Gestos

Ante el diálogo que se avecina, el independentismo catalán no se fía de nadie y por eso exige gestos al Gobierno y al Estado. Por ejemplo, según el día: el acercamiento -hay quien pide la libertad sin más: como si aquí no hubiera pasado nada- de los políticos presos a Cataluña, el reconocimiento de la soberanía política de Cataluña con el consiguiente derecho de autodeterminación, la retirada de los recursos de inconstitucionalidad que pesan sobre algunas leyes aprobadas en el Parlament, la modificación de algunas leyes orgánicas con el objeto de recuperar las leyes ya declaradas inconstitucionales o la satisfacción inmediata de los 46 puntos que Carles Puigdemont exigió en su día al Gobierno español.

Y, por supuesto, el independentismo, para empezar, reclama los seis mil millones de euros que le corresponderían. Todo eso -en un alarde de paciencia, prudencia y generosidad marca de la casa-, se pide de entrada. Como condición. Cabe añadir que el independentismo, siempre obsesionado por el bien común, aduce que habla en nombre de los intereses de los ciudadanos de Cataluña.

Así las cosas, uno se pregunta si el Gobierno y el Estado le requieren algo al independentismo. Que sepamos, sí le piden una cosa: el respeto a la ley. Cosa harto difícil habida cuenta de la deslealtad institucional de un nacionalismo catalán que tiene la mala costumbre de incumplir la ley según le convenga. Pero, el Gobierno y el Estado se quedan cortos.

Uno y otro han de aprender del independentismo y exigirle, además, algunos gestos como, por ejemplo, el abandono -las broncas y los numeritos incluidos- de la ficción secesionista, la rectificación de las sandeces propagadas por los popes nacionalistas, la retirada de las pancartas falaces -lazos incluidos- instaladas en los edificios oficiales o la neutralidad de los medios de comunicación públicos. Todo ello -como arguyen los nacionalistas-, en nombre de los intereses de los ciudadanos de Cataluña. ¿O es que en Cataluña solo hay ciudadanos independentistas?