La CUP, el caótico partido antisistema que sedujo a la burguesía catalana
El partido nació a finales de los ochenta de la unión de varios grupos marginales-radicales del independentismo catalán
Criar a los hijos «en tribu», promocionar las copas menstruales o expropiar la Catedral de Barcelona, entre sus propuestas
Socialistas, anticapitalistas, feministas y partidarios de los autodenominados Países Catalanes . La ideología de la CUP (Candidatura de Unidad Popular) es una sopa de conceptos surgida de la unión de distintos partidos de izquierda radical-revolucionaria catalana que se fundieron en un único espacio en 1987. La historia de la formación antisistema -que aterriza ahora en el Congreso con dos diputados- viene de lejos y entronca con los grupos políticos surgidos del colapso de la organización terrorista Terra Lliure.
A pesar de nacer a finales de los 80, la presencia pública, mediática e institucional de la CUP ha crecido de forma meteórica desde 2012. Fue entonces cuando sus representantes llegaron por primera vez al Parlament con un pequeño grupo de tres diputados que ganó proyección pública denunciando las corruptelas de la familia Pujol y los recortes aplicados por la Generalitat en plena crisis. También sumaron enteros al mostrarse inflexibles y radicales, tanto en las formas (sus dirigentes iban vestidos con camisetas reivindicativas y una estética radicalmente rompedora en la cámara autonómica) como en los discursos.
La aceleración del proceso independentista en las calles y el Parlament catapultó la CUP, que en los comicios autonómicos de 2015 logró diez escaños y casi 350.000 votos. En esas elecciones los antisistema lograron cosechar grandes resultados en barrios y poblaciones tradicionalmente fieles al catalanismo conservador, tendencia que se mantiene hoy, cuando gobiernan en Sant Cugat (Barcelona), una de las ciudades con mayor renta per cápita de Cataluña. La CUP se había puesto -y sigue estando- de moda, especialmente entre los más jóvenes y las clases medias y altas.
Copas menstruales y niños «en común»
La acción política de la CUP se ha caracterizado por plantear temas poco comunes en la agenda política. Así, la diputada Anna Gabriel se mostró favorable a criar a los niños «en común, en colectivo» . La idea de esta diputada, que confesó que en su casa no se celebraba la Navidad, era que los niños crecieran en familias parecidas a «tribus» como hacen «muchas otras culturas». No obstante, esta es solo una de la disparatadas propuestas del partido.
Desde la CUP se ha llegado a votar mociones para impulsar desde los ayuntamientos catalanes el uso de «copas menstruales», las «compresas de ropa» y las «esponjas marinas» como fórmulas alternativas a las compresas y los tampones por ser «más respetuosas con el cuerpo de la mujer y con el medio ambiente». Las propuestas delirantes de la CUP no se quedan allí. En Barcelona el partido propuso expropiar la Catedral y convertirla en un economato municipal o derrumbar el monumento a Colón, que el partido ve como un símbolo del colonialismo y el supremacismo del Imperio Español.
Asambleas y Puigdemont
En el plano político, la CUP ha provocado el caos en el independentismo con su errático sistema de decisión asambleario , igualitario y sin líderes al estilo de un sindicato universitario. En 2012, el reparto de diputados de las elecciones autonómicas puso al partido en el centro de la escena. Sus escaños eran imprescindibles para investir a Mas como presidente para que siguiera alimentando el «procés». No obstante, los anticapitalistas se mostraron inflexibles y se negaron reiteradamente a renovarlo al frente del Govern.
Las negociaciones dentro la CUP y Junts pel Sí -candidatura que unió a CDC y ERC- fueron maratonianas y dejaron varios capítulos surrealistas. El más significativo, cuando los cuperos cedieron la decisión final de qué hacer con Mas a una asamblea con sus militantes. Tras horas de deliberaciones que exasperaron a la sociedad catalana se celebró una votación agónica y secreta que acabó en un empate que parte del independentismo nunca llegó a creerse. Finalmente, la CUP se certificó «in extremis» el no definitivo a Mas, a quien mandaron a «la papelera de la historia» , según expusieron los líderes del partido. De ese «no» surgió la candidatura de Carles Puigdemont, quien a su vez acabó colocando a dedo a Torra.
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