoción social. Aumentarán los recursos públicos destinados a TV3 y Catalunya Ràdio, con un total de 284 millones de euros, mientras se reducen 40 millones en políticas de empleo, siendo la previsión de tasa de paro similar a la de 2020. Una vez más los presupuestos nacionalistas engordarán la Generalitat y debilitarán la sociedad. Ante nuevas olas pandémicas y la subida del coste de la vida, seremos más frágiles y vulnerables.
Por otra parte, la política fiscal no parece mejor que el gasto. Los catalanes somos los españoles que más impuestos pagamos, porque así lo ha decidido la Generalitat. La gigantesca administración nacionalista no sale gratis. Ahora nos añaden tres tributos nuevos para así alcanzar los 22 impuestos propios, cuatro de ellos inconstitucionales. Nos encontramos ante una hiperinflación impositiva no sufrida en ninguna otra comunidad autónoma.
No es de extrañar, pues, que las inversiones no lleguen y las empresas se vayan, sobre todo a Madrid, donde van a eliminar todos los impuestos propios. Poco a poco, las malas decisiones de la Generalitat van hundiendo la economía de las familias y de las empresas catalanas. A las puertas de la sexta ola, parece que nada han aprendido los gobernantes catalanes de las cinco anteriores. La pésima gestión con los pasaportes covid muestra que la mala política tiene un precio demasiado alto. Es pura decadencia.