Antonio Robles - TRIBUNA ABIERTA
Decencia frente a soberbia
«Es desolador comparar la actitud del presidente de Francia con el presidente del Gobierno de España. El único consuelo es que sus mentiras tarde o temprano aparecerán sin que pueda hacer nada para evitarlas»
El drama que vive España no es distinto del que vive Francia, ni diferente a la tragedia que soporta el mundo entero. Pero entre Francia y España hay una diferencia: allí tienen a un presidente consecuente y aquí, un ser mezquino y soberbio incapaz de asumir la cuota de responsabilidad que le corresponde.
Emmanuel Macron se acaba de hacer cargo de las medidas tomadas contra la pandemia y su insuficiencia ante la devastación: «La situación, seamos honestos, ha revelado fallos e insuficiencias. Como vosotros, hemos visto fallos, procedimientos lentos e inútiles… debilidades en nuestra logística… Asumiremos las consecuencias». Merece verse este link de contraste.
Pedro Sánchez: «Estoy profundamente impresionado con la inspiradora capacidad de resolución del Gobierno. Siento un optimismo prudente como resultado de las medidas audaces y los enfoques innovadores y las decisiones valientes del ministro de Sanidad, Salvador Illa«. ¡Cobarde! Por si acaso, se acurruca tras el ministro por si el camelo no cuela. Como si sus decisiones no fueran las tomadas por el Gobierno entero.
Créanme, la pandemia que asola nuestro tiempo no respeta nada ni a nadie. Es un mal ciego que no le hubiera puesto fácil la solución a ningún gobierno. Pero nadie, ¡nadie!, sobre todo el presidente de la nación, puede estar más pendiente de quedar bien ante la opinión pública, que de la misma tragedia. Es bochornoso que su gabinete de Comunicación esté más preocupado por maquillar su incapacidad, y ocultar la dimensión del drama, que de informar con diligencia para evitar la transmisión, y aliviar el dolor de los familiares en riesgo de morir. Es inadmisible, que esté más pendiente de arrojar sus errores sobre la oposición, que de asumir su responsabilidad.
Uno tiene la sensación que el Gobierno tiene dos frentes, el de la pandemia, y el electoral. Éste es su drama. Y en medio, su vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, empeñado en demostrar que es Evita Perón al rescate de los descamisados. El arrogante macho alfa está más preocupado por aparecer ante la opinión como el único miembro del Gobierno con sensibilidad social, que del drama real que viven tantos españoles. Filtrar la información y después hacerse el sueco. Individualizarse frente al resto del Gobierno, brillar, sacar petróleo del drama... La misma jugada que hizo su compañera, Irene Montero, con la Ley de Igualdad el 8-M. Aunque allí donde podría demostrar eficacia y predisposición para disminuir el sufrimiento, ni aparece. Suya es la responsabilidad de las residencias de ancianos, así lo difundió a los cuatro vientos cuando dispuso que cayera bajo su mando dentro de Asuntos Sociales, dependiente de la Vicepresidencia segunda. Hasta ha hablado de patria y patriotismo el que conspira contra ella, el que hace causa común con quienes la quieren saquear, y fundar sobre las ruinas del régimen constitucional del 78, su delirio venezolano. En sentido literal. Ya ha dado los primeros pasos con los intentos del Gobierno de limitar la libertad de expresión, convertir TVE en el NO-DO y poner los primeros pasos para censuras las RRSS. En nombre de los bulos. ¡Increíble! Con la oportunidad que han tenido él y Pedro Sánchez de haberlos denunciado a propósito del procés , y haber evitado las muchas mentiras vertidas por ambos para lograr el poder.
Nunca un gobierno estuvo apoyado por más parásitos, ni estuvo presidido por tanta soberbia, incapacidad, crueldad, y obscenidad. Porque nada es más obsceno que, ante la dimensión de la tragedia, el capitán del barco a la deriva se dedique a esparcir culpas entre la tripulación mientras prepara su propia balsa abandonando a su suerte al pasaje.
Macron ha honrado a los muertos y a los vivos admitiendo errores. Una señal inequívoca de que le duelen los muertos, de que nada se puede salvar si no nos salvamos todos. Su actitud le honra, y muestra una resolución inequívoca de estar buscando lo mejor para Francia. Mi reconocimiento.
Pedro Sánchez, sin embargo, sigue empeñado en disolver su responsabilidad en la dimensión internacional de la tragedia, en la virulencia de la pandemia, en la escasa información disponible antes del 8-M, en los recortes de Sanidad de cualquier otro gobierno menos el suyo, en la ultraderecha. Este desenterrador de tumbas nos acabará enterrando a todos si no nos levantamos como Fuenteovejuna.
Su soberbia denota incapacidad, y su falsa humildad, mentiras. Logró la Presidencia en una moción de censura de la mano de todos los enemigos de la nación, ganó las elecciones con el peor resultado de la democracia mediante un fraude electoral, al prometer no formar gobierno con la pesadilla de Pablo Iglesias, y acabó formando gobierno con él y con todos los enemigos de España. Va por el tercer año sin presupuestos y oculta que no hay disculpa alguna para ser el tercer país en número absoluto de muertos y primero en relación a su población.
Frente a ello, datos y medidas no tomadas o mal tomadas. Sin test masivos no se puede hacer un mapa del alcance de la infección, ni se pueden tomar las medidas adecuadas, sólo pegar palos de ciego; sin material sanitario para evitar el contagio, se diezma a nuestros sanitarios, policías, transportistas… sin evitar las concentraciones masivas a su debido tiempo, se multiplican exponencialmente los contagios; sin un confinamiento inteligente basado en los mapas de contagio, se quiebra la economía; sin una información veraz, no se respetan a los muertos y a sus familiares; con encuestas premeditadas para reforzar al Gobierno se debilita la fuerza democrática de los ciudadanos para buscar mayor eficacia; con críticas a la oposición se aborta la unidad que el Gobierno, paradójicamente, pretende lograr con esa misma oposición; con aplausos y canciones desde los balcones se hace justicia a nuestros héroes y nos damos fuerza los ciudadanos, pero si esa alegría es utilizada por el gobierno para ocultar los féretros, para blanquear el horror, para que pasen desapercibidas las mil y una tragedias de abuelos abandonados a su suerte en residencias y casas particulares sin que ni siquiera sus familiares les puedan asistir en sus últimos momentos… entonces es responsabilidad de todos nosotros, aplaudir a las ocho, y silbar a las nueve a un Gobierno que ni siquiera tiene la decencia de decirnos cuántos de nuestros padres y abuelos se han ido sin haberles dado nuestro último abrazo, nuestros últimos besos.
Es desolador comparar la actitud del presidente de Francia con el presidente del Gobierno de España. El único consuelo es que sus mentiras tarde o temprano aparecerán sin que pueda hacer nada para evitarlas. El registro civil, las funerarias habrán dejado registrados cada uno de los muertos. No hará falta saber si lo fueron por el coranovirus. Una simple media aritmética de los muertos en España en los últimos tres años, nos dará la dimensión de la tragedia por comparativa diferencial. Y esa no la podrá manipular.