Asimetría

Según parece, Pedro Sánchez y Joaquim Torra habrían acordado, de forma implícita o explícita, una tregua. Es decir, el cese temporal de las hostilidades. De ahí, la implementación de la comisión bilateral entre el Estado y la Generalitat, o la más que probable reconsideración de algunas leyes o artículos de leyes suspendidas por el Tribunal Constitucional, o la condonación de una parte de la deuda de la Generalitat con el Estado, o una nueva y generosa financiación económica para Cataluña. Todo por el diálogo, dice Pedro Sánchez.

En cualquier caso -más allá de un secesionismo catalán que quizá acepte el diálogo (?) para, a renglón seguido, continuar con el desafío ante la debilidad del Gobierno-, cabe decir que se trata de una tregua asimétrica. El Gobierno otorga y la Generalitat reclama. Y así sucesivamente. Lo cierto es que la tregua empieza con las concesiones de un Gobierno que no exige ningún tipo de rectificación y sí ofrece reconocimiento.

¿Qué ofrecen la Generalitat y el secesionismo? Nada. Ni siquiera el propósito de aceptar sin tapujos -el independentismo es un maestro en el arte del tapujo- la legalidad democrática y constitucional vigente. Asimetría. ¿Alguien se fía de un secesionismo que continúa tensionando la situación y desafiando al Estado? ¿Quién se fía de un secesionismo que tiene un historial rebosante de deslealtades, deshonestidades e incumplimientos de libro?

¿Cómo dialogar -incluso, negociar- con personas cuyos antecedentes son los que son y en eso están todavía a tenor del maximalismo político y la agresividad verbal demostradas de forma pertinaz? ¿Hay alguien ahí que confíe en la rectificación democrática del nacionalismo catalán? ¿Y si el diálogo -por parte secesionista- fuera una maniobra dilatoria para acumular fuerzas y enquistar el problema con el propósito de reanudar el «proceso» cuanto antes mejor? En esta coyuntura, ¿qué hará Pedro Sánchez? ¿Diálogo? ¿Qué diálogo? Sospecho que lo único que hace entrar en razón al secesionismo es la Justicia.