Daniel Tercero - Dazibao

Una «dictadura blanca» en Cataluña

«Nadie ha deshecho lo que hicieron aquellos que se 'apoderaron' del 'país' en mayo de 1980»

Josep Tarradellas, con Pujol a su izquierda, en su discurso «Ciutadans de Catalunya! Ja sóc aquí!» en octubre de 1977. ABC

Daniel Tercero

«Cataluña tenía en toda España una gran autoridad moral que hoy ha perdido, ésta es la triste realidad. Le diré una cosa a propósito de todo esto: siempre cuando fui a Madrid, fui convencido de que perdería, de que mi contrario era más inteligente que yo. Pero estos que van a discutir pensando que tienen razón y que ganarán, siempre pierden. No se puede hacer un día de separatista ultra y al siguiente ir a León o donde sea a declarar que somos más españoles que Santiago de Compostela. Lo que hay ahora en Cataluña es una especie de dictadura blanca. [...] De todos los funcionarios que han entrado en la Generalitat, a ver si hay alguno que no sea de Convergència. Las dictaduras blancas son más peligrosas que las rojas. La blanca no asesina, ni mata, ni mete a la gente en campos de concentración, pero se apodera del país, de este país. Un día u otro esto se acabará, supongo. ¿Y qué se verán obligados a hacer los que vengan detrás? Pues tendrán que deshacer lo que éstos de ahora han hecho, ésta es la realidad».

Estas palabras son parte de la entrevista que Josep Tarradellas le concedió al periodista y maestro Iván Tubau y publicó el dominical de Diario 16 el 15 de agosto de 1982. En realidad, las reflexiones del entonces ya expresidente de la Generalitat de Cataluña y (se suele olvidar) de la Diputación de Barcelona no eran más que una extensión del desahogo que Tarradellas había dejado por escrito en su célebre carta privada al director de La Vanguardia, en aquella época Horacio Sáenz Guerrero, y que el diario de los Godó acabó por publicar en abril de 1981 porque «el tema está en la calle». El título que La Vanguardia dio a la misiva (en página par y con una enmienda al firmante de la carta) fue el de «Josep Tarradellas enjuicia la situación en Cataluña» y su contenido se circunscribía, básicamente, a lamentar los tics autoritarios de su sucesor al frente de la Generalitat, Jordi Pujol, en menos de un año de mandato.

Las palabras de Tarradellas a Tubau, además, para escarnio de pocos intelectuales (¡y así nos fue!), contaron con la ayuda inestimable del grupo Zeta, pues la revista Playboy, según parece, se habría negado a publicar la entrevista tiempo antes de que lo hiciera Diario 16, porque cabe deducir que afirmar que Cataluña, es decir Pujol, era una «dictadura», aunque fuera «blanca» y no «roja», no entraba dentro del canon del periodismo progresista de los años ochenta, ni de los negocios de sus atrevidos dueños, cabe pensar.

Sea como fuere, Tarradellas -en Diario 16, agosto de 1982- confesaba, ya libre de las hipotecas que se adquieren al asumir los cargos públicos de representación política, su gran preocupación, ante la situación política que se vivía en la región en aquellos años y sus posibles derivas cívicas y sociales: «Mi mujer es el producto de una época de Cataluña que se ha roto. Su primer apellido es Macià, un apellido bien catalán, y el segundo es Gómez. Su madre era de La Rioja, castellana vieja, pero hablaba catalán como nosotros. Esto fue la gran gloria de Cataluña en aquellos años veinte [del siglo XX]: por un lado, Macià; por otro, Gómez. [...] Aquella comunidad se rompió en el treinta y pico, como se ha vuelto a romper hace pocos meses. La Cataluña de ahora no tiene nada que ver con aquélla: ahora a la inmigración la persiguen, entonces no. [...] No les meten en un campo de concentración, evidentemente, pero en Cataluña la política sectaria que hoy se hace, discriminatoria como es evidente, ha hecho que se separasen la comunidad catalana y la no catalana. [...] Desde mayo del ochenta, sí [se hace una política discriminatoria respecto de los inmigrantes]. Hay una política discriminatoria que no se ve, pero que existe». Extracto de la entrevista en la que la palabra «inmigrante» se refiere, en exclusiva, a los españoles que se trasladaron desde sus regiones de origen a Cataluña.

Dos días después de aquel 15 de agosto de 1982, La Vanguardia, en uno de sus ejemplos paradigmáticos de prensa del régimen (el que sea), publicaba, sin firmar y en página impar, una información bajo el título: «Josep Tarradellas, el primer sorprendido por “sus” manifestaciones a un diario madrileño». Un lavado de imagen… de la Cataluña que el expresidente autonómico denunciaba en la entrevista y que, pasado el tiempo, no ha hecho más que confirmarse, lamentablemente. Tres años después de las palabras de Tarradellas en Diario 16 y tres años antes de su muerte, un tal José Antich publicaba en El País (2 de noviembre de 1985) las reflexiones que el muy honorable había expresado en una «larga conversación» con un grupo de periodistas en Barcelona: «La gente se olvida de que en Cataluña gobierna la derecha; que hay una dictadura blanca muy peligrosa, que no fusila, que no mata, pero que dejará un lastre muy fuerte. [...] [La filosofía de Pujol es que] Nosotros somos formidables y Madrid siempre se equivoca». Tags para el siglo XXI: un «lastre muy fuerte».

Tarradellas, como hombre de su tiempo, interiorizó sus propias contradicciones. Republicano y marqués. Corazón de ERC y sentimiento español. De izquierdas y conservador. O quizás, y solo quizás, no fue más que un político catalán de una altura irrepetible. Treinta años después de sus polémicas palabras, es obligatorio preguntarse si Cataluña sigue en la fase de «dictadura blanca», pasó una transición política a la normalización democrática o vive una huida a ninguna parte. Tras la larga y oscura etapa del pujolismo, que el Tarradellas de sus últimos años de vida olisqueó con olfato de estadista, una cosa es segura: nadie ha deshecho lo que hicieron aquellos que se «apoderaron» del «país» en mayo de 1980. Más, sus herederos e hijos siguen con el timón de la «dictadura blanca».

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