Antonio Robles - Tribuna Abierta
El sueño húmedo de los nacionalistas
Pablo Iglesias no es un demócrata. Vive bajo las reglas de un Estado de Derecho porque no le queda otra. Pero no lo respeta
Los separatistas han gastado una ingente cantidad de dinero público para internacionalizar el conflicto catalán. Durante años han comprado voluntades en medios extranjeros de prestigio con nuestro dinero para dar credibilidad a sus campañas de propaganda, manipulación histórica y crear las condiciones adecuadas para lograr el apoyo de Estados y organismos internacionales que les permitieran legitimar sus proyectos de ruptura con España. Han untado a periodistas, embajadores, políticos…
Todo en vano, ni un solo país apoyó su intentona golpista. Y cuando finalmente parecía que España había ganado el relato internacional, y el secesionismo interior había asumido la derrota, sale todo un vicepresidente del Gobierno de España justificando el delito, legitimando su relato soberanista, desautorizando al Poder Judicial, exigiendo el indulto para los delincuentes encarcelados, igualando al prófugo Puigdemont con los exiliados de la Guerra Civil, sumándose a la petición de un referéndum de autodeterminación, y aliándose con un país extranjero que ha conspirado en la sombra para socavar al Estado Español en una insidiosa campaña digital contra la propia estabilidad de la UE.
Justo cuando los buitres que defendían a los sediciosos se habían quedado sin carroña, surge este Rasputín de medio pelo y vende su país al enemigo. Es difícil catalogar a este charlatán de feria. Lo que en Rusia no podría ni pensar sin que le procesaran, encarcelaran o eliminaran, aquí lo suelta sin respeto alguno contra la separación de poderes, la verdad y la democracia.
Pablo Iglesias no es un demócrata. Vive bajo las reglas de un Estado de Derecho porque no le queda otra. Pero no lo respeta. Es incapaz de comprender que no hay democracia sin reglas; y porque las hay, cuando un político las incumple, interviene el Poder Judicial. No le sanciona porque los jueces se entrometan en política, sino porque los políticos transgreden las reglas que la hacen posible. No judializan la política, sólo sancionan a aquellos que la corrompen.
Sus fechorías empiezan a ser insoportables, pero no sería nada si Pedro Sánchez le destituyera. Por una vez dijo la verdad cuando sostuvo que no podría pactar con Pablo Iglesias porque no dormiría por las noches. Quién no duerme ahora es España entera.
Doscientos intelectuales hemos firmado un manifiesto pidiendo su destitución: «Cesar en la infamia: Pablo Iglesias debe ser destituido». Mientras esperamos sentados, tienen ustedes la posibilidad de sancionarlo en las urnas. En Comú Podem es su partido en Cataluña.