Antonio Robles - TRIBUNA ABIERTA

Resistir

«La única pancarta será la defensa del solar común que garantiza la Constitución de 1978. Detrás de ella caben todos, socialistas, comunistas, el centro, la derecha, los que nunca se han movilizado...»

Antonio Robles

Los dos pícaros que conspiran desde el Palacio de la Moncloa contra la nación española ya han acreditado suficientemente que están dispuestos a cualquier acuerdo ignominioso para conservar el poder. Como los más audaces bribones de las andanzas de lazarillos y ciegos, Sánchez y Redondo lo condicionan todo a su propia supervivencia. Esa es su única y flexible regla ética. Por eso, sus embustes no tienen límites. Ni sienten sonrojo al mentir, ni su pétreo rostro se altera cuando se les afea haber sepultado de un día para otro sus recientes promesas electorales sobre Cataluña o la pesadilla de un pacto con Unidas Podemos.

Si fueran gente corriente, los vecinos y compañeros de trabajo los apartarían como tipos nocivos, porque incluso en un país de conductas tan laxas como España, la mentira permanente se suele castigar socialmente con la marginación y el desprecio. Pero desgraciadamente, uno es el presidente del Gobierno y el otro un vendedor ilustrado de crecepelo, cuya gran aportación a la política española ha sido el plagio de la teoría del relato, es decir la propaganda y el agitprop de toda la vida. Una fatalidad, pero no es la primera vez que el bombo de la historia premia a los españoles con traidores de la talla de un Antonio Pérez, un Godoy o un Fernando VII.

Vienen tiempos tenebrosos, ese tipo de periodos históricos en los que los valores éticos y democráticos se adulteran tanto que se convierten en irreconocibles. Nos intentarán convencer de que el golpista de ayer es un demócrata de toda la vida, incluso de que no hubo golpe y que fue la intransigencia del Estado la que provocó el procés. Intentarán rehabilitar a Oriol Junqueras y al resto de secuaces. Nos dirán que Arnaldo Otegi siempre fue un hombre de paz y que los presos de un lado y otro, donde mejor están es en la calle.

Pero llegarán a más, el intento de cordón sanitario no se reducirá a Vox. Dejará de ser demócrata cualquier español que se resista a quebrantar la Constitución en nombre del diálogo, o que se oponga a seguir armando con nuevas concesiones y competencias al ejército independentista, que en octubre y septiembre de 2017 intentó quebrar España, y hoy, mañana y siempre lo volverá a intentar.

Y sin embargo, España como cualquier ser vivo no se dejará desmembrar sin oponer una feroz resistencia. Porque al contrario de lo que repiten los sediciosos y una parte de la izquierda colaboracionista, España no es ni un Estado fallido ni ese cadáver en descomposición a punto de ser devorado por las aves carroñeras tan del gusto de la literatura separatista. España y los españoles no solo tienen una entidad antigua y enraizada, con sus glorias y fracasos, sino que pueden argumentar con fundamento que lo más siniestro de su pasado reciente: el golpismo, el totalitarismo, la destrucción de la convivencia o la negación de la legalidad, son ahora las envenenadas señas de identidad de todos esos movimientos separatistas de Cataluña y el País Vasco.

Pero además, Pedro Sánchez no puede ofrecer lo que no es suyo sin incurrir en graves delitos. Se humillará y nos humillará aceptando el lenguaje adulterado de referencias etarras (el conflicto político), se sentará en mesas (también muy ensayadas en tiempos de la banda) que menoscaben la dignidad de la nación, e incluso intentará socavar la Constitución con su disolvente indoloro de la nación de naciones o el Estado plurinacional de equidistantes como Iceta. Lo más cutre de todo, es el precio de la ambición, una simple investidura.

Pero acabará fracasando. España es más que ese cuarto oscuro de militantes y dirigentes socialistas, tertulianos cómplices y líderes sindicales que escupen al Estado de Derecho cada vez que entran en la cárcel de Lledoners. Hay otro país laborioso, emprendedor, competitivo, en la universidad, en el deporte, conduciendo un taxi o cultivando un campo que lleva su nacionalidad sin complejos.

A todos ellos habrá que apelar cuando llegue el momento de la verdad. Porque no habrá más remedio que organizar La Resistencia, convocar a muchos, desenmascarar a más, argumentar, concienciar del riesgo, movilizarse, incluso proteger las calles si es necesario y defender nuestro país el tiempo que haga falta para salvar su soberanía, y la sociedad cívica, aval de nuestros derechos. Y habrá que hacerlo sin siglas ni egos de patricio. La única pancarta será la defensa del solar común que garantiza la Constitución de 1978. Detrás de ella caben todos, socialistas, comunistas, el centro, la derecha, los que nunca se han movilizado, con la única condición que estén dispuestos a defender su casa con el coraje y la furia de los padres que protegen a su familia del ataque de una banda de forajidos.

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