La «diplomacia catalana» de Puigdemont solo recibe portazos a sus peticiones de amparo internacional

Pese al dinero que invierte la Generalitat, el éxito del "cuerpo diplomático independentista" es nulo

Carles Puigdemont y Artur Mas, en un acto de partido del PDECat EFE

DANIEL TERCERO

La secesión de una parte de un Estado miembro de la Unión Europea (UE) solo puede ser aceptada legalmente si se hace dentro del marco normativo recogido por las leyes nacionales y los tratados internacionales. Es decir, en el caso de Cataluña, el primer paso es acudir a la Constitución. O, lo que es lo mismo, la reivindicación de los independentistas es un asunto interno de España.

Una vez tras otra, la UE y los diferentes actores internacionales han respondido de la misma manera a las pretensiones de las formaciones políticas secesionistas. No es extraño, entonces, que ahora Carles Puigdemont y antes Artur Mas -en calidad de presidentes autonómicos- solo hayan recogido fracasos en sus giras por el extranjero para recabar apoyos.

Los últimos portazos se han oído esta misma semana. La Embajada de EE.UU. en España y el Centro Carter de Atlanta (EE.UU.) fueron rotundos y sin dejar espacio a la duda. La legación estadounidense señaló en un comunicado que, como en otras ocasiones, "la posición del gobierno de Estados Unidos sobre Cataluña es que es un asunto interno de España" y, para despejar posibles interpretaciones, añadió que EE.UU. está "profundamente" comprometido en "mantener la relación con una España fuerte y unida".

El centro de mediación de conflictos que lleva el expresidente estadounidense Jimmy Carter, y al que acudió Puigdemont para que le diera un respaldo a nivel internacional, no fue menos contundente que la nota diplomática: "La intención del Gobierno de Cataluña de promover un referéndum sobre la independencia fue compartido con el presidente Carter, que explicó que ni él ni el Centro Carter pueden estar involucrados en este tema".

Bruselas, Londres y Portugal, 2016

Este rapapolvo por partida doble era previsible. Los portazos a nivel diplomático han sido constantes en la "internacionalización del proceso", como gusta llamar a los defensores de la secesión. En mayo de 2016, Puigdemont realizó su primer viaje oficial. A Bruselas. Resultado: Jean-Claude Junker, presidente de la Comisión Europea, y Martin Schulz, entonces presidente del Parlamento Europeo, rechazaron reunirse con él.

Desde la Generalitat negaron haber pedido una reunión con cada uno de ellos, pero portavoces de los dos dirigentes comunitarios confirmaron las peticiones y, elegantemente, justificaron la no-reunión. La delegación de Puigdemont estuvo tres días en Bruselas y su cosecha se limitó a varias fotos con políticos belgas y algún eurodiputado "despistado".

Unos días después, en el mismo mes de mayo, el presidente de la Generalitat lo intentó en Londres. Tres días. Mismo éxito: ninguna reunión oficial de primer nivel. Su vista a la capital del Reino Unido se limitó a una conferencia, una reunión con Alex Salmond, exlíder del Partido Nacionalista Escocés, y una entrevista para la BBC.

Tras el verano, el presidente de la Generalitat volvió a coger el avión. Su destino: Portugal. Mismo resultado. Ningún representante portugués se entrevistó con Puigdemont, pese a que coincidió con Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, en Oporto, para la inauguración de una exposición sobre Joan Miró.

Bruselas, Westminster y EE.UU., 2017

Puigdemont volvió a Bruselas a finales de enero de 2017. En esta ocasión, lo hizo de la mano de Oriol Junqueras, vicepresidente de la Generalitat, y Raül Romeva, consejero de Asuntos Exteriores, Relaciones Institucionales y Transparencia, que viaja por el mundo con una tarjeta de visita con el cargo de "ministro".

Los tres se plantaron en el Parlamento Europeo para pronunciar otra conferencia. Sala llena (previo anuncio del acto en varios diarios), ninguna reunión oficial de alto nivel. De hecho, este tipo de conferencias en el Parlamento Europeo no tienen mucho valor político real (se llevan a cabo una veintena por semana), se autorizan porque son solicitadas por eurodiputados y todas quedan para consumo interno de cada país, en el mejor de los casos.

Poco después, en marzo de este mismo año, Romeva se desplazó al Parlamento del Reino Unido para participar en un grupo de trabajo. Ida y vuelta. Discurso duro contra el Gobierno, como es habitual, y mismo éxito. Este acto estaba organizado y promocionado por los representantes nacionalistas en Westminster. Cero encuentros a nivel institucional.

Y así llegamos a Estados Unidos. En abril de este 2017, unos días antes de la visita relámpago al Centro Carter, Puigdemont se dio un tour por varias ciudades estadounidenses: Boston, Nueva York, Washington… conferencias y entrevistas en la prensa. Pero el resultado de la "diplomacia catalana" sigue siendo el mismo. Ningún representante institucional acepta reunirse con el presidente de la Generalitat, que realiza estos viajes sin comunicarlos al cuerpo diplomático oficial de España.

Puigdemont, por la senda de Mas

Si el éxito internacional del representante del Estado en Cataluña, al menos formal y legalmente, es mínimo, peor hoja de servicios puede mostrar Romeva, que como responsable de la cartera autonómica de los "asuntos exteriores" ha viajado más que Puigdemont. Sin embargo, una vez más, sin éxito para la causa secesionista.

Esta inercia, cabe decir, viene heredada por la tarea realizada por Artur Mas, presidente de la Generalitat entre diciembre de 2010 y enero de 2016, que se obstinó en recabar cuantos más apoyos internacionales mejor para la causa de la independencia de Cataluña.

Pero como Puigdemont, su antecesor tampoco obtuvo resultados satisfactorios. Mas viajó, y mucho, pero tampoco pudo reunirse (ni fotografiarse) con dirigentes institucionales de alto nivel. "Nadie relevante en el mundo", en palabras de Salvador Illa, secretario de Organización del PSC, haciendo referencia a los últimos viajes de Puigdemont.

Eso sí, la maquinaria propagandística de la Generalitat -bien a través de TV3, Catalunya Ràdio y ACN, bien a través de medios privados afines- sí refleja cada viaje como si el mundo se parara para observar al presidente autonómico y simpatizar con sus reivindicaciones políticas. "El mundo nos mira", defienden, no sin rubor.

Millones de euros para este fin

Pese a los nulos beneficios reales, la inversión económica para ello sigue siendo considerable. Desde la Generalitat -pese a los múltiples pronunciamientos de la UE y todas sus instituciones, Comisión, Parlamento, Comité de las Regiones… que reiteran una y otra vez que es un asunto interno español- se presupuestan millones de euros en fomentar el secesionismo fuera de las fronteras nacionales.

Solo para 2017 y a nivel "diplomático", el Diplocat tiene un presupuesto de más de 2,3 millones de euros . Diplocat es un consorcio de la Generalitat dedicado en exclusiva a potenciar a través de la diplomacia la independencia de Cataluña. A los que hay que sumar otros más de 35,5 millones de euros que maneja la Secretaría de Asuntos Exteriores y de la UE, dependiente de la consejería de Romeva.

De esta secretaría penden las delegaciones políticas de la Generalitat, las llamadas "embajadas". Actualmente, Puigdemont tiene abiertas legalmente 14 "embajadas" -las tres últimas de hace solo unas semanas- si bien hay tres (Marruecos, Santa Sede y Croacia) que ni tienen sede física ni delegado nombrado. Son las "embajadas fantasma" de la Generalitat.

Presupuestariamente, hay otras secciones de la cuentas de la Generalitat para 2017 que financian entes autonómicos que en parte siguen las directrices de promoción y propaganda políticas de la separación de Cataluña del resto de España. En este grupo están, en mayor o menor medida, la red de oficinas sectoriales de la Agencia para la Competitividad de la Empresa (ACCIÓ), el Instituto Ramon Llull (IRL), el Instituto Catalán de las Empresas Culturales (ICEC), la Agencia Catalana de Turismo (ACT), la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo (ACCD) y las más de 130 comunidades catalanas en el exterior, que reciben subvenciones directas de la Generalitat.

Ni Obama, ni Hollande, ni Merkel

Parece evidente que ni el Diplocat ni la Secretaría de Asuntos Exteriores y de la UE de la Generalitat ofrecen un retorno efectivo a todos los ciudadanos de Cataluña, pero tampoco hay pruebas de que lo haga solo a los que defienden la secesión, visto los escasos resultados "diplomáticos".

El éxito de la "diplomacia catalana" es casi nulo. Al menos, hasta la fecha. Como remate, François Hollande (en 2013 y 2014), Angela Merkel (en 2015), David Cameron (en 2015) y Barack Obama (en 2015), entre otros líderes mundiales, se han pronunciado a favor de las tesis del Gobierno y en defensa de la legalidad (Constitución) en este asunto.

Uno de los múltiples lemas que utilizan las entidades cívicas afines a los planteamientos del PDECat, ERC y la CUP, y que estos partidos repiten constantemente, es el ya citado: "El mundo nos mira". Hacen referencia así a que el intento de secesión de Cataluña tiene una gran repercusión en todo el planeta. Es una forma de animar a la tropa. Sin embargo, visto el resultado de las gestiones de Puigdemont no parece que las miradas se centren en las pretensiones independentistas.

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